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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“El peligro que nos persigue a los periodistas en Siria es la muerte”

Al otro lado de la pantalla del ordenador, en una videollamada, aparece Hadi Abdullah, un joven de 29 años con rostro cansado, marcado por las ojeras, fruto de más de cinco años del insomnio que provoca una guerra que no cesa. La de Siria.

Desde su habitación en la localidad siria de Idlib, Hadi aún sonríe. Recientemente ha sido galardonado con el premio por La Libertad de Prensa, otorgado por Reporteros Sin Fronteras. El jurado ha reconocido a este reportero independiente, que antes fue enfermero, los “numerosos peligros que ha sorteado para dar cuenta de la realidad de su país”.

Hadi conoce bien el precio de documentar los horrores de estos años oscuros en Siria. Además de haber sido secuestrado brevemente por el Frente Al Nusra en enero de este año, sufrió lesiones por una esquirla de metralla en Alqusair y resultó herido en Homs y Jesr Alhaj (Alepo) por bombardeos de helicópteros con barriles explosivos.

Esta guerra se ha llevado la vida de alguno de los suyos. El que fuera su compañero durante tres años, el fotógrafo Tarad Alzuhuri, fue asesinado por Hizbolá en las batallas de Al Qalamun. Hace pocos meses sufrió la pérdida del cámara Khaled Alissa, a quién se refiere como “mi Khaled, mi alma gemela”. Los dos hacían un equipo.

Hadi, enfundado con su chaleco antibalas y con micrófono en mano, narraba entre escombros, los estragos del conflicto. Mientras, Khaled detrás de la cámara, lo filmaba todo. Hasta que el 17 de julio, una bomba estalló en el edificio en el que ambos vivían. Después de ser trasladados a un hospital en Turquía, Khaled no sobrevivió y Hadi se enfrentó a una dura recuperación física y psicológica.

A pesar de ello, Hadi, antes de estar completamente curado, regresó a Siria en silla de ruedas para continuar con una profesión y responsabilidad que llegó a su vida hace más de cinco años y que no quiere abandonar: informar.

¿Cuándo comenzó su labor informativa?

En marzo de 2011, en la primera manifestación pacífica en Homs, me puse en contacto con algunas cadenas de televisión y, como testigo, narré lo que estaba sucediendo. Cómo las calles estaban llenas de manifestantes reclamando libertad, dignidad y justicia, y cómo la seguridad del régimen disparaba directamente a los civiles. Y, desde entonces, sigo en este trabajo.

¿Cuáles son los principales riesgos para los periodistas en Siria?

Todos sabemos que Siria es el país más peligroso para ejercer el periodismo. El peligro que nos persigue es la muerte. Muchos de mis colegas han muerto delante de mis ojos. Luego están otros como las lesiones o perder una mano o un pie, como le pasó mi amigo Ibrahim Al-Khatib, corresponsal de Orient News que perdió un ojo. A todo esto se suma el riesgo de ser detenido o secuestrado, sobre todo siendo periodista extranjero.

El conflicto en Siria se está documentando por mucha gente como usted, que al mismo tiempo son víctimas de lo que ocurre. ¿Cómo es la relación entre la prensa local siria y la internacional?

Hay bastante relación con medios como Al Jazeera o Al Arabiya a la hora de comunicar. En cuanto a los medios occidentales, la relación es casi nula, quizás porque no tenemos una institución mediática que se dedique a elaborar un discurso dirigido al público extranjero. Por eso me encantaría que los periodistas occidentales nos ayuden a reflejar y contar la verdad sobre Siria, hacia el público de fuera.

¿Por qué los periodistas e informadores se han convertido en un objetivo en esta guerra?

Desde el inicio de la revolución siria, el régimen asadista prohibió la entrada de medios y periodistas extranjeros para obstaculizar la tarea de ver lo que sucede realmente en Siria y los crímenes que cometía contra los civiles. Cualquier criminal teme a los periodistas porque destapan y desenmascaran sus mentiras. Asad y Daesh (ISIS) temen a los periodistas. Cuanto más criminales entren en esta guerra, los periodistas estarán más amenazados.

¿Ha vivido alguna situación que le haya marcado especialmente en todos estos años de cobertura?

El lugar que más me ha afectado, sin duda es Alepo. Ahí pude documentar varias masacres contra civiles, con muchísimos niños entre las víctimas. En Alepo, cada vez que filmaba, el corazón se me salía del pecho.

Ahora está de nuevo en Siria después de recuperarse en Turquía de las heridas sufridas en las explosión de una bomba. ¿Se ha reducido la intensidad de los bombardeos?

Hay durante el día y la noche. Esta noche, por ejemplo, se están intensificando los ataques en la ciudad de Alepo y se han registrado 18 muertos, entre ellos varios niños y decenas de heridos. En menos de 24 horas se han producido ataques en tres hospitales.

También han bombardeado en Idlib y Homs. La gente no puede dormir, ni mantener una vida cotidiana por el día, los niños viven asustados con el miedo dentro, sin poder ir a la escuela. De todo esto, el mayor problema ahora mismo es que los hospitales se han convertido en principal objetivo de la aviación rusa.

¿La gente que sigue dentro del país puede salir?

Es imposible salir. No se puede, ahora están todas las fronteras cerradas y están atrapados en un lugar que no es seguro.

¿Cuál es su análisis de la situación actual en Siria?

Es muy complicada. Los sirios perdieron la iniciativa y todos los hilos están en manos de grandes países, lamentablemente nuestro futuro está en sus manos. Pero deseo de corazón que pare este río de sangre en Siria. Nosotros y vosotros, tenemos que acabar con el primer responsable de todo esto, que es Bashar Al Asad; y con la organización criminal que el régimen fomentó, que es Daesh. Necesitamos que se libere Siria, porque el pueblo sirio merece ser libre.

¿En qué pensó cuando le notificaron que habías sido galardonado con el premio de Reporteros Sin Fronteras?

Mi primer pensamiento fue para mi alma gemela, Khakeld Alabdallah. Incluso le dije al equipo de RSF que este premio es suyo y que lo iba a recoger en su nombre.

¿Qué supone recibir este reconocimiento?

Sin duda este premio es muy importante porque supone un gran reconocimiento a los medios y las formas de hacer periodismo, que florecieron en la revolución siria y que, a pesar de la escasez de recursos, hace frente a la maquinaria propagandística oficial y de sus aliados. Un premio como este siembra esperanza y nos empuja a seguir trabajando e informando.