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“Con Vox han vuelto a polarizarse las dos viejas demagogias: la de izquierdas y la de derechas”

Veinticinco años después de la fiesta de despedida en casa de la prima Gini, el protagonista de la nueva novela de Ray Loriga (Madrid, 1967) sigue sin ser capaz de superar lo que pasó entre su amigo Chino y la camarera del Vips de López de Hoyos.

“Vives como si nada hasta que algo se te clava, y después se trata de sacarse esa espina, más que de seguir viviendo”, escribe Loriga sobre el peso con el que tiene que vivir el protagonista de Sábado, domingo (Alfaguara, 2018), un hombre que prefiere esconderse en la seguridad del anonimato en una novela sobre cómo afrontamos la culpa y sobre cómo el destino viene a llamar a nuestra puerta cuando nos quedamos de brazos cruzados viendo la vida pasar.

La novela arranca un sábado cualquiera del verano de 1988 con la promesa de un ligue, un amor y una borrachera. Pero todo acaba torciéndose cuando Chino invita a un trago a la camarera. Toda la noche se tuerce hasta que un domingo cualquiera del otoño de 2013 toca pagar las vieja deudas y enfrentarse a aquello que preferiríamos no recordar: lo que pasó con la chica del Vips de López de Hoyos.

Si Rendición fue un giro radical en su trayectoria, Sábado, domingo es una arriesgada vuelta a los orígenes de Ray Loriga. El sábado resuena con la voz del Loriga de Lo peor de todo –su primera novela–, pero el ritmo del domingo lo marca el Ray Loriga que viajó a la ciudad transparente con Rendición y volvió con un Premio Alfaguara bajo el brazo. “Rendición y Sábado, domingo son dos trabajos distintos, no opuestos, pero sí contrarios”, asegura el escritor en esta entrevista con eldiario.es en una terraza cualquiera de un café madrileño mientras encadena un cigarrillo tras otro.

La novela habla sobre el remordimiento que sentimos cuando hacemos algo y sobre cómo nos torturamos toda la vida por ello. ¿Qué le atrajo de ese sentimiento para dedicarle una novela?

Sábado, domingo trata sobre el remordimiento por lo que hacemos o lo que no hacemos. Me centré en este sentimiento porque es algo de lo que el personaje principal de la novela no puede librarse. Una vez que había creado a este personaje y que le había otorgado una voz, era su personalidad la que me dirigía. Creé los mimbres y a partir de ahí solo seguí una línea concreta tomando las decisiones que se esperaban de él. No es que yo decida sobre lo que trata la novela, es que a este personaje concreto hay algo que le abruma, le marca y forma parte de lo que es.

Para ese sábado de 1988 en el que arranca la novela buscó la voz del Ray Loriga de hace 25 años, de sus primeros años, de Lo peor de todo. ¿Por qué?Lo peor de todo

Cada una de mis novelas parte de un concepto, de una trama o de una estructura para la que necesito una voz muy concreta. Para ese sábado del que hablas, separado por veinticinco años del domingo, y con el que arranca la novela necesitaba la voz de cuando empecé. No quería volver a cantar la misma canción que ya había cantado antes, pero quería captar parte de esa emoción de entonces y llevarla hasta un sitio nuevo: una novela vista desde dos polos opuestos. Lo que no sabía cuando empecé a escribir es si esa voz estaría afónica o si habría dejado de existir... Digamos que desde que pensé por primera vez en Sábado, domingo, fui a buscar esa voz con la duda personal de si existiría o si la habría perdido.

He dicho a veces que es como ponerte la ropa que te ponías con dieciocho años y ver si a los cincuenta te sigue entrando o si ya no hay manera de ponérsela. Quería hacer eso con un personaje que se observa a sí mismo y que tiene que juzgar todo lo que le ha pasado.

El protagonista de Sábado, domingo es un tipo que se deja influir constantemente por su entorno, que no es capaz de actuar por sí mismo y que solo se mueve cuando algo le afecta directamente. ¿Qué le atraía de este personaje?Sábado, domingo

Es algo que tiene en común con otros de los personajes que he creado.

Y a los que suele definir como “miserables”.

