La ceremonia tuvo su broche con forma de caras de sorpresa y alegría por parte de los miembros del equipo de Stockholm. La Asociación de Informadores de Cine de España alegró la noche a la cinta de Rodrigo Sorogoyen, que ya habían perdido toda esperanza. “Voy de amarillo porque, total, no voy a subir al escenario”, decía una escéptica Aura Garrido que, si no subió como mejor actriz protagonista, si lo hizo para apoyar a sus compañeros de rodaje. “Es un sueño, no sabemos qué decir ni qué hacer” dijo el joven director, que también está nominado en la categoría novel de los Goya.
Así, esta película de presupuesto humilde y financiada por micromecenazgo se impuso ante valerosos contendientes como Caníbal o La Herida. El drama superó en campanazos a su categoría hermana.
La comedia ganadora de la noche, por encima de La Gran Familia Española, resultó ser 3 bodas de más, dirigida por Javier Ruiz Caldera. El equipo conquistó el escenario de los Cines Callao, incluida una vibrante Inma Cuesta vestida también de amarillo que, sin embargo, no logró el “feroz” a Mejor Actriz.
Esa estatuilla fue para la favorita, Marián Álvarez, que ya se llevó la Concha de Plata en San Sebastián y que sigue sumando puntos para el Goya por su dolorida y desorientada Ana de La Herida. La emoción de la intérprete se sumó a la del equipo entero de otra película de pequeño presupuesto que, al igual que Stockholm, no tenía ni siquiera garantía de llegar al día del estreno.
En la categoría masculina, Antonio de la Torre fue el vencedor por su frío Caníbal. El malagueño poco a poco se está convirtiendo en dueño y señor de los grandes escenarios cinematográficos. Siguiendo con los símiles, lo que Meryl Streep es a las Academias estadounidenses, de la Torre lo es a las españolas. Una gala no es tan gala si no cuenta con Antonio en su palmarés. Además fue de los pocos que tuvo un discurso de agradecimiento algo más político, citando a Mandela y al barrio del Gamonal. Conquistó a la platea diciendo que “todas las batallas se pueden ganar”. Un discurso que no se quedó en agua de borrajas porque salió precisamente de su boca. “La batalla contra la desigualdad la podemos ganar, porque somos más, mejores y porque tenemos razón”, puntualizó.
David Trueba, el más feroz
Otro de los triunfadores de la noche en esta ceremonia, que se presenta por primer año como antesala de los Goya, fue David Trueba, que ganó el “feroz” al mejor director y al mejor guión por Vivir es fácil con los ojos cerrados.
Tan sorprendido como los achispados de Stockholm, mostró una gran dosis de humildad. “Suelo perder siempre, supongo que lo habéis hecho para dar la nota”, bromeó el director que acumula más de una decena de nominaciones a los Goya.
Trueba homenajeó en el atril a dos grandes mujeres. La primera, Concha García Campoy, a la que hizo especial mención tras dedicarle el premio a los periodistas. El segundo a Cristina Huete, su productora y paladín del proyecto. “Cualquiera que ha sacado adelante una película este año se merece, no un premio sino un homenaje de la Agencia Tributaria”, añadió tras olvidarse de sus compañeros nominados. En su segundo discurso, más sereno, lo solucionó y todo el mundo contento.
Las Brujas de Zugarramurdi, que partía con seis candidaturas, se llevó las de los actores de reparto. Terele Pávez y Mario Casas, fueron los secundarios más feroces, mientras que Hugo Silva o Alex de la Iglesia, se fueron sin nada bajo el brazo. Si Pávez se lo agradeció a De la Iglesia y se lo dedicó a su hijo, los agradecimientos de Casas llegaron en grabación de vídeo desde Colombia, donde está rodando Los 33 con Antonio Banderas.
La platea se rinde ante Sacristán
Alexandra Jiménez fue una dignísima anfitriona de la gala. Pese a la precariedad de los videos, del guión y del montaje, su humor ácido y su actuación resuelta salvaron la noche. El eslógan de la gala era que la industria del cine español “se ría de sí misma”, sobre todo en un año en el que ha sido más que vapuleada. Su ovación final, animada por Candela Peña, fue una de las más sonadas.
Sin embargo, nada tiene que envidiarle la que recibió José Sacristán. Otro grande, Gonzalo Suárez le otorgó el Premio de Honor por sus 50 años en la profesión. El director de La Regenta pronunció un discurso algo torpe, pero ¿qué más se puede decir de Sacristán? Máxime cuando llevas medio siglo trabajando a su lado. Suárez lo tiene más que perdonado y, aunque no fuese así, el discurso de “Pepe” eclipsaría todo lo que se hubiese dicho anteriormente.
Su voz de barítono enmudeció los cines y los invitados cayeron rendidos ante las palabras de Sacristán. “Que el aullido de este 'feroz' sea largo y profundo, y que nos reconozcamos todos”, pidió el actor. “Nos necesitamos todos, peliculeros y pregoneros, en un frente común en defensa de la película española”, añadió.
En cuanto a las categorías secundarias, el Premio Especial a la película que hubiera merecido una mejor trayectoria comercial fue para Ilusión de Daniel Castro. Pedro Almodóvar sólo subió al escenario para recoger el premio al Mejor Tráiler por Los amantes pasajeros y que tuvo que compartir con otra 'pequeña', Gente en sitios, de Juan Cavestany.
Los momentos olvidables de la gala, que no ayudaron ni de lejos a los monólogos de la presentadora, fueron los otros humoristas que quisieron hacer de bálsamo cómico. Ni el tsunami de Lo Imposible ni Pancho de Verano Azul dieron la talla. Como anécdota graciosa, que los viandantes madrileños piensen que Caníbal va sobre unas modelos que contratan a un hombre que se coma “lo que sobra”. Anécdota o reflejo social. A gusto del consumidor.