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ENTREVISTA

Alberto San Juan: “Lorca percibió que el capitalismo es incompatible con la vida”

Con Nueva York en un poeta, Alberto San Juan ha conseguido otra pequeña victoria subiendo esa cuesta que explicitaba Arturo Barea en La forja de un rebelde. En esta ocasión la cuesta es más teatral, desde un pequeño teatro independiente de Madrid, el Teatro del Barrio, al más comercial Teatro Bellas Artes. Allí todos los lunes por la noche, San Juan y su banda (Claudio de Casas a la guitarra, Pablo Navarro al contrabajo, Gabriel Marijuán a la batería y Miguel Malla al saxo y clarinete) mostrarán este trabajo basado en el libro Poeta en Nueva York y la conferencia que diera Federico García Lorca en la Residencia de señoritas nada más volver de su viaje por Estados Unidos y Cuba.

Hoy en día uno se puede encontrar a Alberto San Juan en Rodalquilar recitando la prosa amarga de Campos de Níjar de Goytisolo, estrenando una obra sobre poemas de Antonio Machado o aliándose con el guitarrista Fernando Egozcue en espectáculos donde cabe desde el poema hasta el chiste. San Juan dice comenzar una nueva etapa, una más de juglar, de titiritero. Se le ve en cierto modo aliviado del peso de haber dirigido y gestionado durante más de cinco años el Teatro del Barrio. Etapa en la que el actor pudo crecer como autor y director con obras como Ruz-Bárcenas o El Rey.

Se le ve maduro y guasón, tranquilo en su barrio del centro de la capital. Además, dentro de poco estrenará con Álex de la Iglesia El cuarto pasajero, película que protagoniza junto con Blanca Suárez, Ernesto Alterio y Rubén Cortada; y Test, obra de teatro de Jordi Vallejo que triunfó en Barcelona y que ahora lleva al cine Dani de la Orden. Lejos quedan ya los más de 15 años con la compañía Animalario que cesó andadura allá por el 2012. Años de juventud, fama mediática y estrenos de gran éxito como Alejandro y Ana: lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente (2003) o Urtain (2008). Pero esta etapa de juglar que dice ahora comenzar realmente se inauguró justo antes de que se abriese el Teatro del Barrio en diciembre de 2013 con una obra, Autorretrato de un joven capitalista español, que lleva girando por toda España más de ocho años. “La hice por última vez este verano, creo que ya no lo voy a hacer más”, afirma San Juan.

En la obra que presenta ahora también está esa raíz inconformista con la realidad política presente en los trabajos que lleva realizando desde 2012: “Yo denuncio a toda la gente que ignora a la otra mitad, la mitad irredimible que levanta sus montes de cemento donde laten los corazones de los animalitos que se olvidan y donde caeremos todos en la última fiesta de los taladros. Os escupo en la cara”, llega a decir Lorca en su poema Nueva York.

La conferencia que da en el año 30 es la hostia. La obra sigue a pie juntillas la conferencia que dio en la Residencia de Señoritas en Madrid. La gente, después de ver la obra, me dice que le he metido mano a Lorca y qué va, es literal. No se pueden creer que lo que digo esté escrito hace cien años. Describe muy bien el momento actual. Lógicamente hay un espejo muy claro entre una época y otra. Lorca está en Nueva York cuando ocurre el crac de la bolsa en 1929, la mayor crisis del capitalismo mundial a la que le ha seguido la del 2008, cuyos efectos hoy seguimos padeciendo. Pero además de presenciar ese reventón, Lorca viene de una España rural y agraria y llega a una sociedad capitalista avanzada. Entra en shock. Y hace una crítica profundísima de lo que ve. Lorca percibió que el sistema capitalista no es compatible con la vida. Llega a decir que es: “un sistema económico cruel al que pronto habrá que cortarle el cuello”.

La gente me dice que he metido mano a Lorca, no se pueden creer que lo que digo esté escrito hace cien años

En la obra están los poemas: La Aurora de Nueva York, 1910. Intermedio, Oda al rey de Harlem, Danza de la muerte, Paisaje de la multitud que vomita, Grito hacia Roma, Son de negros de Cuba y un poema suelto El poeta pide ayuda a la virgen ¿Los poemas son dichos íntegramente?

Dos de ellos no porque no soy capaz. Primero su longitud es considerable pero más allá de eso es porque contienen zonas de misterio que me resultan inaccesibles, de momento. Son Oda al rey de Harlem y Danza de la muerte. Hay poemas que entiendo racionalmente, otros emocionalmente por el ritmo de su belleza y musicalidad, pero hay otros que ni por un lado ni por otro. Hay imágenes de una claridad radical como cuando habla del capitalismo y dice que es “un sistema económico cruel al que pronto habrá que cortarle el cuello”, y hay imágenes de un enorme misterio, unas las asumo, otras no soy capaz. Y para decirlas como un loro prefiero no decirlas. Creo que el montaje llega maduro y abierto al Bellas Artes, poco a poco he ido interiorizando, encarnando cada texto.

¿Qué motivó esta nueva etapa más de juglar, siempre con el mismo traje negro en escena, sin escenografía, de pura comunicación con el público e inmerso en un teatro político y de denuncia que recuerda al teatro de Dario Fo?