Los defino como miserables, pero lo hago con mucho cariño. Me interesan porque me permiten jugar más como novelista y porque son personajes que se mueven por instinto de supervivencia. No quiere liderar nada, ni estar por encima de nadie y prefieren estar bajo el liderazgo de otros –independientemente de que sea político, económico y moral–, pero siempre que les haga el menor daño posible. Es una posición bastante esquinada que me interesa porque me permite ver mejor la película completa.

Es esa idea de autoesquinarse para observar bien la amalgama general sin tener que pertenecer de manera entusiasta al ruido de lo general. En este sentido, creo que escribir es buscar un punto de vista propio.

Empezó a escribir la novela hace una década, ¿por qué la ha recuperado ahora?

En realidad siempre ha estado ahí. Como bien dices, la idea parte de hace más de diez años; entonces hubo un desarrollo y un primer bulto de novela que he ido perfilando hasta que, más o menos, he llegado a la primera idea que escribí en una libreta y a aquello que pensaba que podía llegar a hacer con esa idea. Nunca llegué a desestimar el planteamiento de esta novela. De hecho, la escribí en paralelo a Rendición.

¿Suele ser habitual en su carrera esa forma de escribir? Porque con Rendición y Za, Za, emperador de Ibiza pasó lo mismo: las escribió en paralelo.RendiciónZa, Za, emperador de Ibiza

Sí. Son novelas en las que trabajé a la vez. Es como quien tiene un estudio de escultura y tiene cinco o seis piezas en marcha. Vas perfilando un rato una y otro rato, la otra. Dudas y vas saltando de un proyecto a otro.

¿Cómo hace para que el estilo de cada novela o las voces propias de cada una de ellas no se contagien de una a otra?

Es curioso porque no siempre he trabajado así. Cuando escribía mis primeras novelas estaba centrado en cada una de ellas de forma individual. Podía tener alguna idea suelta sobre otra cosa, pero no llegué a desarrollar dos ideas en paralelo. Escribiendo Rendición y Sábado, domingo –que son novelas muy diferentes entre sí–, me he dado cuenta de que no solo no se influenciaban ambas voces, sino que se acotaban mejor porque por el puro aburrimiento de la tarea de escribir, por llamarlo de alguna manera, uno va teniendo tentaciones que le impulsan a cambiar de registro. Al tener dos novelas diferentes en marcha, puedes encapsular mejor la voz y el tono de cada una. Cuando sentía la tentación de cambiar de voz, cambiaba de libro. De alguna manera se protegían entre ellas.

El protagonista de la novela vuelve a ser alguien que decide ocultar su nombre, igual que ocurría en Rendición, pero en esta novela decide romper el anonimato a medida que avanza la historia. ¿Por qué?Rendición

He escrito novelas en las que los personajes son totalmente anónimos y otras en las que la primera frase de la novela es un nombre. En este caso había una razón casi humorística por la que decidí esconder su nombre, pero otra razón más importante que es que algo representado por su nombre le sonaba como algo en lo que no podía confiar.

Siempre me ha hecho gracia que me hagan la misma pregunta sobre por qué decido recurrir a personajes anónimos o por qué escondo su nombre. Me hace gracia porque no tiene nombre pero están contándole al lector toda su vida, incluso aquellas experiencias que pueden ser demasiado íntimas o personales. Lo único que no dicen es su propio nombre. En el caso de Sábado, domingo todo tiene que ver con la trama principal de la novela y lo que le ocurre a ese personaje para querer ocultar quién fue.

Cuenta toda su vida igual que lo haría cualquiera de nosotros en las redes sociales. ¿Con ellas vivimos en un Gran Hermano constante?

Sí. Todos nos hemos convertido en autodelatores entusiastas y ya no hace falta nadie que se dedique a espiarnos. Recuerdo que poco después de los atentados del 11S –yo por entonces vivía en Nueva York– hubo mucho debate por la entrada en vigor de la Patriot Act, una ley que permitía observar y escuchar todos los mensajes y todas las llamadas de la gente bajo el paraguas de la seguridad nacional. Nos asustamos mucho porque pensamos que podían llegar a pillarnos haciendo algo poco ético y porque eso chocaba directamente contra las libertades sociales. Hasta entonces la Justicia tenía que demostrar que habías cometido un delito para poder pincharte el teléfono, pero la Patriot Act permitió hacer eso mismo con una simple sospecha.

