Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) acaba de estrenar Buena conducta, producida por el canal estadounidense TNT y que se rodó en Carolina del Norte el año pasado. La serie se centra en la historia de una ladrona de poca monta (Michelle Dockery) que tiene la mala suerte de cruzarse en el camino de un asesino a sueldo, interpretado por Botto.
Sus dos primeros capítulos, a medio camino entre el thriller y la comedia, se estrenaron hace una semana y este martes 22 llega el siguiente, disponible en varias plataformas españolas como Movistar+. Botto acaba de regresar de la presentación de la serie en Nueva York, con una promoción intensísima. Pero no se le nota especialmente cansado.
¿Cómo acabó en Carolina del Norte rodando una serie para TNT como Buena conducta?Buena conducta
Tengo agentes que mandan las pruebas que grabas desde aquí en vídeo. En el 98% de los casos, se queda en nada porque no hay suerte. En este caso les gustó. Por cierto, me ayudó Nathalie Poza con el personaje de Michelle. Estoy en deuda con ella. Después de varias pruebas más me escogieron. Me alegré muchísimo porque la historia me gustaba mucho: es un personaje enigmático, algo que siempre me interesa, y que tiene mucho recorrido al lado de una ladrona, alcohólica, mentirosa… Es decir, ella es una persona que trata de buscar su camino y él es alguien que ya lo tiene: matar gente por dinero.
El primer capítulo parece que es autoconclusivo pero justo al final se nos desvela como serial.
Justo. De hecho, ellos querían jugar con el espectador y tuvieron la idea de no poner mi nombre en los títulos de crédito del primer capítulo. Querían vender la idea de que Javier, mi personaje, no aparecería más que en un capítulo. Pero al final del primero te revelan que no es así: la serie es fundamentalmente la relación entre ellos dos.
¿Conocía el trabajo de Michelle Dockery?
Sobre todo, a partir de que me dijeron que iba a estar en la serie. ¡No había visto Downtown Abbey! Es una actriz brutal: te descoloca porque estás hablando con ella, dicen “en treinta, ¡motor!” y entra en papel directamente. Como yo tengo un proceso previo, hasta que te acostumbras a su forma de interpretar… Me gusta mucho trabajar con ella, nos lo hemos pasado muy bien en el curro.
En Buena conducta hay thriller, juego de equívocos y drama pero también momentos screwball comedy de los cuarenta.Buena conductascrewball comedy
Es una relación enferma y divertida. Hay un doble juego: el humor, que a veces tira de la historia, y el drama, como la relación de ella con su madre que sería el corazón de la serie. Como nunca sabes cuál manda, es muy difícil ir por delante. Pero también hay otra cosa que tiene que ver con las clases sociales: son dos desarrapados a los que les encanta vivir de puta madre. Aún así, cuando ven a mujeres y hombres como los del segundo capítulo, que tienen dinero y les encanta veranear en Bora Bora, hay un punto de “si total… aunque los mate…”.
Hay un diálogo que refleja a su personaje y que es lo contrario a usted en su vida civil. Le pregunta ella: “¿Por qué matas gente?” y él responde: “Es que si no lo hago yo, lo hará otro”.
Me gusta mucho de él que, por un lado, es un tipo que mata gente, un amoral, pero, por otro, no es un psicópata: no encuentra placer en el asesinato, incluso llega a empatizar con sus víctimas. Pero es su trabajo y le gustan las normas de su trabajo. Casar estas cosas era un desafío para mi personaje.
Lo increíble son las buenas críticas que ha tenido. En TNT están muy contentos porque apuestan por un nuevo tipo de series marcado por la tele que se está haciendo hoy allá: más riesgo, un público más joven…
¿Cómo pasa mentalmente de la no-industria española, donde hay un 92% de paro entre los actores, a ese mundo?
Pensé mucho en ello y me planteé descubrir el secreto. Miraba a los directores, y no son mejores, a los técnicos, y no son mejores, a los guionistas, y no son mejores. Lo que tienen son todos los medios. Si esta gente viese cómo trabajamos en España... no se lo creerían. Las series que se hacen en España son muy buenas y si tuviésemos el presupuesto de allí, serían alucinantes.
Fuera de esto, ¿cómo se llega a tener tanto paro entre los actores? ¿Hay superpoblación o les han cortado las alas?
El desprecio en este país a la cultura es casi endémico. Se ve muy acentuado desde la llegada del PP al Gobierno, que casi es un odio personal. Pero tampoco los años anteriores, con el PSOE, fueron nada idílico: su gestión de las televisiones fue terrible. Con el 5% hubo mucha manga ancha, convirtieron a TVE en un no-agente de producción. ¡Y ya lo del PP!
No es solo la subida del IVA. Hace poco se publicó un informe que detallaba cómo la inversión en cultura había aumentado en todos los países europeos excepto en España, que se había visto reducida en un 60% desde el inicio de la crisis. No se entiende que en nuestro país, con todas las conexiones que tenemos con Latinoamérica, la cultura no sea cuestión de Estado e independiente de quién gobierne, como en Francia.
Pero siguen ganando, lo cual puede significar un respaldo para sus no-políticas culturales.
Creo que la cuestión cultural está muy lejos de ser lo nuclear en los debates políticos porque no hace ganar elecciones. La cultura se la ha ido soplando a todo el mundo y se ha conseguido que no preocupe a nadie.