Hablar sobre la situación política de este país era una necesidad personal. Y además, tenía un hambre por conocer, por ignorar menos. Y me di cuenta de que esa hambre estaba muy extendida. A la gente le interesaba. Encontrar un espacio propio donde no tener miedo al ridículo y trabajarme como materia prima. Y sí, siempre utilizo dos trajes negros. El esmoquin que me regalaron para la gala de los Goya de 2009 (edición en el que San Juan recibe el premio a la mejor interpretación por Bajo las estrellas), que debe ser muy buen paño porque aguanta bien. Y el otro es el traje que llevaba en la obra de Hamlet dirigida por Will Keen en 2012.

El cambio hacia un teatro de urgencia, de denuncia política, que comenzó con Autorretrato, abrió una veta documental y de revisión histórica en su trabajo.

En 2012 Animalario se había disuelto, me quedé sin fuente de ingresos estable. Me dije que tenía que hacer algo que no costase un duro. Necesitaba dos cosas: encontrar un modo de poder trabajar con total libertad, sin dirección, sin producción, sin vestuarista, sin escenografía. Y, quizá lo más importante, afrontar la necesidad de saber cómo habíamos llegado a esto, porque una supuesta democracia estable y próspera de pronto se rebelaba como una democracia fallida, corrupta e inmadura. Cómo era posible que se disparara el paro, los desahucios, la precariedad, la pobreza… Y necesariamente había que tirar para atrás, al momento en el que se dieron los grandes acuerdos que fundaron nuestra vida en común: la Transición.

Estoy elucubrando un espectáculo a cerca de la fundación de España sobre unas bases excluyentes, que ha generado unos problemas gordísimos que todavía persisten

¿Va a continuar con este tipo de línea teatral?

Estoy elucubrando un nuevo espectáculo en este formato de juglar-titiritero, tiene que ver con la historia del concepto de España, desde la Edad Media hasta ahora. Cómo pasamos de poder ser judío, árabe o cristiano a, de repente, tras una guerra de colonización, solo poder ser cristiano. Esa fundación de España sobre unas bases excluyentes ha generado unos problemas gordísimos que todavía persisten. Pero también creo que eso no es inamovible, se puede reformular la idea de España, hay suficientes elementos esperanzadores para hacerlo, para construir una comunidad en la que nadie resulte excluido. Quiero montarlo acompañado por una banda de pasodobles, como si fuera una banda municipal de pequeño formato.

Ahora ¿se encuentra más liberado después de cinco años dirigiendo el Teatro del Barrio?

Desde hace dos años estoy fuera de su gestión. Y sí, fueron cinco años de inmersión total, de dirigir la programación y las actividades y de producir una obra al año en la que dirigía, escribía o actuaba. Ahora lo dirige Ana Belén Santiago. La cooperativa del Teatro del Barrio se creó entre diez personas. Ahora ya no somos diez, somos quinientos cincuenta cooperativistas. La idea era que el teatro no dependiera de una persona o un grupo de personas. Al principio se identificó mucho conmigo, incluso la gente me decía “tu teatro”. Nada más lejos.

Una sala de pequeño formato en Madrid es casi un milagro. El primer escollo es solventar alquileres que son gravosos y mensuales. El Teatro del Barrio no tiene escuela donde sustentarse económicamente como otras salas en Madrid, Replika, Mirador, Cuarta Pared… ¿Cómo lo han conseguido?

Gracias a las producciones propias y a las giras. Ese es el sustento del Teatro del Barrio. Y la taquilla del teatro. Ha habido épocas muy buenas como con la gira de la obra El Rey, que generó un superávit, Ruz-Bárcenas o ahora que están Malena Alterio y Luis Bermejo con Los que hablan de Pablo del Rosal. Son producciones pequeñas, el margen de beneficio es poco, pero sumando bolo tras bolo se hace dinero. También ha habido épocas malas en las que hemos tenido que tirar del capital social, de las cuotas de 100 euros de los 550 socios. Luego hemos podido reponerlo, pero hubo épocas duras, sí.

No me importan los partidos políticos, las banderas ni las siglas. La forma de organizarse de los partidos políticos es jerárquica y eso no me sirve

Últimamente se lee con frecuencia: Alberto San Juan ya no es de Podemos, ¿podría explicar mejor su relación y posición?

Mi vinculación orgánica con el partido duró menos de un año y fue para apoyar a Miguel Urbán. Pero he votado a Podemos desde que se fundó y en las siguientes me va sonando muy bien lo que dice Yolanda Diez de organizar una estructura confederal para concurrir a las elecciones en la que no predomine ningún partido político. No me importan los partidos políticos, las banderas ni las siglas. La forma de organizarse de los partidos políticos no me sirve. Son jerárquicas. Esto no me interesa. El ámbito institucional y electoral es uno de los frentes pero no es el único, ni siquiera el más importante. Para transformar la sociedad hay que seguir desarrollando una institucionalidad alternativa que surja de la sociedad civil, algo que se hizo muy evidente en el 15-M. Creo que esa energía se la comió demasiado el ir hacia lo electoral. Ahora hay que recuperar ese vigor. Sigue habiendo mucha gente en el ámbito de la comunicación, de la vivienda, de la sanidad, de la energía o de la educación que lucha por la transformación social. Y me parece que hay que trabajar en tender puentes entre las instituciones y la calle. Pero la calle no son manifestaciones, la calle es trabajo.

Por tanto, ¿no le costó más en las últimas elecciones al Ayuntamiento de Madrid y a la Comunidad votar a Podemos?

No, porque siendo muy crítico con algunos aspectos de Pablo Iglesias, a la vez, le tengo aprecio y había gente en esa lista que me parecían muy buenos. Pero tengo muy claro que en las próximas elecciones votaré a Mónica García. Es más, creo que García y Yolanda Díaz se van a entender.