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Entrevista
Ganador del premio Gabo 2022 de fotografía

Rodrigo Abd: “Ojalá que las fotografías de la guerra de Ucrania sirvan en el futuro para juzgar a los culpables”

El fotorreportero Rodrigo Abd acude a Bogotá para recoger su premio Gabo de fotografía por su cobertura en Ucrania
24 de octubre de 2022 22:47 h

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Rodrigo Abd lleva más de 20 años retratando atrocidades en los lugares más peligrosos del mundo. Trabaja para la agencia Associated Press, es argentino, tiene 45 años, un Pulitzer, un World Press Photo y ahora está especialmente feliz porque acaban de entregarle en Bogotá el premio Gabo de fotografía 2022 por su cobertura de la invasión de Ucrania. Para él, la Fundación Gabo es la gran familia de acogida de los periodistas de América Latina y la fotografía, la mejor herramienta para conmover a los lectores y denunciar los abusos de los poderosos. Estamos en Bogotá, bajo una tremenda tormenta que solo se detiene, por suerte, para retratar al fotógrafo. Hablamos de la guerra y del buen periodismo y del poder de la fotografía en un mundo lleno de tecnología, redes y noticias falsas.

Estuvo más de un mes en Ucrania, en una guerra en la que había centenares de periodistas informando al minuto de lo que está pasando. ¿Con qué sensaciones ha regresado a su casa en Buenos Aires?

Para mí, que antes estuve en Libia, en Afganistán, en Haití, fue como reencontrarme con un conflicto. Yo no estoy todo el tiempo yendo a guerras y, cuando llego, siempre me sorprendo porque no estoy acostumbrado a conflictos bélicos tan abiertos. Tuve la sensación de que había mucha gente haciendo la cobertura. Si bien la crisis de los medios es muy grande, ahora es muy fácil llegar a Ucrania en un tren con una cámara de última generación. Llegas a un lugar y hay 40 fotógrafos. O, entre fotógrafos y camarógrafos, he visto a 300 en una manzana cubriendo lo mismo. Creo que es una guerra muy mediática, muy contada y al mismo tiempo, cuando llegué, a los 40 días de guerra, una semana después de la muerte de cinco periodistas, el Gobierno ucraniano decidió tomar el control y cortar el acceso de la Prensa a los frentes de batalla.

¿De alguna manera empezó a manejar a los periodistas para su propaganda?

Había tours de prensa. No se podía llegar al frente. Cuando el Gobierno ucraniano decidía que se daban las condiciones para entrar en Bucha, armaba un tour de prensa para que todos los periodistas contasen lo que había pasado allí. Es posible que quisiesen evitar más muertes de periodistas, pero también lograron tener un control de lo que se decía mucho más certero. Algunos periodistas con mayor capacidad logística pudimos tener un poco más de libertad. Creo que ahora hay más acceso a las unidades militares, nosotros no veíamos un militar. Veíamos muchos rehenes diseminados por toda la ciudad. Lo que nos tocó cubrir, y me pareció muy interesante, es cómo una capital europea podía ser invadida por un ejército extranjero.

Una capital en el corazón de Europa.

Sí, muy europea. Casi todo siguió funcionando. Internet nunca se cayó. Yo crucé en auto desde la frontera con Polonia hasta Kiev, un día y medio de ruta y siempre tuvimos señal de Internet.

¿Y esas imágenes, esa situación, a qué le recordaron?

Los tanques destruidos en las calles con gente caminando alrededor de toda esta maquinaria destruida. El hecho de dormir en un hotel, estar en el hotel escuchando los bombazos toda la noche y tratar de entender dónde había pasado y al otro día, buscar el lugar. Bueno, los rostros de la gente. Si ves fotos de las mujeres y de los hombres ucranianos, son bastante parecidos a las fotos que pudieron sacar los colegas en Chechenia o en Bosnia en los 90. Había colegas que nos contaban que estaban viviendo lo mismo que habían vivido 20 o 30 años atrás. Para mí fue algo nuevo porque yo estoy más acostumbrado a cubrir conflictos en Latinoamérica o en Medio Oriente. Cubrir un conflicto en Europa era completamente nuevo, extraordinario, pero igual de duro. Ver esos pueblos arrasados, los cuerpos tirados en las calles, las familias desenterrando los cuerpos.

Ahora hay mucha tecnología, maneras nuevas de contar la guerra, drones, algo diferente a las imágenes fijas más tradicionales, que son las que usted hace y por las que lo han premiado. ¿Cómo cree que influye este nuevo escenario periodístico en cómo percibe la audiencia el mensaje de lo que es una guerra?

