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La revuelta de las putas: la obra 'Prostitución' de Andrés Lima vuelve para cuestionar las posturas de un debate eterno

Rocío Niebla

20 de marzo de 2021 21:11 h

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Vuelve a Madrid, después de haber agotado todas las entradas en su primer estreno, la obra de teatro testimonial que pone voz y rostro a la vida y pensamientos de varias prostitutas. Hasta el 11 de abril en las Naves del Teatro Español en Matadero, las actrices Carmen Machi, Nathalie Poza y Carolina Yuste, dirigidas por el Premio Nacional de Teatro Andrés Lima, colocan en el centro de la obra el debate sobre la prostitución, que ejercen de miles de mujeres y mueve millones de euros.

España es considerada la capital europea de la prostitución, así arranca la obra, gritando datos y cifras escalofriantes. Los testimonios de las mujeres a las que las tres actrices ponen cuerpo y voz relatan la explotación, la violencia simbólica, física, psicológica y sexual a las que están expuestas. Prostitución es una invitación a la reflexión, a revisar nuestras posturas, a pensar sin prejuicios, a escuchar en boca de tres magníficas actrices las palabras de mujeres muy pocas veces escuchadas. 

La dirección y la dramaturgia viene firmada por el reputado y premiado Andrés Lima, junto con Albert Boronat. El pasado 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género le brindó el reconocimiento en la categoría “creación cultural” por esta obra. Lima se mostró tajante en el agradecimiento: “Hoy en día existe la esclavitud. La red de trata es tránsito y destino en España. Este reconocimiento tiene que servir para seguir diciendo que no a la trata, y para contar que hay cientos de mafias que están sometiendo a mujeres prostitutas a una violencia sistemática”.

El Ministerio de Cultura ya reconoció al director con el Premio Nacional de Teatro 2019 por “su constante labor de investigación artística y la búsqueda de nuevas formas y estéticas teatrales” así como “su capacidad de incentivar la escritura dramática” y “su compromiso social y activismo cultural que le llevan a promover proyectos de creación colectiva que estimulan el diálogo entre los artistas y la sociedad”. Y efectivamente su compromiso social queda una vez más manifiesto en esta producción.

Afirma Andrés Lima, que dedicó el reconocimiento de la Delegación del Gobierno a sus “hermanas putas”, que el espectáculo nace en la calle y se mueve hasta el escenario, he ahí el teatro documental. El espectador vive la experiencia de ponerse en la piel de las otras, activar la empatía y pensar, durante dos horas y cuarto, que debajo de nuestros prejuicios y sus cuerpos hay mujeres reales. “Nuestro espectáculo se basa en un proceso de exploración sobre la prostitución. Un tema que nos hace plantearnos muchas preguntas, y en diferentes planos, sobre nuestra visión como ciudadanos, como seres humanos y como artistas con la voluntad de reflejar nuestra sociedad. Y lo haremos dando voz a sus protagonistas, las prostitutas”, afirma el director de la obra. 

Las prostitutas son consideradas como lumpen, tratadas como parias y tienen problemas para cuestiones tan simples como alquilar un piso. Viven al margen, (mal)viven de la economía sumergida y transitan en la oscuridad. El texto de la obra se compuso a base de entrevistar a varias mujeres, pasar rato y conversar con ellas y, sobre todo, poner en marcha la escucha activa.

La actriz Carolina Yuste es una de las tres protagonistas: “Las palabras que nosotras decimos son palabras de mujeres con las que hemos estado, que nos lo han dicho a Carmen, a Nathalie o a mí. Estábamos trabajando con la productora que antiguamente hizo Callejeros, y fueron ellos quienes nos pusieron en contacto y nos llevaban con ellas. Los primeros meses de trabajo fueron durísimos anímica y mentalmente porque es un tema muy crudo. Yo salía a la calle y solo veía a puteros, llegué a tener rechazo al contacto. En cada localidad buscaba en Google la palabra prostitución y la ciudad en la que estaba y en todos lados había pasado algo: una red de trata desarticulada, una mujer asesinada, unos debates en la universidad. Me encontré que el tema estaba vivo y con un debate abierto”. 

