“La mujer militar del Sáhara no se prepara para la guerra sino para mantener la paz”
Nueina Djil conoce bien la guerra. Como cualquiera que haya vivido los últimos cuarenta años en la que fue colonia española y desde entonces territorio ocupado por Marruecos. La invasión marroquí del Sáhara Occidental en noviembre de 1975 llevó a una sociedad que esperaba la celebración de un referéndum de autodeterminación a levantarse en armas contra el régimen de Hassan II, muy hábil en su intento de tapar con la Marcha Verde la crisis interna que ponía en peligro su trono.
Y entonces apareció ella: Una madre joven de mirada penetrante y rostro cubierto parcialmente por un turbante sosteniendo un fusil en su hombro izquierdo y a su hijo Suado Woleida con su mano derecha. Imagen inmortalizada por la fotógrafa de guerra francesa Christine Spengler y posteriormente empleada en la portada del libro Sáhara: memoria y olvido (editorial Ariel, 2010) de la periodista de RTVE Yolanda Sobero.
Un retrato convertido en icono de la representación de la mujer alejada del papel subyugado que juega en países propios de cultura árabe y que desde hace un año, el 13 de abril de 2018, ha vuelto a cobrar actualidad cuando abrió la Escuela Militar de Mujeres del Sáhara en Rabuni, la capital administrativa de la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática (RASD), el estado de reconocimiento limitado que sueña con la independencia del Sáhara Occidental.
El Ministerio de Defensa del RASD ha puesto al frente de esta iniciativa a Nueina Djil, exmiembro del Comité Ejecutivo, el órgano político de la RASD, y anterior directora de Cooperación regional o de Cultura, entre otros cargos. Ahora ha explicado en qué consiste en las jornadas de debate y concienciación celebradas a mediados de abril por el IES La Foia d’Elx, centro educativo inmerso desde hace años en todo tipo de actividades con sus estudiantes dirigidas a la ayuda al pueblo saharaui.
Cuenta Djil en conversación con este medio que a esta escuela acuden todos los días 64 mujeres voluntarias de edades comprendidas entre los 18 y los 30 años donde aprenden formación militar completa, desde el manejo de armas hasta cómo utilizar las comunicaciones militares imprescindibles en el desierto, pasando por el aprendizaje de primeros auxilios y otras nociones básicas de salud. Pero también es una oportunidad para que las mujeres aprendan informática, conocimientos de administración o incluso costura.
“La formación del ser saharaui no solo queda reducida a los hombres, sino que las mujeres también tienen la oportunidad de formarse en todos los aspectos”, dice la directora en un tímido español con la traducción de Lehbib Alisalem, delegado del RASD en Alicante.
“El papel de la mujer saharaui en el Sáhara no tiene nada que ver con el que tiene en Marruecos”, advierte Djil. “Tenemos la misma religión, el islam, pero la cultura es muy diferente”, añade Alisalem. Explica con mucho orgullo esta exdirectora de la guardería regional que la mujer saharaui “es libre” ya que puede participar y de hecho participa en diferentes estamentos sociales, “tenemos un prestigio que la mujer marroquí carece, a ellas les toca quedarse en casa”, asegura.
Nueina Djil conoce bien la guerra y las miserias que depara. Su primer marido, Mohamed Uleida, murió en combate en junio de 1976 junto con El Uali Mustafa Sayed, conocido como el Che Guevara saharaui y otros guerrilleros. Meses antes Sayed había proclamado la creación de la RASD y tres años antes había fundado el Frente Polisario, el movimiento de liberación nacional del Sáhara Occidental.
Desde entonces, cada 9 de junio el pueblo saharaui recuerda en el Día de los Mártires a “héroes nacionales” como Sayed o Uleida. Le preguntamos a Djil si guarda rencor a Marruecos, si cree que un conflicto bélico, cuyo alto el fuego fue sellado en 1991, podría acelerar una solución política estancada casi 44 años y que llevó a finales de marzo a la enésima ronda de contactos entre el Frente Polisario y Marruecos auspiciada por la ONU.
“Esperemos que se avance, pero somos pesimistas la verdad”, avanza Lehbib Alisalem, el delegado saharaui del RASD en Alicante. “No deseo participar en una guerra -señala Djil, madre de cuatro hijos- pero me siento obligada a defender nuestra tierra”. “En todos estos años -añade- la mujer saharaui no se ha preparado para la guerra, sino para mantener la paz, como vamos a seguir haciendo con la escuela militar”.