- Quinta y última entrega de un reportaje traducido al castellano de la revista estadounidense Foreign Policy. Toda la serie: Nuestro hombre en África
En la mañana del 30 de junio de 2013 la policía senegalesa arrestó a Hissène Habré —líder guerrillero que luego se convirtió en dictador de Chad 1982 a 1990— en su casa de Dakar, donde había vivido un dorado exilio de 22 años. Se le acusaba de crímenes de lesa humanidad, tortura y crímenes de guerra.
Se le ha encerrado en una renovada cárcel de Dakar a la espera de juicio ante el Tribunal Extraordinario Africano, una jurisdicción especial en los tribunales de Senegal creado expresamente para su juicio, previsto para 2015. “Las ruedas de la justicia están en marcha”, declaró Reed Brody (exdirector de promoción de causas de Human Rights Watch) el día del arresto. “Después de 22 años, por fin las víctimas de Habré pueden ver la luz al final del túnel.”
Por medio de sus abogados, Habré declinó numerosas invitaciones para ser entrevistado para este artículo, pero uno de sus abogados parisinos, François Serres, declaró que su cliente negaba todos los cargos. El gobierno de Obama se ha mostrado públicamente a favor del juicio, hecho que Serres califica como la más alta de las hipocresías. En una carta a Hillary Clinton, entonces Secretaria de Estado, fechada el 4 de julio de 2012, Serres condena la posición de EEUU, como se refleja en un informe del Departamento de Estado enviado al Congreso el mes anterior.
“(El documento) no ofrece una vista justa e imparcial de este caso”, escribe Serres. “Este es probablemente el resultado de la desinformación transmitida por un gran número de organizaciones, entre ellas Human Rights Watch, y en especial por su portavoz, quien, en la última década y con la complicidad de las actuales autoridades chadianas, ha organizado una campaña de odio contra Hissène Habré, a pesar de las decisiones de los tribunales, vulnerando los principios básicos de los derechos humanos.”
Habían sido los belgas quienes en última instancia habían ayudado a Brody a engrasar las ruedas de la justicia internacional, pero aun con la imputación de 2000, el progreso había sido intermitente. En 2003, la ley de justicia universal de Bélgica fue duramente criticada por EEUU después de que el ex-presidente George H. W. Bush, el ex-presidente del Estado Mayor Conjunto Colin Powell y el ex-secretario de Defensa Dick Cheney hubiesen sido acusados por su responsabilidad en el bombardeo de refugios civiles de 1991 en Bagdad durante la Guerra del Golfo. Las amenazas estadounidenses lograron que Bélgica retirase la ley en agosto de 2003, pero el caso contra Habré fue eximido y siguió adelante.
En 2009, después de que Senegal desoyese de forma continuada las peticiones de extradición para Habré, Bélgica acudió a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) (órgano judicial principal de las Naciones Unidas, a menudo llamado simplemente Tribunal Mundial) para que obligase a Senegal a que cumpliera sus compromisos. “Ir a la CIJ es el equivalente jurídico de ir a la guerra”, explica Brody. Al fin, en marzo de 2012, el tribunal convocó las audiencias sobre el fondo de la cuestión. Su decisión sería vinculante en el caso de Senegal.
Human Rights Watch trasladó a Souleymane Guengueng desde Nueva York. El dosier legal que Brody y su equipo entregaron a los abogados belgas para apoyar el caso incluía los archivos originales de las víctimas de Guengueng, los archivos del DDS y una serie de opiniones legales recogidas desde la primera vez que se inició el procedimiento contra Habré en Dakar. “Leer en alto y en detalle los supuestos crímenes de Habré y que ambas partes y el tribunal superior de la ONU los dieran por válidos era ya una victoria”, declara Brody, quien trabajó a destajo con un equipo de becarios durante las audiencias preparando escritos legales para ayudar a los abogados belgas a rebatir los argumentos de Senegal.
Días después se precipitaron los acontecimientos: Macky Sall, un político joven y lleno de energía, fue elegido presidente de Senegal. Poco después de tomar posesión del cargo, Sall manifestó su compromiso con el Derecho Internacional y anunció que Habré sería juzgado en Senegal. “No queríamos marear la perdiz durante años como el anterior gobierno”, declaró Aminata “Mimi Tempestad” Touré, entonces ministra de justicia de Senegal y posteriormente primera ministra. “Debemos ser consecuentes con nuestras palabras.”
Entonces, el 20 de julio de 2012, la CIJ anunció la decisión unánime que conminaba a Senegal a “sin mayor dilación, remitir el caso del Sr. Hissène Habré a sus autoridades competentes para que se celebrase el juicio, o a extraditarlo”.
Guengueng sintió que se hacía justicia: “(h)oy mis amigos torturados, la gente que vi morir en la cárcel, todos los que nunca perdieron la esperanza están más cerca de conseguir justicia”.