“Yo empecé el proceso de trabajo de Prostitución con una ideología y una estructura de pensamiento algo clara, era abolicionista, pero a raíz del debate y del encuentro con numerosas mujeres que ejercen la prostitución o mujeres que han sido prostituidas, me pegó una leche muy grande. Actuar en esta obra, siendo mujer y feminista, me está suponiendo revisar mi pensamiento, y también volver a plantearme estos dos conceptos. Me he dado cuenta de la gran diversidad de opiniones y puntos de vista que hay dentro. No todo es negro o blanco, y sobre todo lo que sí hay ahora mismo es un montón de mujeres sin derechos y excluidas mientras nosotras estamos en el debate”, afirma la actriz.

Un tornado mental y emocional

Más de sesenta veces ha podido ponerse en la piel de algunas de ellas, que tienen nombres, caras e historias reales. Sesenta funciones en las que Carolina Yuste, Carmen Machi y Nathalie Poza hablan, visten, se mueven, e incluso, chupan y se limpian como ellas. 

Carolina Yuste afirma que nunca había tenido el valor de salir a la calle y hablar con ellas, pero que esto fue una oportunidad valiosa, “decidí callarme la boca y bloquear mis opiniones. Iba allí a escucharlas, y en esa escucha me apareció mucha indignación y rabia por cómo está construido el sistema en el que vivimos y en el que muchas mujeres se ven obligadas a meterse en algo así”. Prosigue: “También me di cuenta que otras mujeres, un porcentaje mucho más pequeño, defendían y elegían libremente trabajar en esto. Para ellas todo tipo de trabajo es un sometimiento y no encontraban la diferencia entre currar en una empresa en la que tu jefe te explote y te paga una basura a currar en la prostitución. Ahí te encuentras en un lugar de conflicto que es que por mucho que mi ideología vire hacia una posición, la realidad práctica es que hay mujeres que quieren ejercer, y que, en cualquier caso, todas están sumamente desprotegidas”. 

La obra Prostitución es como el debate, no es fácil de visitar, es un tornado mental y emocional. Todas las posturas tienen su presencia en escena. No es pan comido, es el abanico de posibilidades, las perspectivas subidas a escenas, las contradicciones rompiendo la cuarta pared. “La prostitución es la punta del iceberg de un sistema que está estructurado en desigualdad de clase, en una falta de educación en feminismo y en un libre mercado peligroso”. La revuelta de las putas es un texto que la activista Amelia Tiganus presentó en las Jornadas Internacionales de Prostitución y Trata celebradas en Pamplona en 2017, que Nathalie Poza interpreta majestuosamente: “Me pregunto muchas veces si me alejaba de vosotras haber podido salir de la prostitución y liberarme de esa esclavitud. Sólo se que simplemente tuve mucha suerte. La suerte me la dio la posibilidad de pensar y analizar mi vida en un contexto diferente. Tuve suerte de poder adquirir herramientas para poner palabras a lo vivido y reflexionar sobre ello. Tuve suerte de tener un entorno favorable que, con mucha paciencia y tacto, me ha dejado el espacio para reencontrarme conmigo misma. Pero esto no debería ser una cuestión de suerte. Los derechos humanos no deberían ser como la lotería”.

“Es muy importante que la voz de estas mujeres siga escuchándose, y más en teatros públicos, hay que educar a los hombres en la descosificación de las mujeres, hay que invitarlos a revisar las formas de entender el sexo y que hagan un ejercicio de modificar sus patrones. 4 de cada 10 hombres consume prostitución, por porcentaje vienen a vernos puteros. Es hora de meter el dedo en ellos. Nosotras avivamos el debate, queremos que la gente salga de la obra con la necesidad de hablarlo, pero, eso sí, las soluciones deberían ser en el Congreso. Nos encantaría ir allí e interpretar a estas mujeres”, concluye Carolina Yuste. “Nos afecta a todas las mujeres. No nos dejen solas compañeras. Las invito a que se unan a la revuelta de las putas”, gritaba Nathalie Poza con palabras de Amelia Tiganus.