Tor, el software libre que permite navegar de forma anónima en Internet, se suma a la financiación colectiva y ha lanzado su primera campaña de crowdfunding tras diez años en activo en la Red. Y lo ha hecho contando con una madrina de excepción: la oscarizada directora del documental Citizenfour, Laura Poitras, defensora acérrima de la criptografía como sistema indispensable para garantizar la privacidad y seguridad de las comunicaciones en el entorno digital.
Ni siquiera tiene oficialmente una cuenta de Twitter, pero se ha convertido en el rostro de esta campaña cuya difusión, por el momento, se ha limitado a una publicación en el blog del proyecto y la petición de donaciones (boca a boca) bajo el hashtag #SupportTor en redes sociales por parte de anónimos y caras conocidas del hacktivismo como Jacob Appelbaum o la plataforma pro libertad de prensa Freedom of Press –de cuyo comité forman parte la propia Poitras, sus compañeros de The Intercept Glenn Greenwald y Micah Lee, y whistleblowers como Edward Snowden y Daniel Ellsberg.
En un post titulado “Esta es la apariencia de alguien que apoya a Tor”, la documentalista y periodista estadounidense, co-fundadora además del medio de investigación alemán The Intercept, anima a los potenciales donantes reivindicando que “son muchas las razones [por las que apoyar el proyecto]… como que queremos proteger nuestra privacidad y no retransmitir públicamente cada uno de los movimientos que hacemos online”.
La misiva publicada en el blog de Tor incluye declaraciones en las que Poitras asegura que “de ninguna forma” hubiera podido proteger a su fuente, Edward Snowden, en un primer momento de no haber utilizado el navegador anónimo. “Fundamentalmente, sin Tor y otras herramientas libres no hubiera sido capaz de hacer el reportaje y la historia nunca hubiera sido revelada”.
La conocida comunidad del 'Onion Router' ('Router cebolla', en castellano) “llevaba años queriendo abrir las puertas al crowdfunding pero tiene sus complicaciones”, explica una responsable de prensa del proyecto. Hasta el momento, la organización sin ánimo de lucro tiene una relación compleja con el gobierno de los Estados Unidos ya que, pese a estar en el punto de mira de las agencias de seguridad nacionales, se financia primordialmente gracias a fondos procedentes de terceras partes vinculadas al gobierno –en 2013 su aportación se incrementó hasta alcanzar 1.8 millones de dólares.
Ya en el mes de marzo se barajaba la posibilidad del crowdfunding a fin de ampliar los esfuerzos para hacer llegar sus “Hidden Services” a un espacio más amplio de Internet. Sin embargo, desde la publicación especializada The Verge apuntan a que podría no ser casualidad que Tor haya decidido independizar y ampliar sus fuentes de financiación precisamente ahora, apenas dos semanas después de que sus creadores denunciaran públicamente que el FBI habría pagado un millón de dólares a investigadores de la Universidad Carnegie Mellon (en el estado de Pensilvania) para encontrar formas de desanonimizar a los usuarios de este navegador alternativo.
Concienciación ciudadana post-Snowden
Lo cierto es que desde la multimediática denuncia de Edward Snowden sobre las prácticas de vigilancia masiva por parte de la NSA que Poitras llevó a los medios de comunicación –y hasta las salas de cine— la preocupación por la privacidad y seguridad en las comunicaciones online también ha tenido su impacto entre los usuarios de Internet que optan por servicios encriptados como el navegador TOR.
Este mapa en tiempo real, Onionview, se basa en los datos de protocolo que ofrece Onionoo para mostrar las conexiones de la red TOR a nivel global. Puede observarse, por ejemplo, como Alemania es el país del mundo con más usuarios o España no llega al centenar. Según datos de Tor Metrics –sistema de medición interno— mientras que hasta junio de 2013 el número de nodos 'repetidores' (relays) apenas superaba los 2.000, en poco más dos años casi se ha triplicado la cantidad de nodos activos en la red.
Todo este crecimiento sin campañas de marketing ni publicitarias en una década de vida, a excepción de iniciativas como el 'Tor Challenge' impulsado desde la Electronic Frontier Foundation (EFF) en el verano de 2014 para ampliar la red de nodos y con el que en tan sólo un mes se consiguieron sumar 1.600 repetidores más a la comunidad. Ahora Tor apela a la colaboración de la ciudadanía con una llamada a los donantes que estará en funcionamiento, en principio, hasta mediados del mes de enero.
Aunque algunos usuarios sugerían su externalización a alguna plataforma de financiacion abierta basada en Bitcoin, como Counterparty por el momento las donaciones pueden realizarse en la propia web de Tor, donde las aportaciones pueden hacerse vía Paypal, Dowlla y, por supuesto, Bitcoin.
Tor no es la única
No es el primer caso que vemos, ni mucho menos, de proyectos de cifrado que buscan en el crowdfunding un modo de subsistencia, con mayor o menor éxito. El pasado año otra mítica herramienta de comunicación cifrada, Cryptocat, se lanzó al mundo de la financiación colectiva con una campaña en la plataforma de crowdfunding Kickstarter.
La iniciativa de Nadim Kobeissi, desarrollador de este servicio de mensajería a prueba de espías, no llegó ni de lejos a la meta de 45.000 euros que se había propuesto alcanzar el libanés para garantizar el futuro de Cryptocat.
Sí consiguieron sus objetivos, e incluso llegaron a superarlos con creces, otros proveedores de herramientas de comunicación online cifrada basadas en software libre como Protonmail y el servicio de correo electrónico Riseup, ambas en la plataforma de crowdfunding Indiegogo.
Por su parte, Freedom of Press mantiene una campaña activa en su web para apoyar con donaciones la sostenibilidad herramientas de cifrado –como LEAP Encryption Access Project, Open Whisper Systems , Tails o el propio Tor— que garantizan la seguridad de las comunicaciones digitales de periodistas en entornos hostiles.
Y no sólo periodistas en países donde la libertas de prensa está amenazada, sino que este tipo de herramientas son cada vez más demandadas por activistas y población civil en lugares donde la censura gubernamental atenta contra el derecho fundamental de las personas a informarse y comunicarse libremente.