Stefan Zweig, el judío que hubiera dicho “no” a Putin y Netanyahu
Relata el novelista austríaco Stefan Zweig (Viena, 1881) en su libro autobiográfico El mundo de ayer (Acantilado, 2012) que en los primeros años del siglo pasado viajó completamente de incógnito a Estados Unidos con la intención de saber cómo se sentía un migrante que llegaba al nuevo país sin ningún tipo de red de apoyo. Pero en cuanto pisó Nueva York, en la primera librería que encontró en su camino le sorprendió su propia imagen en el escaparate. No porque se viera reflejado en él, sino porque este estaba repleto de sus libros y una fotografía suya. Un rótulo indicaba que era el autor más leído del momento en la ciudad.
Llegó a serlo, y no por poco tiempo, en todo el mundo: el escritor y novelista más popular y traducido del orbe desde finales del siglo XIX hasta 1933, año en que el ascenso de Adolf Hitler y su ideología nacionalsocialista al poder en Alemania truncaron su carrera en los países de habla germana. El 'delito': ser judío. En 1936 el régimen nazi le deparó la proscripción y la prohibición de publicar cualquiera de sus textos, ya fueran en forma de libro, artículos de prensa o incluso libretos operísticos como el que escribió para la ópera de Richard Strauss La mujer silenciosa, de cuya ficha artística los nazis omitieron su nombre. La obra fue prohibida tras solo tres representaciones por contar con los textos del escritor.
A partir de entonces, y tras vivir la humillante quema de sus libros en 1938 en Salzburgo, en una pira organizada por la asociación nazi de profesores, decide mudarse a Londres para seguir con su actividad literaria. Pero ya nada volvió a ser lo mismo para Zweig, a pesar que en los últimos años de su vida escribió algunas de sus mejores obras, como el citado El mundo de ayer o La novela de ajedrez (Acantilado, 2013). En Italia también se le prohíbe y, tras la victoria franquista en España, su nombre desaparece de periódicos y librerías también en nuestro país.
Cancelado por el nazismo
“Su nombre era habitual en columnas y artículos de prensa durante las primeras décadas del siglo XX”, explica la también escritora Lluïsa Julià, que afirma que el autor viajó a Barcelona en los años 20 y quedó impresionado con la montaña y el santuario de Monserrat, tal como reflejó en uno de sus numerosos libros de viajes. “Pero a partir de 1939 desaparece completamente de las páginas de los diarios y, de hecho, en La Vanguardia solo se escribe un obituario muy breve con razón de su muerte en Brasil en 1942”, añade.
Las palabras de Julià, que ostenta la vicepresidencia primera del Ateneu Barcelonès, han tenido lugar durante la inauguración de la exposición Stefan Zweig. Autor universal, que puede visitarse hasta el 31 de marzo en el patio de carruajes de la institución, en Barcelona. Se trata de una iniciativa del Foro Cultural de Austria, en colaboración con el Consulado General Honorario de Austria en la ciudad condal.
La misma comprende diversos manuscritos y cartas de Zweig y también numerosos paneles donde se explica la importancia que tuvo en su tiempo su enorme producción literaria, así como la trascendencia del conjunto de su obra, tanto durante su vida como tras su suicidio, y que “se refleja en más de 100 películas inspiradas en sus escritos”, según asegura Arturo Larcati, comisario de la exposición y director del Centro Stefan Zweig de Salzburgo. Actualmente, además de la reedición de su obra en todo el mundo, esta ha saltado al mundo del cómic gracias a autores como los franceses Guillaume Sorel y David Sala.
Precisamente Lluïsa Julià ha reivindicado esta recuperación de la figura de Zweig en la actualidad debido a su prolongada cancelación en España: “Estuvo publicado en castellano y catalán en los años 30, pero con el franquismo cayó en el silencio más absoluto y tuvieron que pasar 35 años hasta que Jaume Vallcorba, al mando de la editorial Quaderns Crema, lo rescatara para el gran público”.
Un autor superventas
Arturo Larcati, por su parte, ha incidido en que este prolongado silencio, que se extendió sobre Zweig tras su proscripción en numerosos países, fue especialmente sangrante para el autor debido a que fue uno de los primeros autores globales de ventas millonarias, lo que hoy se conoce como best seller: “Fue toda su vida un maestro del automarketing, el mejor vendedor de sí mismo que siempre vio su talento literario como una empresa que debía generar réditos; él trataba directamente con las editoriales sus contratos, sin mediación de agentes, y tenía amigos en todos los países, como Gorky en Rusia, que le hacían la promoción local”.
Su suicidio, en 1942 en el exilio de Brasil, no ayudó precisamente a recuperar su obra y, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, fue casi completamente olvidado para el público occidental. Sin embargo, matiza Larcati, “tuvo un peculiar éxito de ventas en China, Rusia y países como Alemania Oriental, donde fue restituido debido a que desde el comunismo se entendió que era un crítico del orden burgués”.
Europeísta radical
Ha sido en estas primeras décadas del siglo XXI, debido a las incógnitas que está planteando actualmente el mundo, cuando el foco ha regresado al escritor austríaco, “un judío viajero y cosmopolita que se consideraba a sí mismo un pacifista y un europeísta radical”, según Larcati, uno de sus mayores estudiosos y coautor del ensayo Stefan Zweig y la idea de Europa. El experto asegura que “para Zweig, la paz duradera en el continente europeo, frente a la agresividad de los nacionalismos, solo podía lograrse con una Europa unida bajo un mismo proyecto”.
“Fue un precursor”, añade el director del Centro Stefan Zweig de Salzburgo, quien también asegura que en el contexto actual la visión de Zweig del mundo y la humanidad siguen siendo vigentes: “Hoy Zweig se opondría a Putin en Ucrania y, siendo judío y sin duda condenando a Hamás y defendiendo el derecho a la vida de los israelíes secuestrados por esta organización, daría un no absoluto y rotundo a la respuesta de Netanyahu en Gaza”.
28