Sana y su familia –su marido y sus padres, sirios- se han bajado del coche de dos voluntarios austríacos que les han recogido junto a una gasolinera de Györ (Hungría) para cambiar de vehículo. Les han encontrado caminando junto a una carretera y van a ir a Viena en el coche de otros dos jóvenes que se han ofrecido a llevarles. “Vamos, tenemos que salir rápido. Aquí no podemos estar mucho tiempo”, les apremia Peter, uno de los voluntarios. Temen problemas con la policía, que podría acusarles de traficar con personas. Sana se demora en agradecimientos sin fin a los dos chicos que les han recogido. “Estoy enferma”, explica a eldiario.es apresuradamente antes de subir al coche. “Tengo que llegar a Alemania, donde está el resto de mi familia”.
Desde el pasado 6 de septiembre, decenas de vehículos circulan algo más lentos por la autopista M-1 que une Budapest con Viena y por las carreteras secundarias alrededor de la frontera. No van de paseo; van buscando refugiados. Muchos de los refugiados llegan a Györ huyendo del campo de Röszke, en la frontera con Serbia. Desde Györ les trasladan a Viena, donde muchas familias de sirios, iraquíes y afganos toman un tren hacia Alemania para salir de Hungría cueste lo que cueste.
Con frecuencia, los voluntarios se encuentran con refugiados asustados, agotados y desconfiados sobre las intenciones de un grupo de desconocidos que quiere subirles en su coche. Los traficantes cobran entre 150 y 300 euros, dependiendo del trayecto. “Al principio es difícil convencerles de que no somos traficantes de personas. Nos lleva un rato explicarles que no les vamos a cobrar por llevarles”, explica Erzsébet Szábo (nombre ficticio), una de las organizadoras de los convoyes de vehículos particulares que transportan a los refugiados a través de la frontera y que ha conseguido movilizar a cientos de personas a través de Facebook.
El primer convoy organizado por Szábo y sus compañeros partió el 6 de septiembre: 170 coches salieron de Viena hacia Hungría para distribuir ayuda entre los refugiados y transportarles a la capital austríaca. Llevaban mantas, medicamentos, comida y, sobre todo, el transporte necesario para llegar a Austria. “Estamos muy contentos con la respuesta de la gente. La semana pasada conseguimos transportar a 380 refugiados en 170 vehículos. Este fin de semana, hemos sacado de Hungría a otras 150 personas en 40 coches”, explica Szábo.
En una de las páginas de ayuda que se han abierto en la red social, decenas de personas se ofrecen para aportar lo que pueden. Es una situación en la que pueden ayudar de forma individual, sin mediación de ninguna ONG, y la respuesta ha sido abrumadora. Tanto, que hay mensajes de los organizadores en los que solicitan a los voluntarios que se coordinen para no llevar ayuda innecesaria: no hacen falta vestidos de verano ni sandalias, sino ropa de abrigo.
Hace falta de todo, no solo lo material. Se buscan intérpretes de farsi, dari y árabe. En uno de los posts, Ibrahim se ofrece como traductor: “Puedo traducir en 6 idiomas, pero tengo trabajo pendiente y no puedo desplazarme hasta el martes”, escribe. En otro, Harry, un ingeniero, aconseja no cruzar el lago Neusiedl, en la frontera. Es una vía rápida, pero peligrosa si no se conoce el terreno. Harry cuenta a eldiario.es que tiene un barco preparado para el rescate por si a alguien se le ocurre ir a Austria por esta parte de la frontera. “Ayudar a la gente que lo necesita es lo que te hace humano, digan lo que digan las autoridades”, sentencia.
En otro post, Philip da consejos sobre cómo esquivar a la policía húngara en una de las rutas cerca de la frontera, cómo hacer una parada en un parking cercano para que los refugiados puedan tomar una sopa caliente o cómo llegar a pie hasta Nickelsdorf, la primera localidad austríaca después de la frontera, donde los voluntarios de Cruz Roja distribuyen mantas y alimentos a los refugiados que esperan tomar un autobús hacia Viena o hacia Alemania.
El gobierno austríaco ha decidido detener el tráfico de trenes entre Austria y Hungría debido a la saturación de los vagones, llenos de refugiados durante la última semana, así que han habilitado más autobuses en Nickelsdorf. Allí han llegado este fin de semana más de 21.000 personas, según datos de la policía austríaca.
Hungría ha anunciado que el martes 15 de septiembre aprobará una ley que establece penas de hasta cinco años de cárcel para quien cruce ilegalmente la frontera. “Creemos que Hungría va a vaciar sus campos de refugiados, así que esperamos que unas 1.000 personas lleguen hasta Nickelsdorf cada hora en las próximas horas o incluso días”, explica a eldiario.es el portavoz de la policía austríaca, Gerald Pangl.
Ninguno de los voluntarios quiere que aparezca publicado su nombre completo por temor a lo que les pueda pasar. Hace dos semanas, la policía austríaca arrestó a cuatro de ellos por transportar a refugiados, aunque fueron liberados a las pocas horas. “Seguiremos adelante con los convoyes. La situación no va a cambiar; irá a peor”, vaticina Szábo. Tanto los organizadores de los convoyes como los particulares que van en sus vehículos buscando refugiados para llevarles a Austria, saben que se enfrentan a penas de cárcel. En Austria, la ley marca hasta tres años de prisión, incluso si no se cobra dinero por el traslado. “En Hungría las penas son de entre 10 y 15 años, pero es una situación de emergencia humanitaria. Aunque no organicemos convoyes, la gente va a ir por su cuenta”, continúa Szábo.
Aaron vio la convocatoria en Facebook y decidió ir por su cuenta, con su novia. Encontró junto a la frontera a una familia siria que después viajó con otros dos voluntarios que se dirigían a Viena. “Es bastante necesario ayudar en estos momentos. Lo tenemos demasiado cerca como para obviarlo”, cuenta nada más bajarse del coche, en la carretera cercana a Nickelsdorf donde ha encontrado a la familia siria, que viajaba a pie. Algo estalló en la cabeza de este actor de 27 años cuando a finales de agosto vio en las noticias que 71 personas habían muerto por asfixia en un camión frigorífico abandonado en Parndorf, cerca de la frontera con Hungría. Unas semanas después, vio la oportunidad de ayudar con un recurso tan a su alcance como el coche de su novia.
La última parte del camino ha sido traumática para muchos de los que huyen. Llegan asustados y preguntan continuamente si la policía austríaca les va a tratar de la misma manera que la húngara. Hungría ha sido, para muchos de ellos, una segunda huida: un lugar, de nuevo, del que hay que salir a toda costa. Lo ha sido para Houssam y su familia, que vienen de Homs: “Cuando llegamos a Hungría y vimos cómo nos trataban, quisimos volvernos a Siria”.
“Llegan asustados y muchas veces la gente se pierde en los traslados, o al tomar un autobús. Hay mucha falta de información. La ayuda es muy necesaria”, explica Isabella, una voluntaria que acompañó la semana pasada a un grupo de refugiados que viajaba en tren desde Hungría hasta Austria. Cuenta que lo hizo para que tuvieran junto a ellos una cara que seguro les iba a sonreír al menos durante una parte de su camino.