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Ruido y silencio

Sinéad O'Connor y la maldición de la fama

Montero Glez

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Cuando el 3 de octubre de 1992, Sinéad O'Connor sacó una foto de Juan Pablo II y la rompió delante de las cámaras del Saturday Night Live, su carrera artística empezó a descarrilar. La cantante irlandesa no había nacido para ser una estrella pop. Estaba claro.

Ella misma lo asegura en sus memorias recientemente publicadas en castellano por Libros del Kultrum; una autobiografía que resulta lo más parecido a un truculento viaje a través del mundo del espectáculo, en el que Sinéad O'Connor se embarcó cuando la canción 'Nothing Compares 2 U' llegó al número uno en las listas de éxitos de todo el mundo. 

Para ser una estrella del pop se necesita, sobre todo lo demás, ser una buena chica, y Sinéad nunca lo fue. Su rebeldía, su manera de mirar las luces de la fama sin dejarse cegar, siempre fue más propia de una artista marginal que de una cantante superventas. Pocas veces sucede que en un mundo tan hermético se cuele alguien así. 

Hay que advertir que la canción 'Nothing Compares 2 U' no era suya. Ella tan solo la interpretaba de una manera elegante, con la voz balsámica de una mezzosoprano dispuesta a conmover al mundo con su deje soulero. Empezaban los años 90 y la industria discográfica necesitaba nuevas víctimas a las que chupar la sangre. Algo intuía Sinéad que, tras su exitosa gira, se había rapado la cabeza, retirándose a descansar a una casa alquilada desde donde podía verse el letrero de Hollywood. 

Una noche sonó el teléfono. Cuando lo cogió, se encontró con la voz del autor de su éxito 'Nothing Compares 2 U'. Era el mismísimo Prince que la invitaba a su mansión. Entonces empezó una peripecia que es más propia del túnel del terror que de la biografía de una cantante de éxito. Un coche vino a recogerla y la subió hasta la colina donde Prince esperaba al acecho. La tensión se masticaba en el ambiente y, desde un primer momento, ella supo que Prince buscaba maltratarla. 

Parece ser que echaron una guerra de almohadas con truco, pues la de Prince no tenía precisamente plumas. Al final, Sinéad logró escapar y salir a la carretera. Pero Prince la siguió con su coche. El acoso que sufrió solo se vive en las peores pesadillas. 

Por estas cosas, Sinéad afirma que lo de romper la foto del Papa en un programa de máxima audiencia no descarriló su carrera, sino todo lo contrario. Lo que realmente descarriló su carrera fue llegar a número uno en las listas de todo el mundo, convertirse en una estrella pop, en una víctima del sistema. 

Su profesor de cábala se lo avisó: ''¿Sabes que la fama es una maldición y el diablo es un caballero?'', le preguntó, para acto seguido apuntar: ''No olvides dejar la fiesta antes de que se emborrachen y empiecen a zurrarse entre ellos''. 

Sabias palabras, las de su profesor de cábala y que bien pueden aplicarse a todo el espectro de la sociedad del espectáculo, no solo a las estrellas pop, también a la política en su dimensión mercantil, la misma que hoy padecemos, donde la mayoría de nuestros representantes son tan vulgares que aspiran a ser icónicos. 

Hay que leer la biografía de Sinéad O'Connor para darse cuenta de que el éxito es el fracaso puesto bajo las luces del mundo del espectáculo.