La primera medida de la nueva Junta Directiva de la SGAE, presidida por Fermín Cabal tras la moción de censura contra Pilar Jurado, ha sido la destitución de la vicepresidenta Inma Serrano. La sociedad de autores contempla cuatro vicepresidencias, una por colegio, y Serrano representaba al de pequeño derecho, el que agrupa a los músicos.
La decisión se tomó el pasado viernes 17 de abril, en la primera reunión de la Junta. Así como la designación de Pablo Salinas como nuevo vicepresidente por parte del colegio de pequeño derecho y la entrada del miembro de la junta Teo Cardalda en el otro órgano de gobierno de la SGAE, el Consejo de Dirección.
Los miembros de cada colegio son los encargados, mediante unas elecciones parciales, de elegir quién lo preside y, por tanto, a qué personas sitúa en las vicepresidencias y en los asientos correspondientes de la Junta Directiva. La destitución de Inma Serrano ha sido llamativa al romper la autonomía de cada colegio para elegir quién los representa; esta destitución se ha producido con los votos de los miembros de otros colegios de la Junta Directiva.
De igual manera, la elección del músico y productor Pedro Salinas se ha realizado con votos de miembros de otros colegios profesionales, en contra de la postura mayoritaria del colegio al que pertenece, el de los músicos. Esta es una circunstancia que ha cogido por sorpresa a los músicos, pues nunca antes había ocurrido. Ya se ha producido el traspaso de responsabilidades de Serrano a Salinas, el cual ha recibido información sobre las inquietudes del colegio, de los socios y de los problemas de atención más inmediata, como son las ayudas económicas a los socios afectados por Covid-19, que todavía están pendientes de ser gestionadas. Salinas ha sustituido a Serrano, también, en el Consejo de Dirección de la Sgae.
La cantautora ha aceptado la destitución como vicepresidenta pero no ha abandonado su asiento en la Junta. Serrano era una de las personas de confianza de la anterior presidenta, Pilar Jurado, la cual fue expulsada de su cargo con una moción de censura tras un año y dos meses desde que llegó a él, precisamente también mediante una moción de censura al presidente anterior, José Ángel Hevia.
Fuentes conocedoras de la situación interna de la SGAE analizan este movimiento como parte de una estrategia de “escisión” o “división” del colegio de pequeño derecho para que las personas que representan a otros colegios, como es el caso de Fermín Cabal para el de gran derecho (artes escénicas) o el de Antonio Onetti (obras audiovisuales), puedan acaparar apoyos por parte del más numeroso, mayoritario y decisivo para la toma de decisiones, que es el colectivo de los músicos.
El desequilibrio en la SGAE es evidente, pues recaudan más dinero los derechos asociados a la música que a otras artes. Esa proporcionalidad se manifiesta en asientos en la Junta Directiva y, por tanto, en la toma de decisiones. Solo consiguiendo que el colegio de pequeño derecho no vote en bloque, pueden los otros colegios hacerse con la presidencia de la entidad.
El presidente interino Fermín Cabal no puede ostentar el cargo más de un mes y debe dar los pasos para que la Junta elija un nuevo presidente en ese tiempo y de entre sus miembros. Aunque tanto algunos socios como la confederación europea CISAC exigen elecciones en asamblea, los estatutos solo indican que la Junta debe designar al presidente o presidenta. Lo lógico sería que uno de los cuatro vicepresidentes se pusiera a la cabeza de la entidad: el interino Fermín Cabal, el recién llegado Pablo Salinas, Laura Prieto Guijarro (por parte del colegio de editoriales musicales) o el guionista Antonio Onetti, que es el que parece postularse como favorito. Antonio Onetti ha preferido no comentar los motivos de la destitución de Inma Serrano. Fuentes internas apuntan que no se han dado argumentos para la destitución y que el procedimiento utilizado es una injerencia en el funcionamiento habitual de los colegios de la Sociedad General de Autores.
La Junta Directiva de la SGAE se enfrenta a un futuro incierto, debido al drástico descenso de ingresos debido al coronavirus por derechos de reproducción de los espectáculos en vivo, el uso en televisión o películas (sincronizaciones), así como el cobro de las tarifas de licencias de todo tipo de negocios en los que se reproduzca obras musicales o audiovisuales que formen parte del repertorio: desde un bar con hilo musical hasta un gimnasio o una boda.
Esto se une a una cuentas que acumulan un imparable descenso en ingresos, así como de deuda por malas inversiones y a otro tipo de déficit: el de la mala imagen que arrastra la SGAE desde la detención de Teddy Bautista en 2011 durante la Operación Saga o el caso de la rueda, en investigación judicial.