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'Matar al padre', la tragicomedia de ser una familia española hoy

La finísima línea que separa el drama de la comedia parece confirmarse, temporada tras temporada, como una de las preocupaciones fundamentales de multitud de realizadores españoles contemporáneos. Lance sobre el que reflexionar y aportar miradas cada vez más esquinadas, menos cómodas y menos vistas.

En Vergüenza, Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero desnudaba psicológicamente a sus protagonistas para hacer de ellos un reflejo deformado de la estupidez made in Spanish, haciendo de la risa una crítica amarga. En Mira lo que has hecho, Berto Romero mantenía un delicado equilibrio entre lo emocional de una historia familiar, y lo absolutamente cómico de su lectura sobre lo que significa ser monologuista hoy. En Mambo, David Sáinz hacía suyas las penas de la precariedad y la falta de expectativas vitales de la generación millennial, convirtiendo su serie en una sátira musical. En la última temporada de ¿Qué fue de Jorge Sanz?, Trueba jugaba hábilmente y entre risas con la idea del triunfo y los cadáveres emocionales que produce. Y en Félix (disponible en Movistar+, al igual que las anteriormente citadas), Cesc Gay conseguía una complicada combinación de elementos dramáticos en torno a una desaparición hitchcockiana, para retratar los miedos de su protagonista desde la distancia que otorga el humor.

Ahora le toca el turno a la directora barcelonesa Mar Coll, que el día 25 de mayo estrena en Movistar + la serie Matar al padre, otra prueba de la delicada combinación que resulta cuando se experimenta con los límites de la dramedia.

Dieciséis años de la familia Vidal

Matar al padre es la historia de la familia Vidal a través de cuatro cápsulas del tiempo distintas: una mirada a los años 1996, 2004, 2008 y 2012 de sus vidas y fracasos. Pero también, un viaje por la Barcelona de la era post-olímpica, la de los albores de la crisis, sus fatales circunstancias, y los cambios de mentalidad y perspectivas vitales de quienes la vivieron.

¿Quiénes? Jacobo, Isabel, Tomás y Valeria. El primero, interpretado por Gonzalo de Castro, es el paterfamilias: un abogado paranoico, controlador, obsesivo y autoritario cuya meta en la vida es proteger a su familia de vivir sus vidas. Isabel, a quien da vida Paulina García, es una psicoterapeuta que ha estado casada con Jacobo durante 25 años, y se toma las rabietas y batallas de su marido con filosofía, cuando no muestra necesaria y cuerda indiferencia.

Por su parte, Tomás -Marcel Borràs- es un chaval que ha crecido con una concepción de sí mismo absolutamente derrotista por culpa de la influencia de su padre. Tiene miedo a enfrentarse al mundo y se refugia en sus desafortunadas relaciones sentimentales y su apatía profesional. Mientras que su hermana Valeria -Greta Fernández-, se marchó de casa cuando le fue posible, en busca de un futuro que le ha sido difícil encontrar pero que defiende con uñas y dientes contra su controlador padre.

Los Vidal son, en definitiva, reflejo de un país cambiante deformado por la influencia de un padre que ha marcado la vida de todos los componentes de la familia. Una tragicomedia casi shakesperiana, sobre el desmoronamiento de una saga familiar, y su renacimiento en nuevas generaciones llenas de futuro.

Nuevas voces para retratar nuestro pasado reciente

Como reflejo deformado de la España de nuestros días, la historia de los Vidal necesitaba ser narrada por alguien con una sensibilidad absolutamente actual, una mirada que fuese hija de su tiempo. Mar Coll encarna perfectamente esos valores: dirige los cuatro episodios como hizo sus dos películas, con sencillez y rotundidad.

Coll se dio a conocer con Tres dies amb la família, un drama protagonizado por Nausicaa Bonnín y Eduard Fernández que se hizo con tres biznagas en el festival de Málaga y el Goya a la mejor Dirección Novel en 2009. Con un nombre labrado en el panorama, su segundo largometraje confirmó su talento: Tots volem el millor per a ella, una mirada al desconcierto vital de una mujer de 38 años que le granjeó más de un premio a su protagonista, Nora Navas.

Y aunque sea ella quien esté tras las cámaras, el libreto lo escriben también Diego Vega, realizador con dos largometrajes a la espalda -Octubre y El mudo- y Valentina Viso, que ha participado en los guiones de Blog de Elena Trapé, María (y los demás), dirigida por Nely Reguera y la laureadísima Estiu 1993, de Carla Simón y con quien Coll ha coescrito sus dos obras anteriores.

La finísima línea que separa el drama de la comedia parece confirmarse, temporada tras temporada, como una de las preocupaciones fundamentales de multitud de realizadores españoles contemporáneos. Lance sobre el que reflexionar y aportar miradas cada vez más esquinadas, menos cómodas y menos vistas.

En Vergüenza, Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero desnudaba psicológicamente a sus protagonistas para hacer de ellos un reflejo deformado de la estupidez made in Spanish, haciendo de la risa una crítica amarga. En Mira lo que has hecho, Berto Romero mantenía un delicado equilibrio entre lo emocional de una historia familiar, y lo absolutamente cómico de su lectura sobre lo que significa ser monologuista hoy. En Mambo, David Sáinz hacía suyas las penas de la precariedad y la falta de expectativas vitales de la generación millennial, convirtiendo su serie en una sátira musical. En la última temporada de ¿Qué fue de Jorge Sanz?, Trueba jugaba hábilmente y entre risas con la idea del triunfo y los cadáveres emocionales que produce. Y en Félix (disponible en Movistar+, al igual que las anteriormente citadas), Cesc Gay conseguía una complicada combinación de elementos dramáticos en torno a una desaparición hitchcockiana, para retratar los miedos de su protagonista desde la distancia que otorga el humor.