En su biografía recordaba que su madre, peluquera, le peinaba cada día todos y cada uno de sus 56 rizos dorados. Así, con su cara angelical y peinado trabajado, se conviritió en la imagen infantil del primer tercio de Hollywood. Era la personificación de las muñecas que querían las niñas, y de las niñas que querían las madres. Un producto artificioso pero solvente y que aportaba unos beneficios increíbles.
La actriz falleció en la noche del lunes, según informa la BBC. Temple recibió el premio juvenil de los Oscar en 1934, cuando apenas tenía seis años, por ser “la niña que más felicidad había proporcionado al mundo”. Le resultó dificil continuar con su carrera actoral a partir de los años 50, aunque participó en más de 43 films antes de cumplir los 22.
Su debut cinematográfico llegaría a principios de los años 30, con títulos como Ojos cariñosos, Heidi, A little princess, Wee Willie Winkie o la serie Baby Burlesks. Pero según crecía, esa industria cinematográfica que la había moldeado, prescindía de ella. Una prueba de esto fue su prueba para el papel de Dorothy en El mago de Oz, que no consiguió e impulsó la carrera de su contendiente, Judy Garland. Y pese a trabajar con algunos de los caballeros más consagrados del panorama, como Cary Grant, John Wayne o Henry Fonda, no consiguió deshacerse del lastre de ingenuidad que la identificaba.
Más tarde desarrollaría su carrera en la política. En 1969, Richard Nixon la nombró delegada de las Naciones Unidas después de que, como modelo de promoción, le bonificase más de dos millones de dólares a su campaña de reelección. Poco después se convertiría embajadora de Estados Unidos en Ghana (1974-1977) y Checoslovaquia (1989-1992). “Mis únicos problemas han sido con personas que, al principio, se negaban a creer que había crecido desde mis películas”, acusaba la actriz a quienes criticaban la faceta diplomática de su vida adulta.
En 1972 le diagnosticaron un cáncer de pecho, que superó satisfactoriamente, y que le motivó para convertirse en una de las emisarias de la causa. Los detalles de su infancia, enfermedad, carrera y vida privada los reflejó en su autobiografía Child Star.
El comunicado que se ha emitido afirma que murió por causas naturales “rodeada de su familia y cuidadoras”. También añade que es honrada “por una vida de destacados logros como actriz, diplomática y como nuestra amada madre, abuela y bisabuela”.