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El éxito de 'Animal Crossing', el juego que consiguió llevarnos a una isla paradisíaca en tiempos de confinamiento

Captura de Animal Crossing: New Horizons

José Antonio Luna

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El Gobierno decretó el estado de alarma el pasado 14 de marzo. Seis días después, casi como si de un paliativo para el confinamiento se tratara, llegaba a Nintendo Switch el juego Animal Crossing: New Horizons. Se ha convertido en el título digital que más rápido se ha vendido en toda la historia. Pero ¿qué tiene exactamente de especial?

En él controlamos a un aldeano que debe explorar, recolectar materiales y edificar una isla desierta. El objetivo es convertirla en un lugar habitable tanto para él como para todos los animales vecinos que irán llegando, pero lo interesante es que cada isla es única y puede ser visitada online por nuestros amigos. Ya sea recreando las cascadas de Cuenca o mercados callejeros inspirados en Japón, cada cual confecciona y diseña el espacio según su propio criterio.

“Este juego tiene la particularidad de que es extremadamente relajante y, a pesar de que se basa mucho en repetir lo mismo una y otra vez, todos los días hay alguna sorpresa. Y siempre es algo que te hace sonreír, ya sea un cambio en el ambiente, algo que hacen los aldeanos o un pedazo de diálogo absurdo”, explica a eldiario.es Gabriela González, redactora de tecnología en la web especializada Genbeta.

En la misma línea se sitúa Jonathan León, periodista y autor del libro Revolución Indie, la subversión cultural del videojuego: “Es un título sobre tener tu propio espacio en el que sentirte a gusto, un lugar familiar nacido de tu propia expresión personal. Prácticamente un acto de ‘egocentrismo material’, como explicaba Eva Cid en su artículo de Patreon”.

Los problemas del mundo real no importan en esta utopía. Es justo lo que ocurre con Los Sims, que como apuntan en The Guardian es el reflejo del ideal capitalista por excelencia: comprar una casa, conseguir un buen trabajo y formar una familia. Se nos da la opción de tener esa vida de ensueño, aunque solo sea de forma ficticia y a través de una pantalla.

Pero la saga de Animal Crossing no es nueva. Debutó en 2001 para Nintendo 64 y, desde entonces, han sacado un solo título con cada nueva consola de la empresa. Con los años esto ha generado toda una comunidad en torno a él que, en esta ocasión, ha cosechado más miembros que nunca.

“Las opciones de entretenimiento se han reducido a lo que puedes hacer dentro de casa, solo o con quienes vivas, y Animal Crossing se presta muy bien para eso, para compartir la experiencia y de paso mantenerte en contacto en un mundo virtual con otros humanos”, aprecia González.

Un lugar donde no cierra el Reina Sofía

A mitad del pasado mes de marzo, el Gobierno aprobó el cierre de establecimientos y de todas actividades consideradas no esenciales, entre las cuales, lógicamente, se encontraba la visita a museos. Lugares como Reina Sofía no tenían sus puertas abiertas, pero quedaba una alternativa: Animal Crossing.

Instituciones como el Museo J. Paul Getty o el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (MET) decidieron preparar códigos QR para que los jugadores pudieran utilizar cuadros de Monet, Van Gogh y muchos otros autores ilustres. Esa es la razón por la que Clara Harguindey y Daniel Pecharromán, integrantes del colectivo cultural Desmusea y mentores de la comunidad de adolescentes del Reina Sofía (equipo 1517), decidieron tomar ejemplo para hacer lo propio con la pinacoteca española.

“Hemos compartido a través de las redes algunos detalles de las obras que hemos estado trabajando durante el curso, de forma que cualquier persona que juegue a Animal Crossing puede montarse su propio Reina Sofía”, señalan desde la asociación. Añaden que el confinamiento no es que esté formulando alternativas de comunicación diferentes a las ya disponibles, sino que se “están potenciando las que ya existían porque son la única opción”. Es lo que provoca, por ejemplo, que Travis Scott decida dar un concierto en Fortnite ante 12 millones de personas.

La Feria de abril que sí se celebró

Otra consecuencia del confinamiento es que festejos tradicionales suspendidos, como la Feria de abril de Sevilla o las cruces de mayo, también han visto su versión virtual en Animal Crossing. Pero no son las únicas quedadas.

“Abro mis puertas a cualquiera y vienen a competir y reírse. También hice una caza del huevo, varios torneos de pesca, y juegos de sillas musicales”, enumera González. Eventos sociales entre multitudes de personas se realizan ahora entre multitudes de bits, pero lo que está uniendo (y enfrentando) a los jugadores por encima de todo es la compraventa online de nabos para conseguir Bayas, la moneda usada en la isla.

“Cada domingo puedes comprar nabos y luego venderlos a un precio mayor para sacar beneficio. La gracia está en que el precio al que vendes los nabos cambia cada día, y si no los vendes antes de una semana se pudren, así que es una especie de Wall Street en el que todo el mundo se arriesga comprando y vendiendo acciones”, observa León.

No obstante, la exaltación con Animal Crossing no es consecuencia única del confinamiento. La redactora de tecnología cree que al final “siempre van a quedar los comprometidos con este tipo de juegos y comunidades”, aunque los desarrolladores del título cuentan con otro as bajo el manga utilizado en entregas anteriores: los eventos de temporada.

“Cuando estemos en junio, por ejemplo, llegará el verano al juego, y con él nuevas actividades, nueva vegetación, bichos que cazar, etc. No digo que no haya cierto público que vaya perdiendo el interés, pero esa es un poco la gracia también: el juego nunca te permite aprovechar todas sus posibilidades del tirón”, afirma León. Con cuarentena o sin ella, parece que no estamos de mero paso por nuestra isla, sino para quedarnos.

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