La velocidad con la que tenemos que proveer fotos ha cambiado muchísimo. La gente, las agencias, los medios demandan todo el rato imágenes. Antes buscábamos una foto al día. Ahora quieren fotos para hacer galerías. Es un bombardeo de imágenes. Pero, aunque usamos distintos formatos, pequeños vídeos, vídeos con dron o gráficas que pueden hacer en las redacciones, la verdad es que la fotografía de conflicto sigue siendo la misma. Si hoy ves una foto conmovedora de Vietnam, de Bosnia, Chechenia o de Afganistán, es muy parecida a lo que sería una foto conmovedora ahora en Ucrania.

¿Y cree que las fotografías siguen teniendo la fuerza brutal que antes tuvieron?

Sí. Creo que la fotografía es un medio que, al contrario de lo que todo el mundo creía, sigue teniendo mucha vigencia. El cámara de vídeo está pensando en la secuencia, está pensando en el sonido, en el movimiento. El fotógrafo está centrado en la imagen y da vueltas sobre un mismo escenario para que una o dos fotos representen lo que allí está pasando. Y eso no lo logra el camarógrafo, ni lo logra un teléfono, solo lo logra la fotografía más tradicional.

La mirada del fotógrafo por encima de la herramienta.

Exacto. ¿De qué sirve tener cámaras de 150 megapixeles si al final todo va a la web y todo va al sistema digital que con 20 megapixeles sigue funcionando? La fotografía sigue siendo más o menos lo mismo: captar un momento único para sensibilizar y para conmover a un público global que está mirando esa imagen y que tiene que empatizar con una situación completamente ajena a su cotidianidad. Eso, por suerte, no ha cambiado y es lo que nos mueve a miles de fotógrafos en todo el mundo a seguir buscando ese tipo de cosas. 

¿Y esas imágenes pueden cambiar las cosas?

Te cuento un ejemplo concreto. Estoy en Bucha, una familia me muestra las tumbas de sus parientes que tuvieron que enterrar en el jardín porque estaban cercados. El ejército ruso había invadido el pueblo y lo había convertido en un centro de operaciones. Nadie se podía mover del pueblo. Llego a ese lugar después de la marcha de los rusos. Vemos a una familia junto a una tumba, a un nene de seis años parado frente a la tumba de su madre mirándome. Esa es una foto. Si alguien hubiese visto un vídeo con toda esa secuencia, tal vez no se queda con la imagen del niño de seis años que perdió a su madre. Esa foto fue publicada y automáticamente, recibimos un montón de correos queriendo ayudar a ese niño que desde esa imagen te miraba a ti, miraba al lector. Y es una imagen fija, no es una imagen en movimiento. Ahí vemos que sigue teniendo un valor y que gracias a esa fotografía, esa familia recibió ayuda.

Gracias a esa foto, no solo informamos, también podemos ayudar. No vamos a terminar ninguna guerra, pero es parte de lo que intentamos hacer. La foto de Nick Ut [un fotógrafo vietnamita de AP] de la niña del napalm en Vietnam no terminó con esa guerra pero sí tuvo un gran impacto mundial.

Todo el mundo sabe que muchos gobiernos en Latinoamérica tienen conexiones con el narcotráfico, con las redes criminales, de trata. A nadie le conviene que los periodistas estén denunciando eso

La publicación hoy de la fotografía que cita provocaría una gran polémica. ¿Qué opina sobre la utilización de fotos tan duras y que, en algunos casos, violan la intimidad de los protagonistas?

Me parece correcto que haya dudas, porque hoy tenemos un respeto más grande y creo que eso es importante. Y sí, hoy sería mucho más complicado publicarla. He vivido muchos años en Guatemala, en donde cosas terribles ocurrían frente a mis ojos todos los días. Siempre tuve la idea de hacer un tipo de fotografía inteligente, pero que también muestre la dureza. Tenemos que mostrarla. Esto de hacer fotografías lindas de lugares tan jodidos no me gusta, es peligroso, estamos ahí para contar lo que vemos y denunciar las atrocidades.

Y documentándolas.

Exacto. Ojalá que las fotografías, los videos, los reportajes de los periodistas en la guerra de Ucrania sirvan en el futuro para juzgar a los culpables, no solo para contar ahora lo que pasa.

Vives en América Latina y has trabajado mucho en Centroamérica. ¿Cómo es posible que se haya degradado tanto la seguridad de los periodistas en la región?

Estamos en un continente muy violento, en el que los grupos criminales tienen cada día más poder político y económico, dominan regiones enteras y, así como se mata a los periodistas, se mata a un montón de otra gente que nosotros reportamos con nuestros informes. Y el Estado no da seguridad particular a nadie. Ellos no creen que sea necesario. Y a los estados muchas veces les conviene que los periodistas estén amedrentados para que no puedan denunciar las atrocidades que suceden, que son muy evidentes. Hay regiones enteras en Centroamérica que son territorio dominado por estructuras criminales y todo el mundo lo sabe. Todo el mundo sabe que muchos gobiernos en Latinoamérica tienen conexiones con el narcotráfico, con las redes criminales, de trata. A nadie le conviene que los periodistas estén denunciando eso.

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