Sí hay una parte que es una victoria por parte de algunos sectores de la derecha. A partir de 2003, desde el “No a la guerra”, se inicia una campaña por parte de los medios conservadores, a los que hay que sumar a los medios que antes no eran conservadores y ahora lo son mucho, donde se ha equiparado a la gente que nos dedicamos a la cultura con una élite hipersubvencionada: una suerte de parásitos que vivimos del Estado. Este mensaje ha calado tanto que la gente dice “¡qué les den!” cuando no es real: los actores ni tenemos subvenciones, ni hay tales subvenciones. De hecho, la mayoría ni vive de esto. Según el informe de AISGE, ¡están todos en paro! ¡Solo un 8% vive de su trabajo!
Una cosa paralela ocurrió en EEUU: gran parte de los actores de Hollywood apoyaron a Hillary Clinton y la parte central del país, en sus casas de Texas o Oklahoma, les dijo '¿de qué vais?'.
El gran error de los demócratas fue no darse cuenta de que en esta partida el que podría haber plantado cara era Bernie Sanders. El gran acierto de Trump fue hablar de los trabajadores. Trump se dirigió a la clase media depauperada y a la baja, prometiéndoles traer de nuevo las fábricas a EEUU, y se dio cuenta de lo mismo que Sanders, que fue lo que le dijo Clinton a Bush: “Es la economía, estúpido”.
Bernie había centrado su campaña en la clase trabajadora con un discurso de no salvar bancos, atacar Wall Street... A la misma gente que apeló Trump, pero añadiéndole un discurso xenófobo y sexista. Muchos votantes que apoyaban a Sanders, no votaron por Hillary y sí por Trump porque era la candidata de Wall Street. Esto, desde una perspectiva europea, de partidos y no de personas, no se entiende. Y dentro de esta lógica, cuando vivo en una clase media depauperada y veo que Leonardo DiCaprio, que puede estar cobrando 15 millones por película, apoya a Hillary, pues voto para joderle también.
Rajoy, apelando a la clase obrera en los pueblos y a caminar rápido, también hizo una campaña estratégicamente impecable basada en este planteamiento.
El maestro del populismo es el PP. Lo bien que manejan la esencia del populismo, que es un discurso entre alcachofas o dar besos a los nenes, indica que saben perfectamente en qué país estamos.
¿Cuándo le empezó a gustar ser actor?
Empecé a trabajar a los cinco años por casualidad porque mi madre se dedica a esto y la buscaron para una cosa donde también necesitaban a un niño. Acepté porque iba a faltar al colegio un par de días. Yo era muy tímido y veníamos de una situación familiar muy conflictiva: el exilio, la no pertenencia... En un rodaje todo el mundo te mima, te cuida. Luego hubo un momento donde empecé a ver mi trabajo, cuando tenía catorce o quince años, y tuve conciencia de que uno también podía hacer esto mal. Ahí es cuando decidí empezar a estudiar en la escuela de mi madre y en EEUU.
Al volver, me cogen para Historias del Kronen y, después de esta película, tuve tres años de no parar. Creo que fue al terminar En brazos de la mujer madura cuando tuve un desencuentro con la profesión: por agotamiento, por pereza... y fue el teatro lo que me reconcilió con el oficio. Al cine regresé al cabo de dos años con una película a la que le tengo cariño: Novios, de Joaquín Oristrell, porque fue la primera vez que alguien pensó en mí para hacer comedia porque yo en mi carrera casi siempre he hecho personajes intensos y muy dramáticos.
Y, casi como culminación de un proceso, su obra teatral Un trozo invisible de este mundo.Un trozo invisible de este mundo
Estaba en un momento de transición cuando la escribí. Ya no era el chaval de Kronen y pasaba un momento personal duro porque se juzgaba en Argentina la desaparición de mi padre durante la dictadura de Videla. Sentí la necesidad de escribir sobre la memoria.
¿Puede asimilarse la desaparición de un padre?
Te conforma durante toda tu vida. No se va: es lo que tú eres. Soy así porque vivimos esta circunstancia: mi personalidad depende de que a mi padre lo mataron, nos tuvimos que exiliar a Madrid con una situación económica muy difícil.
¿En Argentina también les piden olvidar, como ocurre en España con los desaparecidos del franquismo?
Ni mucho menos. En los últimos años, especialmente en el periodo de Kirchner, hubo en Argentina un reconocimiento muy notable: se terminó la Ley de Punto Final. Se reabrieron todos los juicios y ocurre un hecho fundacional cuando Néstor Kirchner va a la Escuela de Mecánica, ve colgado un cartel de Videla y ordena a un general que lo descuelgue inmediatamente.
Esto de recordar o de posicionarse públicamente, ¿le ha pasado factura?
Me da igual. Inevitablemente, seguro que pasa una factura pero yo no he dejado de trabajar. No me puedo quejar: aún así, sí sabes de proyectos que suena eso de es que el Botto... En cualquier caso, creo que la fantasía esta de obrar para que te quiera todo el mundo no tiene mucho sentido: me quedo más tranquilo defendiendo lo que pienso.
Le noto contento.
Mucho. Vengo de hacer Un trozo invisible. Ahora, Buena conducta y, pronto, un proyecto muy pequeñito, Los comensales de Sergio Villanueva, sobre cuatro actores hablando de teatro. Está rodada en un día y es una mezcla entre un documental y una película de Louis Malle.