Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.
Comienza la temporada de las venganzas en 'Billions'
Una curiosidad de Billions es que uno de sus co-creadores es el periodista especializado en economía Andrew Ross Sorkin. Sorkin, sin ninguna relación con el Aaron Sorkin de El ala oeste de la Casa Blanca o The newsroom, firmó Too big to fail, un libro sobre la gestión del crack hipotecario estadounidense que se convirtió en el telefilme Malas noticias. En la película, los agentes reguladores de la economía se convertían en héroes impotentes de la historia: el sector financiero se comportaba de manera destructiva y temeraria, pero no se podía hacer nada contra ello porque supondría ir contra la sagrada libertad de los mercados.
En la primera incursión de Sorkin en el mundo de las series, Billions, el sector financiero, sus reguladores y los fiscales comparten protagonismo en plano de igualdad. Al principio puede parecer que hay héroes y villanos, pero las fronteras se van diluyendo. Los creadores de la ficción, que se inspiran libremente en varios casos reales, nos sugieren que estos mundos no difieren demasiado: en todos ellos tienen lugar luchas de poder despiadadas, conspiraciones de despacho, retorcidos ajustes de cuentas y constantes dentelladas para marcar territorio.
El fiscal Chuck Rhoades (basado vagamente en la figura real de Preet Bhrara, e interpretado por Paul Giamatti) y el multimillonario gestor de un fondo de inversión al que este investiga, Bobby Axelrod (Damian Lewis, protagonista de Homeland o Life), son los principales ejes de esta serie coral, de brillantes escenarios de lujo y oscuros conflictos interiores, con fondo pesimista. Porque casi todos los personajes cometen actos lamentables y Rhoades, que lleva sus casos hasta límites discutibles, cae precisamente cuando intenta hacer lo correcto.
Se podría citar al grupo mexicano Molotov y decir que, metafóricamente, todos son narcos en Billions: personas endurecidas emocionalmente que se mueven por el poder, el dinero o ambas cosas. Las amistades profundas son inusuales en esta serie de competitividad y luchas sin cuartel incluso cuando se supone que se trata de defender la ley.
Eso no es un obstáculo para que el visionado de la obra provoque placer. Por una parte, nos permite observar fascinados a los principales lobos de la jauría, y todos sabemos (recordemos Breaking bad o Mad men, 24 o Dexter) que tendemos a gozar viendo las aventuras crueles de arribistas y justicieros que hacen lo que nunca haríamos, o quizá lo que no nos atrevemos a hacer. Billions, además, nos ofrece una segunda gratificación cuando nos muestra que estos mismos personajes tienen su corazoncito, su sentido de la familia o de una cierta lealtad. Doble placer para el espectador.
La hora de la venganza
La tercera temporada de Billions acababa con un giro inesperado. Los antiguos adversarios irreconciliables, el fiscal (Rhoades) y su principal objetivo al inicio de la serie (Axelrod), acaban charlando sobre sus respectivos enemigos: el fiscal general de los Estados Unidos, Jock Jeffcoat, y una antigua empleada de Axe Capital. La situación de ambos es muy diferente. Rhoades ha perdido su trabajo, mientras que Axelrod sigue liderando una firma de inversión debilitada pero poderosa. Ambos han sido traicionados por personas de su confianza, y ambos comparten el objetivo de vengarse. Wendy Rhoades, esposa del primero y amiga del segundo, podrá ayudarles ahora que se ha desvanecido cualquier conflicto de interés.
A lo largo de tres años, ya habíamos visto duras llamadas al orden, manipulaciones y castigos de todo tipo. Solo hay que recordar cómo la exesposa de Axelrod detenía un problema de imagen con una conducta pseudomafiosa adaptada a la alta sociedad estadounidense: no se trataba de dejar cabezas de caballo en la cama de la persona odiada, sino de vetar el ingreso de su hijo en una universidad de élite. La cuarta temporada promete apretar el acelerador: ¿ha llegado la hora de la venganza en estado puro? El antiguo fiscal tendrá como objetivos a Jeffcoat y a Bryan Connerty, antiguo aliado, uno de los cadáveres que había dejado a lo largo del camino... y sucesor provisional después de haberle traicionado.
Axelrod, por su parte, querrá acabar con la nueva competencia de la que anteriormente había sido su joven colaboradora, Taylor Mason, sin perder de vista a un despiadado y oscuro multimillonario, Grigor Andolov (interpretado por un John Malkovich en modo glacialmente amenazante), capaz de decirle al financiero protagonista que no puede invertir su dinero porque no está dispuesto a matar (literalmente) por él. Axelrod tendrá que hacer equilibrios: vengarse de Mason sin perjudicar a Andolov, que ha depositado parte de su fortuna en manos de esta.
Lo que no parece claro es que los responsables de la serie se puedan permitir una liquidación total de Mason, una geek que se ha convertido en uno de los personajes más enigmáticos y atractivos de la serie. No en vano, Mason es interpretada por Asia Kate Dilon, una activista LGTBIQ de género no binario, que traslada a la serie su apariencia andrógina en la vida real.
Sus iniciativas tecnológicas nos recuerdan una realidad que Billions no nos muestra: que la especulación bursátil está cada vez más en manos de las operaciones computerizadas a altísima velocidad, sin intervención alguna del ser humano.
Una curiosidad de Billions es que uno de sus co-creadores es el periodista especializado en economía Andrew Ross Sorkin. Sorkin, sin ninguna relación con el Aaron Sorkin de El ala oeste de la Casa Blanca o The newsroom, firmó Too big to fail, un libro sobre la gestión del crack hipotecario estadounidense que se convirtió en el telefilme Malas noticias. En la película, los agentes reguladores de la economía se convertían en héroes impotentes de la historia: el sector financiero se comportaba de manera destructiva y temeraria, pero no se podía hacer nada contra ello porque supondría ir contra la sagrada libertad de los mercados.
En la primera incursión de Sorkin en el mundo de las series, Billions, el sector financiero, sus reguladores y los fiscales comparten protagonismo en plano de igualdad. Al principio puede parecer que hay héroes y villanos, pero las fronteras se van diluyendo. Los creadores de la ficción, que se inspiran libremente en varios casos reales, nos sugieren que estos mundos no difieren demasiado: en todos ellos tienen lugar luchas de poder despiadadas, conspiraciones de despacho, retorcidos ajustes de cuentas y constantes dentelladas para marcar territorio.