Hace años, Gaza llegó a soñar con la autosuficiencia alimentaria. En el norte se encontraban las tierras de cultivo más fértiles, donde antes de la guerra crecían las fresas. En el sur, hasta el comienzo de la ofensiva en Rafah, se cultivaban tomates y otras hortalizas más resistentes a la salinidad del agua. Ahora, esos sueños parecen muy lejanos, con los niveles de inseguridad alimentaria disparados y la gran mayoría de la población gazatí que depende de la ayuda humanitaria para no morir de hambre.
La guerra que Israel lanzó el pasado mes de octubre ha destruido el sector agrícola y ganadero. Según datos de la organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), desde el 7 de octubre hasta el 15 de febrero, más del 26% de los invernaderos habían sido destruidos, así como unas 200 explotaciones ganaderas de ovejas, más de 230 de pollos, 46 almacenes de ganadería y un centenar agrícolas, entre otros muchos daños.
“Antes de la guerra éramos autosuficientes para las hortalizas, no necesitábamos importarlas”, afirma Mahmoud Alsaqqa, coordinador de seguridad alimentaria de Oxfam en Gaza. “Incluso exportábamos algunos productos a Cisjordania y Jordania”, afirma. Alsaqqa explica a elDiario.es desde Deir el Balah (en el centro de la Franja) que también se producían lácteos y la ONG apoyaba a doce unidades de producción, las de mayor tamaño que existían en Gaza, algunas de las cuales se convirtieron en “fábricas de productos que alta calidad”. El 80% de ellas está actualmente destruido, según el coordinador. “Ahora tenemos una destrucción masiva en el sector agrícola en Gaza, faltan materiales, herramientas, insumos”, lamenta.
Capacidad de sobrevivir y de producir
Oxfam está apoyando a agricultores en Gaza, incluso en las actuales circunstancias, no sólo para que produzcan las hortalizas –tan necesarias para el aporte vitamínico de una población al borde de la hambruna–, sino para que puedan tener un sustento. “Apoyamos a los agricultores para que tengan, por una parte, la capacidad de sobrevivir, y por otra parte, la capacidad de producir”, dice Alsaqqa. El sector producía el equivalente a más de 575 millones de dólares (unos 530 millones de euros) al año antes del conflicto –según la Asociación Palestina de Desarrollo Agrícola (PARC), socio local de Oxfam– y su destrucción afecta directamente a las familias que vivían del mismo.
En esta situación de emergencia, Oxfam distribuye entre los agricultores unos cheques con los que pueden comprar, a través de tres distribuidores locales seleccionados, los insumos que necesitan para su actividad. Al mismo tiempo, apoya dos viveros que suministran semillas y plántulas a los agricultores, de forma gratuita, para que estos puedan seguir o reanudar su producción de hortalizas –tomates, pepinos, pimientos, berenjenas y calabazas, principalmente–.
Alsaqqa destaca que también están trabajando con las personas que, antes de la guerra, formaban parte de la cadena de suministros local. “Estamos apoyando a las mujeres para que vuelvan a su actividad y produzcan comida para el mercado local”, más accesible que los productos importados, cuyos precios están disparados porque escasean (las autoridades israelíes han permitido recientemente la entrada de alimentos para su venta en Gaza después de varios meses de bloqueo, tal y como desveló Reuters). Estas mujeres, además, preparan comida caliente para los desplazados internos, agrega el trabajador humanitario.
“También apoyamos las iniciativas que están surgiendo en los campamentos de desplazados donde, por ejemplo, hay familias que quieren cultivar un pedazo de tierra para producir” sus hortalizas.
“Hacemos frente a muchos retos: faltan insumos y dependemos de los que están disponibles a nivel local, pero la mayor parte de los negocios y almacenes agrícolas han sido destruidos”, dice Alsaqqa. Señala que estos insumos “no parecen una prioridad, pero son muy importantes para sostener el ciclo productivo en Gaza, porque si la situación continúa así, llegará el momento en el que no se produzca nada”.
Sin luz no hay agua ni verduras
La falta de electricidad es uno de los grandes retos para los agricultores y las organizaciones que los apoyan. Tanto Oxfam como Acción contra el Hambre destacan que se necesitan, entre otras cosas, paneles solares. Ya antes de la guerra, los cortes de luz suponían un problema, principalmente para los sistemas de riego, y los agricultores dependían del combustible para usar generadores eléctricos. Desde hace meses, apenas hay combustible en Gaza y se emplea para los servicios esenciales, como los hospitales.
