Sylvia Plath, la gran poeta mártir del feminismo norteamericano, no se limitó a escribir uno de los libros de poemas más magnéticos y violentos en lengua inglesa. La norteamericana dividió su talento entre la escritura y la pintura, el dibujo, la tinta o carboncillo, una actividad que le aportó gran felicidad en sus primeros años junto a Ted Hughes.
Son precisamente esos “Dibujos” los que se recojen en el bello volumen de Nórdica, una colección que ha sido posible gracias a Freda Hughes, hija de Ptah y autora del prólogo del libro, además de la única superviviente de la familia Plath-Hughes. Después del suicidio de su madre y de su hermano y la muerte del propio Hughes en 1998. El poeta guardaba esta colección de dibujos y fue él mismo quien, antes de morir, se los regaló a sus hijos Freda y Nicholas.
Una poeta en Benidorm
Así lo cuenta Freda en el libro. “Aunque mi padre repartió los dibujos entre los dos, mi hermano me pidió que los guardase todos yo y los conservase hasta que, cuando tuviéramos tiempo suficiente, pudiéramos organizar una exposición para exhibirlos. Pero la vida se interpuso y pasaron los años, y luego, trágicamente, el 16 de marzo de 2009, mi hermano también se suicidó”.
Los dibujos, que se expusieron por primera vez en 2011, quedan así recopilados en un libro que muestran la avidez creativa de la autora de Ariel. Famosa como poeta testimonial, transcendente, intensa y visionaria, en Inglaterra, Francia, España y Estados Unidos, este legado se une a su famosa novela confesional La campana de cristal, considerada la versión femenina de El Guardián entre el centeno. Son obras que arrojan luz sobre los años felices con su gran amor, Ted Hughes, cconsiderado por muchos responsable del suicidio de la poeta, guardián protector -y, en el caso de dos de sus diarios, destructor- de su legado.
Los dibujos fueron realizados cuando Plath y Hughes se conocieron y se casaron cuatro meses más tarde, cuando ella vivía en Cambridge con una beca. Juntos viajaron a París y a Benidorm de luna de miel. Esto fue mucho tiempo antes de que Hugues tuviera un romance con la traductora judía Assia wevil y Plath le echara de la casa donde vivían con sus dos hijos, y mucho antes de sucumbir a la depresión y meter la cabeza en el horno del gas, en febrero de 1963.
Paisajes, escenas de la cocina española, con fogones, botellas de aceite, lechera y ollas, vacas, casas; barcos, tiestos, naturalezas muertas, cafés, tejados, o botellas de Chianti o de Beaujolais, o kioscos de prensa parisinos, bocetos y hasta un retrato de Ted Hughes conforman el material de la Sylvia Plath dibujante.
Plathiana comentada
Para delicia de los coleccionistas de “plathiana”, los dibujos van acompañados de cartas y fragmentos de su diario. “Nos cansó mucho el viaje, pero en gran medida fue divertido. disfrute la última semana en Benidorm más que ninguna hasta la fecha, como si estuviera despertándome a la ciudad, deambulé con Ted haciendo bocetos detallados con pluma y tinta, mientras él leía, escribía o meditaba sin más, sentado a mi lado”, le dice Plath a su madre Aurelia Plath en una carta escrita en 1956, recogida en Cartas a mi madre.
“Espera a ver estos pocos de Benidorm; los mejores que he hecho en toda mi vida, líneas y sombreados muy marcados y refinados; asuntos muy difíciles también...” En otra carta a la madre se refiere a Benidorm como “ese encantador pueblecito español en el que pasamos cinco semanas en nuestra luna de miel”.
“En su última recopilación de poemas, Cartas de cumpleaños, mi padre menciona los dibujos de mi madre- cuenta Freda Hughes en el prólogo. -En su poema Dibujar, describe como el propio acto calmaba a mi madre, y cómo se concentraba y tranquilizaba, y cómo, a medida que las hora ardían, torturaban a los objetos que representaba hasta que éstos ocupaban su posición definitiva...”.
Otras obras de arte de la poeta, junto con bocetos y dibujos en cartas y postales, se hallan en el archivo de la poeta en la Mortimer Rare Book Room de Smith College, Massachusetts, y en la Lilly Library, en Blooomington (Indiana).