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11 retos de la cooperación internacional para integrar en su agenda a los movimientos sociales

“Si analizamos los discursos, se darían las condiciones necesarias para incorporar los movimientos sociales en las agendas de la cooperación internacional (CI)”. Así de tajante se muestra Pedro Ramiro, coautor –junto a Gonzalo Fernández y Silvia Piris– del estudio 'Cooperación internacional y movimientos sociales emancipadores: bases para un encuentro necesario'.

Sin embargo, este encuentro no se ha producido aún. “Desde las ONG tenemos que hacer autocrítica y analizar qué posición hemos tomado y qué alianzas hemos establecido”, reconoce Ramiro. Según explica, a mediados de la década de los noventa el sector empresarial comenzó a inmiscuirse en la agenda de la cooperación.

Con la llegada de la crisis, “económica y civilizatoria”, los Estados “ven reducido su papel”, las ONG reciben “menos presupuesto” y el sector privado gana fuerza. Aunque lucha contra la pobreza, la CI también “ayuda a las relaciones internacionales” y “asegura los negocios de las multinacionales en el extranjero”, lamenta Ramiro.

Mientras, los movimientos sociales han ido conformando una agenda alternativa. “Trabajan en base a unos horizontes que se oponen al capitalismo” y buscan una transformación social, explica el autor. “Se ve con las movilizaciones, los desahucios, las mareas”.

Esto dificulta aún más la interacción con los actores de la cooperación internacional, que representan la “legitimación de un proceso económico”. “Nos hemos volcado en la parte más técnica dejando de lado al verdadero sujeto del cambio. Por ejemplo, durante el 15-M el papel de las ONG era muy limitado, casi nulo –explica Ramiro–. Nadie se acordaba de ellas como un sujeto a tener en cuenta”.

Que algunas ONG tengan “un discurso de este tipo, que lleva la contraria a las directrices de la cooperación, hace que no estemos muy bien vistos”, afirma. No obstante, asegura que “el único sentido es construir una alianza con los movimientos sociales”, por lo que “es un riesgo que hay que asumir”.

Así, Ramiro, Fernández y Piris se han adentrado, a través de la Universidad del País Vasco y el Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional (HEGOA), en un proceso de investigación del que esperan resulte una nueva agenda de cooperación conjunta con los movimientos sociales. El libro Cooperación internacional y movimientos sociales emancipadores: bases para un encuentro necesario es el resultado de la primera parte de ese estudio. En él, se marcan los once puntos que harán posible esa agenda alternativa y que se desarrollarán en la segunda parte de la investigación. Son los siguientes:

1. Reducir las asimetrías globales. La cooperación internacional debe tener una “dimensión política” con capacidad de asumir cambios “estructurales”, más allá de objetivos concretos, visibles e inmediatos. En este sentido, “las comunidades que viven en una situación de pobreza no son un objetivo, sino un punto de partida” desde el que encarar las desigualdades globales.

2. Crear un marco de referencia en torno a las lógicas emancipadoras. Los autores consideran que la emancipación es el concepto que mejor define los anhelos de los ciudadanos.

Sobre esta base, proponen una agenda alternativa que denuncie los “actores y actuaciones que impiden avanzar en términos de justicia y bienestar”, que se oponga a las políticas de las “empresas transnacionales” y que abogue por “la sostenibilidad de la vida, el reconocimiento y la articulación de la diversidad, la democracia participativa, la defensa de lo colectivo y la comunidad y la politización de lo cotidiano”.

3. Dar más peso a los protagonistas. La cooperación debe establecer una “alianza con los sujetos clave” en los procesos emancipadores, para que sean ellos quienes defiendan los cambios estructurales que acaben con las asimetrías globales.

4. Fortalecer los movimientos sociales. Incidir sobre “el fortalecimiento y la articulación de los movimientos sociales” es para la cooperación internacional la mejor forma de “avanzar en términos de democracia, de movilización social, de debate político y de legitimidad popular”.

5. Cooperación multidimensional. Llegados a este punto, los autores destacan la necesidad de “una profunda transformación de las dinámicas y de las prioridades”. “No es posible establecer prioridades sectoriales”, puesto que un cambio estructural abarca todos los ámbitos de actuación.

6. Superación de la lógica Norte/Sur. Esta nueva agenda alternativa rechaza el establecimiento de enfoques y herramientas diferentes según la base geográfica de una determinada iniciativa. Por esta razón da prioridad al “análisis político” y al “fortalecimiento de sujetos como enfoque general”.

7. Avanzar hacia una lógica global. “Es importante que la cooperación defina el ámbito global como prioridad, dado que en esta dimensión se sitúan algunos de los agentes y de las lógicas más significativas de la modernidad capitalista”, recoge el estudio. Así, aboga por “otorgar relevancia a las redes internacionales y regionales de los movimientos sociales”.

8. Superar la idea de donante y receptor. El diálogo para determinar las condiciones, prioridades y dinámicas de la agenda debe ser “horizontal, abierto y sin condiciones previas”. Para ello, la cooperación internacional ha de ser entendida como una “verdadera política pública global” en la que el Norte no acapare la “capacidad real de incidir en los términos finales”.

9. Diversidad de actores. Debe ampliarse la diversidad de actores de la cooperación a “las universidades, las ONGD, otras organizaciones sociales, las entidades de la economía solidaria, etc.”. No obstante, esta nueva agenda “sitúa la responsabilidad y la capacidad de articulación en los movimientos sociales emancipadores”.

10. Nuevo marco técnico-instrumental. Los autores optan por renunciar al proyecto entendido como la “lógica de la eficacia en función de la obtención de resultados en un breve espacio de tiempo”. Son necesarios “nuevos instrumentos que se adapten a la identidad de los movimientos sociales”, pensados a “medio y largo plazo”, “flexibles” y que “fomenten el análisis político periódico”.

11. Cambio en los requisitos administrativos. Deben “primar los criterios políticos a los técnicos y administrativos”. Como explica Ramiro, los movimientos sociales y las ONGD tienen “lógicas distintas”, por lo que “no se les pueden exigir las mismas condiciones”.