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Roth fue Príncipe de Asturias desde EEUU y celebró ser entendido en España

EFE

Oviedo —

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El novelista estadounidense Philip Roth, fallecido hoy a los 85 años, se convirtió en 2012 en Príncipe de Asturias de las Letras pese a no acudir a Oviedo por razones médicas a recoger un galardón que agradeció celebrando haber sido capaz de hacerse entender en un país ajeno al Estados Unidos que retrató.

El jurado reconoció en Roth su compleja visión de la realidad contemporánea que se debate entre razón y sentimientos “como el signo de los tiempos y el desasosiego del presente” dentro de la tradición de la gran novelística estadounidense de Dos Passos, Fitzgerald, Hemingway, Faulkner, Bellow o Malamud.

Eterno candidato al Nobel, una operación de espalda le impidió desplazarse a España en octubre de 2012 para recibir en el Teatro Campoamor de manos del entonces Príncipe de Asturias un premio para el que había sido propuesto por el presidente del Consejo de la Fundación ZEIT-Ebelin y Gerd Bucerius, Michael Göring,

No obstante, el autor de “La mancha humana” quiso estar presente en la ceremonia, donde fueron premiados entre otros la socióloga Martha Nussbaum, el arquitecto Rafael Moneo, Cruz Roja o los futbolistas Iker Casillas y Xavi Hernández, con un discurso de agradecimiento en el que aseguraba que nada le haría más feliz que pensar que el galardón le reconocía haber sido capaz de mostrar al público español la verdadera realidad estadounidense.

“Sí, una obra de ficción estadounidense seria es, efectivamente, capaz de atravesar la ignorancia, la mentira y la superstición sin sentido que generalmente se combina para mantener a raya la enorme densidad de la verdadera realidad estadounidense”, añadía Roth en un escrito al que dio lectura el entonces embajador de Estados Unidos en España, Alan Solomont.

En su mensaje, el autor de “Pastoral americana” se confesaba “encantado” y “sorprendido” de que una eminente institución extranjera se fije en la obra de un autor cuya temática es la realidad estadounidense reflejada en la confusión, las expectativas, el desconcierto y la angustia de su sociedad.

Así, Roth preguntaba qué pueden significar sus historias para los lectores españoles y cómo pueden competir con la representación estereotipada y excesivamente simplificada que “nubla” la percepción de su país “en casi todas partes”.

La concesión del premio en España suponía, al igual que lo fue en 2006 que el mismo galardón se otorgase a su compatriota y amigo Paul Auster, “una esperanzadora respuesta” que le permitía convencerse de que había un lugar en el mundo donde había conseguido hacerse comprender. “Y nada me haría más feliz”, concluía.