A pesar de haber sido escrita en 1955 en el París de la guerra fría, Nekrassov, la única pieza teatral en clave de comedia de Jean-Paul Sartre (1905-1980), se sigue viendo como si reflejara la actualidad política más palpitante. Tal vez podría decirse que los grandes autores consiguen imprimir un toque universal a sus obras, un marchamo aplicable a todo tiempo y lugar. Y Sartre, sin ninguna duda, figura como uno de los intelectuales más relevantes del siglo XX.
Nekrassov parte de la genialidad de un escritor para reflejar, ahora y aquí, en la España de 2019, en el Teatro de la Abadía de Madrid, algunos conflictos que muchos creen superados (la lucha de clases, la pugna izquierda-derecha…). También para mostrarnos que los populismos siempre conspiran contra la democracia o para desvelarnos el rostro de un periodismo sin ética empeñado en la manipulación de las masas y siempre sumiso al poder.
Por ello, esta comedia de Sartre centra su trama en la propaganda anticomunista de la Guerra Fría y en los entonces llamados bulos y hoy fake news, pero en los diálogos de sus personajes resuenan ecos de la crisis de Venezuela, de las escisiones de la izquierda española o del sensacionalismo de buena parte de los medios de comunicación. “Si se tranquiliza a la gente de antemano, para qué van a comprar el periódico”, exclama Jules Palotin, director del diario anticomunista Soir a Paris.
Traducida en su día al español nada menos que por Miguel Ángel Asturias, el escritor guatemalteco que ganó el Nobel de Literatura en 1967, y dirigida por el reputado hombre de teatro británico Dan Jemmett, un colaborador habitual de la Abadía, la puesta en escena de Nekrassov, que permanecerá en cartel hasta el 24 de febrero, salda una deuda con el teatro de Sartre, no muy representado en nuestro país en los últimos tiempos.
La deuda pendiente de España con Sartre
Intelectual polémico donde los haya, símbolo del compromiso con causas tan diversas como el Mayo del 68, la Revolución Cultural china o la guerra de la independencia de Argelia. También como inspirador de la filosofía existencialista, autor de obras fundamentales como la novela La náusea o el ensayo El ser y la nada, pareja de la feminista Simone de Beauvoir, escritor amado u odiado por sus compatriotas franceses, Jean-Paul Sartre se permitió rechazar el Nobel de Literatura en 1964 al alegar que la aceptación del premio implicaría perder su identidad de filósofo.
Es posible que esta implicación a fondo de Sartre en los acontecimientos de su época, un periodo de polarización y lucha de bloques entre el capitalismo y el comunismo, haya difuminado un tanto su proyección como novelista y dramaturgo. O tal vez su inmensa obra filosófica haya ensombrecido su talento como escritor de cara a las nuevas generaciones. Sea como fuere, el pensamiento y la creación literaria caminan de la mano, inseparables, en la obra del existencialista francés y esta combinación permite que una pieza como Nekrassov haya mantenido su vigencia más allá de las vicisitudes del momento histórico concreto.
Brenda Escobedo, adaptadora de la pieza, lo explica de este modo: “La relevancia política de esta propuesta de Sartre no es la defensa de un modelo económico y social específico, sino que trata de la responsabilidad individual sobre la honestidad de nuestras acciones y las consecuencias que tienen en nuestra comunidad”.
Para ofrecer este menú teatral, Dan Jemmett se ha servido de siete dinámicos actores (José Luis Alcobendas, Ernesto Arias, Carmen Bécares, Miguel Cubero, Palmira Ferrer, Clemente García y David Luque) que interpretan y se desdoblan en los 13 personajes de Nekrassov en su versión española. Dividida la comedia en ocho escenas, con un original montaje en el que los actores van cambiado de personaje tras unos biombos durante los intermedios musicales, el argumento principal gira en torno a lucha por la libertad de expresión y la veracidad de la información frente a los intentos del poder político-periodístico por ocultar la verdad.
Lo exterior como enemigo
Toda esa divertida y rocambolesca trama se desarrolla a partir de un estafador que, para huir de la policía, se hace pasar por Nekrassov, un ministro soviético disidente que ha escapado del llamado telón de acero y sobrevive gracias a su colaboración con el diario sensacionalista Soir a Paris. Atrapado a fuego cruzado entre los intereses del periódico y los del Estado, el estafador decide al fin revelar su auténtica identidad, pero hasta llegar a ese punto desfilan por la obra periodistas sin escrúpulos, policías corruptos, empresarios mentirosos y gobernantes aprovechados. Como panorama de fondo y a modo de justificación se alza un feroz anticomunismo.
De hecho, antes como ahora, quizá como siempre a lo largo de la historia, el enemigo exterior funciona como coartada para la represión de las libertades y la eliminación de los disidentes. En los años cincuenta del siglo pasado que tan bien retrata Sartre ese enemigo se identificaba con los comunistas. Hoy, los falsos dedos acusadores apuntan a los migrantes y, por extensión, a cualquier supuesta amenaza que proceda de fuera. Una vez más el eco rebota ahora y aquí en forma de racismo, xenofobia o populismo. ¿Les suena, verdad? Así pues, los personajes dibujados en Nekrassov se parecen mucho a los Trump, Berlusconi, Salvini u Orban de estos agitados y preocupantes tiempos de populismo tramposo que vive Occidente.
En definitiva, la Abadía demuestra de nuevo con esta producción que no se limita a ser un teatro que acoge representaciones, sino que apuesta desde hace años por funcionar como un laboratorio de ideas y experiencias teatrales. Esta magnífica puesta en escena de Sartre se convierte, por tanto, en una referencia indispensable para reflexionar, en clave de comedia disparatada, no tanto sobre la Guerra Fría del siglo pasado, sino sobre nuestro momento histórico, sobre el ahora y aquí.