Brody viajó al Chad en diciembre para ayudar en lo que fuera posible mientras cuatro fiscales de Senegal visitaban Yamena para recoger testimonios, un paso previo crucial en el procedimiento. Las víctimas chadianas, que por primera vez creyeron que Habré sería finalmente juzgado, poco a poco pierden el miedo a hablar. Los jueces han llevado a cabo más de 1000 entrevistas, visitado fosas comunes acompañados de arqueólogos forenses e inspeccionado una granja en el sur del Chad donde las fuerzas de Habré están acusadas de masacrar a cientos de soldados rebeldes cuando trataban de rendirse.
“Este acontecimiento puede transformar la justicia africana”, declara Brody. “Un juicio televisado en un tribunal africano en el que víctimas africanas llevan a un dictador africano ante la justicia puede dejar volar la imaginación de la gente… Gente que, inspirada por el uso del Derecho para arrestar a Pinochet, puede inspirarse aun más cuando vea testificar a Souleymane Guengueng, cuando vea a Jacqueline Moudeina, aún con metralla en la pierna, interrogar a Hissène Habré.”
El presidente Barack Obama ha elogiado los esfuerzos de Senegal para juzgar a Habré y su gobierno ha anunciado que contribuirá con un millón de dólares para ayudar a sufragar el juicio. No hay duda de que el propio Obama ha apoyado a gobiernos represivos cuando esto ha beneficiado a los intereses de EEUU.
Además, en 2011 culminó la obra que Reagan había comenzado tres décadas antes, ayudando a los rebeldes libios a derrocar a Gadafi. Este inesperado apoyo de Washington a la labor realizada para conseguir justicia en el Chad puede interpretarse como poco más que un burdo intento de encubrir sus años de apoyo al torturador. Esta labor comenzó hace más de veinte años: el 30 de noviembre de 1990, cuando Habré huyó al exilio.
La tarde de ese día fatídico para Habré, con Yamena a punto de caer en las manos de los rebeldes de Idriss Déby, el coronel David Foulds salió a toda prisa de la embajada estadounidense en dirección al centro de entrenamiento de la CIA a las afueras de la capital. El adjunto de defensa estadounidense debía evacuar de inmediato a la “quinta columna” de cerca de 200 libios expatriados que la CIA había armado en secreto antes de que entraran en combate con las tropas de Déby, apoyadas por Gadafi.
En el campo, empacó las armas, subió a los hombres en camiones y les llevó al aeropuerto: estaban tan apretados en el C-141 estadounidense que tuvieron que ir de pie, como en una lata de sardinas. En cuanto a los Stingers que EEUU había entregado a Habré, nadie parecía acordarse de ellos. Finalmente los encontraron escondidos debajo de un maletín del ministro de Defensa chadiano, bien ordenados.
Hissène Habré había abandonado su país en un estado físico y psicológico deplorable. Decenas de miles de chadianos fueron asesinados directamente por su régimen o perdieron la vida en la guerra con Libia. Entre las víctimas a las que entrevisté, un político de la oposición llamado Gali Gatta N’gothe explicaba con vehemencia que el legado del terror de Habré aún perdura. Gali, antiguo asesor del dictador, dimitió como protesta en 1988 y fue detenido en 1990 por organizar una campaña de panfletos que pedía el fin de la represión y la disolución del DDS.
Fue salvajemente torturado, encerrado en la Piscina y en la Gendarmería (una cárcel donde Guengueng también pasó un año). En un momento dado, Gali fue interrogado por el jefe del DDS, quien recibía instrucciones de Habré por walkie-talkie. Gali es un hombre robusto, bonachón, con el pelo rizado y una risa cálida, pero sus ojos se empañaban cuando hablamos. “Incluso ahora, mientras hablamos, tengo miedo. Me vigilan… Es muy peligroso. El sistema de Habré dividió por completo la sociedad chadiana, colapsó la sociedad chadiana. Incluso ahora nuestras vidas son la consecuencia del reinado de Hissène Habré.”
Charlie Duelfer ve el ejemplo del Chad como una advertencia. “¿Ayudó esto a controlarle (a Gadafi) un poco? No lo sé”, reflexionaba hace poco en un almuerzo que compartimos en un pub irlandés cerca de las Naciones Unidas. “¿Habría cambiado algo si no hubiésemos hecho nada?” Hissène Habré mató a casi 10000 soldados libios, pero Gadafi continuó en el poder dos décadas más.
“Si analizas esa estrategia de defensa diez años después, cabe preguntar: '¿mereció la pena?’ Mira Vietnam. Mira Iraq diez años más tarde. ¿Bin Laden? ¿La 'Guerra al Terror'? ¿Hemos gastado trillones de dólares en diez años sólo para meter una bala de 50 centavos en la cabeza de un tipo? Todos creen que ha sido un gran éxito. Yo no estoy tan seguro.”
(El 13 de febrero de 2015, los jueces de instrucción del Tribunal Extraordinario Africano terminaron la instrucción y decidieron que Habré debía ser juzgado por crímenes contra la Humanidad, crímenes de guerra y torturas. El juicio debería comenzar en junio de 2015).