En los tres años anteriores a la guerra, Acción contra el hambre apoyaba a los agricultores en la rehabilitación de invernaderos y les proporcionaban todo lo que necesitaban, desde semillas hasta herramientas, además de formarles para que aprendieran técnicas de cultivo más eficientes. Ahora, la ONG busca retomar sus proyectos de apoyo a los agricultores con los que sigue teniendo relación, explicó Fenia Diamanti, coordinadora de proyectos de emergencias, en una rueda de prensa en Madrid.
“La mayoría de la tierra de cultivo, que ya era limitada, está destrozada o contaminada, y los pocos agricultores que quedan tienen un acceso muy limitado por razones de seguridad y por la falta de carreteras para llegar a sus tierras”, lamentó Diamanti, quien ha regresado recientemente de Gaza. Los equipos técnicos de Acción contra el Hambre en Gaza determinarán si se dan las condiciones mínimas para retomar la actividad en los campos que planea apoyar.
“Todas las organizaciones dependemos de las pocas verduras y frutas frescas que quedan, porque es muy difícil importarlas”, aseguró Cristina Izquierdo, coordinadora de nutrición de emergencias de Acción contra el Hambre. Desde el principio de la guerra, la ONG ha comprado productos frescos para distribuir entre la población a la que entrega cestas de comida, entre la que intenta que haya siempre algún alimento fresco aparte de los no perecederos.
“A día de hoy, apoyamos sobre todo con compras a aquellos pocos agricultores que pueden seguir cultivando y proveer de cestas de productos frescos a la población que ha perdido el poder adquisitivo”, explicó Izquierdo en la misma rueda de prensa en Madrid. Los que aún pueden trabajar se sitúan principalmente en el sur de la Franja, aunque la ofensiva en Rafah también puede acabar con los cultivos en esta zona, a medida que las tropas israelíes expanden sus operaciones.
Retos presentes y problemas futuros
Acción contra el Hambre centra su actividad ahora en las áreas de Jan Yunis y Deir al Balah, al norte de Rafah y adonde han huido más de un millón de personas, que se encontraban refugiadas en la localidad que el Ejército israelí asaltó el 6 de mayo. Aparte de apoyar a una treintena de agricultores, la organización también volverá a ayudar a varias “pequeñas empresas” –mujeres que preparaban comida antes de la guerra, como conservas o dulces– para que puedan reconvertirse y producir alimentos que se necesitan más en este contexto de desnutrición generalizada. “Es una forma de intentar que el sector no quede totalmente destruido”, explican desde Acción contra el Hambre, al mismo tiempo que “se mantiene el medio de vida para los agricultores y sus familias”.
Tanto Acción contra el Hambre como Oxfam buscan proporcionar a los agricultores los insumos que necesitan (semillas, fertilizantes, herramientas, etc.) para que continúen produciendo o retomen la producción, al mismo tiempo que compran sus productos para que los agricultores tengan uno ingresos mínimos.
Sin embargo, uno de los mayores problemas en Gaza es la falta de dinero en efectivo. “Intentamos pagarles en sus cuentas bancarias, pero el sistema bancario se ha visto muy afectado por la guerra”, dijo Diamanti. “Hasta hace unas semanas, sólo había dos cajeros automáticos activos en Gaza, aunque las organizaciones internacionales sigamos haciendo transferencias a los agricultores, éstos no tienen acceso al dinero”. Al igual que la mayor parte de los bienes, el efectivo tampoco llega a Gaza desde Israel (en la Franja se emplea la moneda israelí).
Los problemas se acumulan en Gaza, al igual que los residuos, que en medio del conflicto no han sido recogidos ni destruidos o sacados del pequeño territorio costero. La ONG palestina Unión de los comités de trabajo agrícola ha advertido de que “la destrucción de la infraestructura y la escasez de combustible ha llevado a un parón significativo en los servicios de saneamiento y recogida de basura”, por lo que las aguas residuales y los residuos han contaminado el terreno de Gaza, además de los restos de proyectiles y artefactos explosivos que representan un peligro oculto en los campos de la Franja.