Lo que más me sorprendió de todo esto es lo que pasó justo después: ya no hace falta que nos vigilen porque lo cedemos todo gratuitamente y de forma entusiasta.

¿Qué nos lleva a hacer eso?

La vieja máxima de “mira mamá lo que hago”. Es igual que cuando éramos pequeños y hacíamos algo buscando el aplauso de nuestra madre, de nuestro padre o del vecino. Supongo que es algo que entendieron muy bien las compañías que se han hecho multimillonarias a raíz de la privacidad más vulgar de los demás. Se dieron cuenta de que había una verdadera euforia por la vida pública, por mostrarse en público o por “desnudarse”. Los ciudadanos hemos pasado a ser parte de un negocio enorme en el que uno de los principales capitales es su propia privacidad.

¿Hay algo de usted en el protagonista de Sábado, domingo?Sábado, domingo

Lo hay en todos sobre los que uno escribe. Hay cosas que son disparatadamente lejanas, como la peripecia personal que tiene que vivir y que no tiene nada que ver con la mía. Es un tipo que soñó con ser escritor y que, con el paso de los años no ha conseguido hacer nada; yo empecé a publicar a los veintipocos, así que en eso somos todo lo contrario. Mi vida tiene más que ver con la de la prima Gini, que tiene muchas cosas mías.

Para crear a los personajes que pones en un libro, aunque sea un Hannibal Lecter, tienes que ponerle cosas propias o sensaciones que tú puedas intuir. Y esas sensaciones tienes que ir a buscarlas dentro de ti.

En el año 2017 decía sobre la nueva izquierda que partía de “energías caducas y obsoletas” que habían sido “superadas”. ¿Cómo ve hoy a esas izquierdas?

Lo que quería decir entonces es que esperaba que las nuevas ideas de esa llamada “nueva izquierda” fueran, por lo menos, nuevas. Había una especie de automatismo y viejos rencores de ideas caducadas que se pretendían vender como nuevas. Me parecía que les faltaba una formulación verdaderamente novedosa. Tenía esa sensación y tengo que decir que la tenía a mi pesar. Es de esas veces en las que preferiría no haber acertado porque era un movimiento que, en un determinado momento, generó una ilusión de cambio y de mejora.

¿Y Vox?

Es otro problema, otra vieja rémora del pasado que tira una vez más hacia la polarización absoluta de una sociedad que debería ser más constructiva y, sobre todo, aspirar a cambios menos demagógicos. Parece que vuelven a polarizarse las dos viejas demagogias: la de la izquierda y la de la derecha.

Y por si le faltaba peso a la demagogia del lado que se solía llamar derecha, ha venido Vox a ocuparlo provocando que los partidos que estaban más en el centro se hayan visto amenazados y hayan tomado la decisión de girar aún más a la derecha. Ese giro lo han dado porque pensaban que Vox les estaba quitando parte de su espíritu. El espíritu de una vieja demagogia, eso es lo que el resto de partidos han sentido que les estaban quitando.

En Sábado, domingo escribe que “todos esperábamos crecer de otra manera”. ¿Cómo esperaba crecer Ray Loriga?Sábado, domingo

La verdad es que no tenía ni idea. Tenía claro que quería ser escritor y supongo que esa vocación surgió por una cierta fascinación por la literatura. Empecé a leer de niño y mi pasión con la literatura me llevó a soñar con ser parte de ello. Supongo que he acabado siendo lo que quería ser.

¿Soñó alguna vez con la fama que tendría?

No, no soñaba con la fama exactamente. Tampoco con el éxito, que llegó en masa y demasiado pronto. Tuve que acostumbrarme a ello más que soñarlo. Soñaba con ser escritor y es lo que, casi 30 años después, he sido.

Desde que arrancó su carrera le han puesto una serie de etiquetas, como la de estrella del rock de la literatura española. ¿Cómo le han afectado estas etiquetas?

Algunas se me han hecho un poco pesadas y hay otras que no son muy razonadas... Como no me las he puesto yo, se han acabado cayendo solas y no he tenido gran cosa que decir al respecto. Nunca he querido ponerme esas etiquetas como si fuera el diseño de un producto para tener más éxito...