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Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.

'Better Call Saul' temporada 4: cada vez más cerca de 'Breaking Bad'

Cartel de la cuarta temporada de 'Better Call Saul'

Belén Gómez

Todo empezó con la metamorfosis del memorable personaje de Bryan Cranston: de Walter White a Heisenberg en cinco temporadas, mucho cristal azul, alguna muerte, alguna familia rota y un desierto inacabable. Así, Vince Gilligan y Peter Gould crearon, sin pretenderlo, una de las series más importantes del siglo XXI.

Algo que empezó siendo una comedia negra y avanzó hasta convertirse en un drama que cambiaría la historia de la ficción televisiva contemporánea. Pero cuanto más seria y oscura se ponía Breaking Bad, más distendido necesitaban el rodaje. Entre bambalinas, entonces, solían bromear con un personaje que les encantaba: cada vez que Bob Odenkirk aparecía por el plató interpretando al abogado de Walter White, Saul Goodman, Gould le daba un codazo a Gilligan y le decía que aquel personaje bien merecía una serie propia.

La broma dejó de serlo y se convirtió en realidad: nació Better Call Saul, spin off situado seis años antes de los acontecimientos de Breaking Bad. Y sí, protagonizado por el personaje de Bob Odenkirk cuando aún no se le conocía como Saul sino como Jimmy McGill, un pobre diablo con necesidad de progreso vital y económico. Tras tres temporadas de paulatina transformación, el estreno de la cuarta nos deja claro que es el momento de la metamorfosis de este personaje.

El Saul Goodman que queremos

Como le pasó a Breaking Bad, Better Call Saul ha ido recorriendo la senda lógica del sórdido mundo que retrata: empezó siendo una inteligente y hábil comedia con toques de drama judicial, para progresivamente ir convirtiéndose en un drama con toques criminales y ese tono de western moderno que tenía la original.

No sin antes significarse como una serie con personalidad propia gracias a su habilidad para adaptarse a las sensibilidades cambiantes de una Norteamérica sobreexpuesta a series de televisión de calidad. Capacidad para seducir como una especie de thriller cómico de fondo judicial pero con un nudo dramático perfectamente desarrollado: la conflictiva relación entre dos hermanos antagónicos, Chuck y Jimmy McGill. 

La nueva temporada arranca en el centro de esta trama: Chuck falleció en el último episodio de la tercera como consecuencia del incendio que provocó en su casa. Y esta muerte es, sin duda, la gota que colma el vaso de la presión psicológica que vive Jimmy McGill, ahora más cerca que nunca de convertirse en el ácrata y perspicaz Saul Goodman.

Poco a poco, Jimmy ha ido sumergiéndose más y más en el mundo criminal en el que conocería a Walter White, algo que va a poner en peligro su futuro como abogado y su relación con personas que confían en él, como la abogada Kim Wexler –a quien da vida Rhea Seehorn–.

Además, quien será el dealer  más poderoso de la droga del suroeste, el gran Gus Fring a quien da vida Giancarlo Esposito, dueño de Los Pollos Hermanos, sigue con sus planes para convertirse en el temible villano que conocimos en Breaking Bad.

Una metamorfosis inevitable

En el equilibrio está el secreto de Vince Gilligan y Peter Gould. Combinando prodigiosamente el desarrollo de una trama criminal que arroja luz sobre algunos de los acontecimientos y personajes de la serie original, con el progresivo crecimiento de peso narrativo de nuevos personajes y arcos argumentales, ha conseguido algo muy difícil. Han convertido Better Call Saul no solo en una digna sucesora de Breaking Bad, sino en una de las series más inteligentemente rodadas de la actualidad.

Una dramedia oscura que ha superado el complejo de tener que mirarse en el espejo de su hermana mayor, para consolidarse como serie independiente en tono y formas.

Siguiendo la senda hacia lo criminal que convirtió al gran Walter White, Jimmy McGill va camino de transformarse en un Saul Goodman infinitamente más complejo y torturado de lo esperado. Y todo sin prisa pero sin pausa, controlando siempre el peso de todos y cada uno de los elementos de una trama en la que hasta el más mínimo detalle importa.

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