Smail se levanta temprano cada mañana. A las ocho entra a trabajar en un punto limpio, donde atiende a quienes van a reciclar sus residuos. Se ocupa de ordenarlos y de limpiar, hasta que vuelve a casa a las dos. A veces, por la tarde, reparte revistas o alimentos a domicilio. Tiene 19 años y es marroquí, pero vive en Tremp, un pueblo de 6.000 habitantes en el noroeste de Catalunya, al borde de los Pirineos.
Llegó aquí en 2020 junto a otros nueve jóvenes migrantes no acompañados. Eran los primeros participantes en el proyecto Avenir, una iniciativa que les facilita vivienda y formación en una zona con problemas de despoblación. El objetivo es doble: a ellos les ayuda a construirse un futuro digno, al territorio le proporciona gente joven con ganas de trabajar.
“Son zonas rurales donde cada vez hay menos población joven que se quiera quedar”, explica Violeta Quiroga, profesora de Trabajo Social en la Universidad de Barcelona que ha participado en el programa. Eso da lugar a una población muy envejecida e inactiva. Al cruzar esa problemática con la necesidad de atender a los menores migrantes que llegan solos, la Generalitat de Catalunya y la Cámara de Oficios y de la Artesanía de Occitania, en Francia, pusieron en marcha este proyecto conjunto con una subvención de casi 700.000 euros del fondo FEDER de la Unión Europea.
Los participantes salen de los centros de menores para trasladarse a esta zona de montaña. Ahí se instalan en una vivienda en la que siete profesionales están con ellos las 24 horas y les ayudan en las tareas del día a día. “El objetivo es que encuentren un empleo y puedan salir, pero con todo un trabajo previo de acompañamiento a la emancipación”, cuenta la directora de ese equipo, Mireia Badia. Entre las habilidades cotidianas que trabajan con ellos está que sepan cocinar una dieta saludable, administrar su dinero o poner una lavadora.
Al mismo tiempo, el proyecto les proporciona formación para desempeñar los oficios de la zona. Como la oferta educativa en el entorno rural es escasa y no suele admitir a personas sin los papeles en regla, Avenir les organiza cursos a la carta teniendo en cuenta sus intereses, con prácticas en empresas locales. Han recibido formación en carpintería, peluquería, mantenimiento… “El curso que más me gustó fue el de mecánica”, asegura Smail. También les facilitan sacarse el carné de conducir, importante en una zona sin apenas transporte público.
La prioridad: encontrar un trabajo
De los diez participantes iniciales, ocho están ahora trabajando. “Para ellos la prioridad es encontrar un empleo, tener papeles y ahorrar dinero para ayudar a sus familias en Marruecos”, explica Mireia Badia. Otro de esos jóvenes que ya tienen trabajo es Mahjoub, contratado por el Ayuntamiento de La Pobla de Segur, un municipio de 3.000 habitantes cerca de Tremp. Su alcalde, Marc Baró, lo describe como un joven muy trabajador: “Nunca le he escuchado un ‘no’, sus compañeros están todos encantados”. Se dedica a tareas de limpieza, jardinería y albañilería, entre otras. Su acogida en el pueblo ha sido buena, afirma Baró: “Vienen a ganarse la vida, no a estar sentados en un bar”.
Llevan el estigma encima y han sentido ese tipo de racismo que está normalizado
Uno de los educadores, Xavi Sánchez, señala que los participantes sí han sufrido algunas actitudes racistas. “Llevan el estigma encima y han sentido un poco de rechazo, de ese tipo de racismo que está normalizado”, cuenta. Relata malas miradas al escuchar a alguien hablar árabe en una tienda, o acusaciones infundadas de robos en el supermercado. Pero cree que este proyecto permite precisamente “romper todos estos estigmas”, puesto que, a medida que la población local va conociendo a estos chicos, deja atrás los prejuicios: “Este intercambio cultural enriquece las comunidades”. Coincide con ello Violeta Quiroga: “Se crea sensibilización respecto a las personas que provienen de otros orígenes”.
