The Guardian

La búsqueda de los soldados armenios muertos en la guerra de Nagorno Karabaj: “¿Y si alguien ya ha enterrado a mi hijo?”

Astrig Agopian

28 de junio de 2021 22:23 h

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Han pasado ocho meses desde el cese el fuego del conflicto bélico entre Armenia y Azerbaiyán en Nagorno-Karabaj, que provocó más de 5.000 muertos, y muchos soldados siguen desaparecidos. En Armenia, las familias esperan ansiosas noticias sobre sus seres queridos. La creciente desconfianza en torno a las pruebas de ADN y la falta de información hacen que aumente la presión sobre el Gobierno.

Larissa Dureyan lleva buscando a su hijo Mxitar, de 20 años, desde octubre. Mxitar comenzó el servicio militar obligatorio en julio de 2019 y estaba desplegado en Fizuli cuando estalló la guerra en septiembre del año pasado.

El 12 de octubre llamó a su madre para decirle que lo trasladaban a otro lugar, sin decir dónde. Fue la última vez que supo de él. “Trajeron el cuerpo de un niño que llevaba la chaqueta de mi hijo. También encontraron su tarjeta de crédito en el bolsillo”, explica Dureyan. “El rostro estaba irreconocible. Mi hijo tenía las manos llenas de cicatrices porque lo operaron cuando era adolescente. Así que primero miré las manos del cuerpo. Estaban perfectas, sin ninguna cicatriz”.

“Proporcioné una muestra mía de ADN y pregunté si lo habían verificado. Me dijeron que no lo habían hecho, pero que sin duda era mi hijo, ya que el cuerpo llevaba su chaqueta y tenía su tarjeta de crédito. Insistí en que comprobaran el ADN”. Cuando finalmente hicieron la prueba, los funcionarios se dieron cuenta de que no se trataba del joven.

“Imagínate que yo hubiera enterrado al hijo de otra persona, sus familiares no lo habrían encontrado. ¿Y si otra persona ha enterrado a mi hijo pensando que es el suyo?”, se pregunta Dureyan. Desde que el error se hizo evidente, la mujer ha seguido buscando a su hijo en los depósitos de cadáveres, en los hospitales y en Internet, y ha publicado fotografías de él en las redes sociales. Pero no lo ha encontrado.

La cifra de personas desaparecidas o que permanecen retenidas como prisioneras de guerra en Azerbaiyán sigue sin estar clara. A mediados de abril, el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, declaró que se había confirmado la muerte de 3.621 personas, que había 321 desaparecidos y que quedaban 200 cadáveres por identificar. Los defensores de los derechos humanos han recurrido al Tribunal Europeo de Derechos Humanos para preguntar por el paradero de más de 200 prisioneros de guerra.

Mientras Dureyan sigue sin tener noticias, algunas familias han acabado encontrando a sus hijos. En enero, Narine Gasparyan recibió la noticia de que los expertos forenses habían identificado el cuerpo de su hijo a partir de una muestra de ADN. Le dieron tres huesos para enterrar, que según le dijeron, eran las únicas partes que quedaban de él. Unas semanas después, Gasparyan recibió la noticia del laboratorio de que los huesos que le habían entregado no eran de su hijo.

La familia excavó los huesos enterrados y siguió buscando a su hijo. “Dos semanas después encontramos el cadáver completo y aún reconocible de nuestro hijo en un depósito de cadáveres. Lo vi y lo pude reconocer”, señala Gasparyan.

Gasparyan no quiere que el caso de su hijo se utilice para criticar a quienes trabajan en la identificación de los cadáveres. “Los científicos también son personas, y tal vez estaban cansados porque ahora trabajan mucho. Hablamos con el laboratorio y entendimos que se trataba de un error. Aun así, fue muy doloroso”, indica. “Pero nos sentimos afortunados ya que, al menos, hemos encontrado el cuerpo de nuestro hijo y lo hemos podido enterrar. Mucha gente no tiene nada”.

Un reto científico

Diana Harutyunyan es una experta en genética forense del Centro Científico Práctico de Medicina Forense que depende del Ministerio de Sanidad. “Lamentamos la situación. Fue un error humano al transcribir la información, no tiene nada que ver con la tecnología que utilizamos”, subraya.

El centro solía tener sólo unos pocos casos al año de identificación de ADN a partir de huesos, relacionados con casos criminales o investigaciones arqueológicas. Tras la guerra de Nagorno-Karabaj, se vio desbordado ya que de repente tenía que identificar cientos de huesos y partes del cuerpo.

Los empleados del laboratorio admiten que la situación les sobrepasó. No fue sólo el número de víctimas lo que dificultó la realización de las pruebas de ADN. “Tuvimos dificultades mecánicas y químicas”, dijo Harutyunyan. “Tenemos algunos casos de fragmentos que están tan profundamente quemados, tan dañados, que no sabemos si podremos identificarlos del todo”. Armenia ha acusado a Azerbaiyán de utilizar fósforo blanco, lo que podría explicar las quemaduras encontradas en los cadáveres.

“Golpearon y quemaron a muchas personas en masa. Todos murieron. Se cavó una fosa y tiraron los cuerpos. Así que hay que identificar todos los huesos y las partes que tienen exactamente el mismo perfil, y solo así puedes saber si pertenecen al mismo cuerpo y a la misma persona”.

El laboratorio ha estado entregando los huesos a las familias antes de reconstituir los cadáveres completos. “La Cruz Roja nos aconsejó que esperáramos a identificar varios huesos y partes del cuerpo de una persona y reconstituir un cadáver antes de devolvérselo a la familia”, explica Harutyunyan.

“¿Se imaginan que les digamos a las familias que tenemos a su hijo pero que se tienen que esperar y que todavía no se lo podemos devolver? Es simplemente imposible. Las familias no son tan pacientes, no pueden esperar, y presionan”.

Falta de confianza

Algunas familias no confían en los resultados del laboratorio oficial y deciden verificarlos enviando muestras de ADN fuera de Armenia o a través de empresas privadas.

Anna Hovhannisyan es la directora general de Genetic Forensic Centre LLC, una compañía dedicada a la realización de pruebas de ADN. Antes de la guerra, no hacía este tipo de análisis desarrollados a partir de huesos, pero empezó a hacerlo tras recibir financiación del grupo de médicos franceses Santé Arménie.

“Las familias llegan con una prueba de ADN del laboratorio oficial y con extractos de ADN. Me dan la muestra y yo hago la misma investigación internacionalmente reconocida con marcadores que ya se siguieron en el laboratorio oficial”, explica Hovhannisyan. Hasta ahora solo ha comprobado unas pocas muestras, sin cobrar a las familias. Todas las muestras han coincidido con los resultados del laboratorio oficial —lo que significa que no había ningún error— excepto una de ellas.

“A veces tengo que descartar algunos encargos porque no tengo tiempo ni medios para hacer tantas pruebas. Así que las familias que tienen medios económicos contactan con laboratorios de Europa o Estados Unidos”, explica.

“Los padres no se fían de nosotros, así que nos ponen a prueba. Traen las muestras de ADN de otra persona que no es de la familia, diciendo que es alguien de la familia, para ver si nos damos cuenta de que no es alguien de la familia. Como es obvio hacemos la prueba con todo el rigor, así que nos damos cuenta de que no es alguien de la familia, pero perdemos un tiempo muy valioso”.

Traducido por Emma Reverter.