Más allá de la vivienda y la formación, Avenir también se preocupa por el tiempo de ocio de sus integrantes. “Las relaciones sociales son lo que acaba arraigando a una persona al territorio”, apunta la profesora universitaria, y por eso les ayudan a participar en actividades deportivas o a hacer voluntariado en asociaciones. Smail, cuando puede, sale a jugar al fútbol con sus amigos. “Soy del Madrid”, aclara ante la mirada escandalizada de una de sus jefas, que parece ser más del Barça. Xavi Sánchez corrobora que “el deporte ha sido un eje vertebrador” para la integración de los participantes, que tienen ya casi todos su grupo de amigos. “La vida no es solo trabajar y estudiar”, remarca.
Independizarse no es fácil
Aunque todos se apuntaron al programa con el objetivo de encontrar trabajo, lograrlo marca un momento agridulce. Desde que acceden a un empleo, les dan seis meses para abandonar el piso. Mireia Badia cuenta que, de los diez integrantes iniciales, “tres encontraron trabajo muy rápido, acababan de llegar, así que estaban aterrorizados por tener que dejar el proyecto tan pronto”. Ante ese problema, y con la escasez de ofertas de alquiler que hay en la comarca, las instituciones implicadas decidieron facilitarles una vivienda de transición en la que pudieran “trabajar cosas que les faltaban para acabar de plantear bien su itinerario”, explica la responsable. Dos de ellos ya se han emancipado del todo. A Smail le tocará dejar Avenir antes del verano, pero él ya tiene un plan: “Voy a alquilar con unos amigos en Tremp”.
Otra de las dificultades que afrontan a menudo es el problema de la documentación. Al haber llegado a España en situación irregular, la legislación de extranjería pone muchos obstáculos para que puedan acceder a un empleo o incluso a formación. Los responsables del programa hablan de una lucha continua contra la burocracia: los requisitos para que una empresa pueda darles un contrato que les permita conseguir un permiso de trabajo son casi imposibles de cumplir para ellas.
El director de la Oficina de Trabajo de Tremp, Joan Sarrias, uno de los coordinadores del proyecto, lamenta la rigidez de algunas normativas, cuyo cumplimiento es especialmente difícil en el entorno rural. Pero más allá de esos obstáculos, afirma con rotundidad que Avenir “ha sido todo un éxito”. Mireia Badia está de acuerdo: “Son chicos que venían con un perfil muy vulnerable y ahora han crecido y tienen buenas perspectivas de futuro”.
La iniciativa llegará a su fin en mayo, dos años después de su inicio. Era un proyecto piloto y, aunque sus responsables esperan que tenga continuidad, no saben aún en qué formato será ni, sobre todo, con qué recursos una vez se acabe la financiación europea. “Echaremos de menos el presupuesto”, reconoce Mireia Badia. Joan Sarrias apunta que Avenir ha servido precisamente para evidenciar la necesidad de una oferta adecuada de formación profesional en las zonas rurales, para lo que propone “una pequeña escuela de oficios” que acoja a estudiantes “de cualquier bagaje previo” y que sea “sostenible en el tiempo”.
14 personas aquí cambian cualquier estadística de población, de paro o de envejecimiento
Mientras tanto, Tremp y su comarca ya han ganado a algo más de una decena de chicos jóvenes y trabajadores, una cifra que, para Sarrias, no es desdeñable en un territorio pequeño: “14 personas aquí cambian cualquier estadística de población, de paro o de envejecimiento”. Casi todos se han quedado por el momento en la zona. A Smail este entorno le resulta familiar: su lugar de origen, en el centro de Marruecos, es un pueblo parecido a Tremp, también pequeño, montañoso y con un clima similar. Con su uniforme amarillo reflectante del punto limpio, cuenta que tiene claros sus planes: “Me voy a quedar aquí unos cinco años”.
Este artículo se ha redactado en el contexto del concurso Union Is Strength, organizado por Slate.fr con el apoyo financiero de la Unión Europea. El artículo refleja el punto de vista de su autor y la Comisión Europea no es responsable de su contenido ni de su uso. El artículo fue originalmente publicado en francés.