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ENTREVISTA
Silvia Agüero y Nicolás Jiménez

“Todo lo que se ha dicho sobre gitanos ha sido escrito por payos y no se cuestiona”

Silvia Agüero y Nicolás Jiménez

Youssef Ouled

16 de enero de 2021 22:17 h

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Con 27 años Rosa Cortés, una gitana malagueña, lideró un intento de fuga de las 53 prisioneras de la Casa de Misericordia en Zaragoza. Allí estaban presas las mujeres gitanas residentes en la península durante la “gran redada”, un intento de exterminio que tuvo lugar en todo el territorio español la noche del 29 al 30 de julio de 1749. La mujer abrió un boquete en una de las paredes del lugar donde estaban recluidas. Utilizó un clavo y una aguja.

Es una de las historias recopiladas en Resistencias Gitanas (Libros.com), el primer libro de Silvia Agüero (Madrid, 1985) y Nicolás Jiménez (Madrid, 1968), una pareja que lleva años de batalla contra el racismo antigitano en España. Una labor que comenzó a través de su blog 'Pretendemos Gitanizar el Mundo'.

El libro, en palabra de los autores, busca mostrar una narrativa alternativa “al imaginario construido en torno a las personas y la cultura gitana”, a través de una serie de historias en las que describen la vida de varias personas que resistieron el racismo de las instituciones y de la sociedad, en diferentes lugares y épocas.

Comienzan el libro dedicándolo a sus hijas e hijos, ¿cómo es el proceso de transmitir sus orígenes y que no se sientan desarraigados en una sociedad antigitana?

Generalmente, entre la población gitana, este proceso de transmisión es natural, tenemos un recuerdo colectivo de la persecución histórica a la que hemos sido sometidos y se lleva con orgullo. Sin embargo, es un proceso complicado porque nuestro niños y niñas podrían sentir rechazo por todo el racismo que sufren. La clave es naturalizar todo, que vean y entiendan la diferencia y diversidad del mundo. Explicarles que hay payos y hay gitanos, pero que dentro de estos grupos hay diversidad. Evitar que se sientan como un bicho raro. Aquí juegan una importante labor las escuelas, pero más bien buscan la reproducción de la sociedad que le interesa al poder, que no es otra que la transmisión de unos valores capitalistas.

En el libro, ponen nombre y apellido a personas gitanas que resistieron durante siglos haciendo gala de que lo eran. ¿Por qué es necesario recordarlas y qué puede significar para las generaciones más jóvenes?

La motivación es que nuestros hijos y la gente gitana más joven conozca a estos referentes a través de este enfoque de la historia. Todo lo que se ha dicho sobre gitanos, lo establecido y lo que la gente cree como cierto y verdadero, ha sido escrito por payos y no se cuestiona. Se da por válido porque lo ha dicho “un payo que sabe de gitanos”. Por esta razón, es necesario recopilar sus historias.

Hemos tenido la suerte de tener un público receptivo. Es de agradecer el apoyo recibido desde que lanzamos el crowdfunding para publicarlo. Es una de las cosas más bonitas que nos ha pasado. Demuestra que es posible lanzar proyectos sin depender de la financiación pública, porque esta es una trampa. En España se ha generado en las últimas décadas un enorme tejido asociativo, hay más de 500 asociaciones gitanas que al estar financiadas con subvenciones, tergiversan sus fines y acaban sirviendo al objetivo del Estado, que no es otro que la subordinación del pueblo gitano, como viene haciendo desde 1499.

¿Ven posible que desde el antirracismo y el feminismo más comprometido hagan suyas las luchas de las personas de narran en el libro?

Si de repente le diera a alguien por celebrar el 17 de mayo como el día de Gina Ranjicic (una de las historias que recupera el libro), poco habremos conseguido. Pero si la próxima vez que una editorial saque un libro de Papusza, en lugar de pedirle a una paya que lo traduzca desde la versión en polaco que hizo un payo hace décadas, lo encarga a una persona gitana, eso sí es un paso. Se trata, sobre todo, de que sientan como suyas esas historias. Como la de Rosa Cortés, que durante la Gran Redada lideró el intento de fuga de 52 gitanas haciendo un agujero en la pared con un clavo. El riesgo es que luchas como la suya se vacíe de contenido, como ocurrió en unas jornadas a las que me invitaron. En el cartel de la presentación aparecía Ángela Davis pero no había ninguna chica negra invitada. Si van a hacer eso con las referentes gitanas, mejor que no lo hagan. La narrativa ha de ser otra.

Hablan de la necesidad de una revisión de todo lo dicho y escrito sobre la población gitana. ¿Cuáles son las principales fuentes del conocimiento? ¿Qué rol juegan las personas gitanas en ese proceso?

Estamos es un estadio muy primitivo, las barreras que ha ido generando el poder limitan mucho el acceso a la documentación histórica que sabemos que está ahí. Por ejemplo, en Simancas (Valladolid) hay una caja llena de documentos sobre “la gran redada” pero no tenemos acceso a ella. No hay una política de fomento, divulgación o expresión de la cultura gitana. La contraparte se da cuando una paya catedrática de la Universidad de Sevilla, saca un libro sobre el samudaripen (genocidio gitano) y no aporta nada nuevo porque no hace investigación directa, recopila de aquí y de allí y con eso ya sale en los medios. Se aprovecha de su privilegio respecto de quienes no hemos podido llegar porque no nos han dejado.

En los últimos años, las muertes de Daniel y Manuel (en prisión) y la de Eleazar (en un estadio de fútbol) han reavivado el debate sobre la situación del pueblo gitano. ¿Por qué se vinculan estas muertes al racismo institucional ligado a la construcción de guetos y la segregación en las escuelas?

El sistema te condena del gueto a la cárcel, sin pestañear. Nuestros niños son potenciales agresores a los ojos de los payos. Con apenas cinco años, les tienen pavor y vierten sobre ellos la idea de que son peligrosos. La realidad es que son nuestros niños los que corren peligro de acabar como Manuel, Daniel o Eleazar. Este último, un caso absolutamente sintomático, una persona con una discapacidad psíquica absolutamente perceptible, pero una persona grande y morena, leída por los guardias jurados como un gitano que se quiere colar, así que le dan un palizón de muerte, sin contemplaciones. 

Hace poco leíamos en medios sobre una chica de la Cañada Real que iba a la universidad. Es una heroína. No porque los demás no sean inteligentes sino por lo que se permite a quienes viven allí. El antigitanismo, es un racismo sobre todo institucional, las instituciones lo perpetúan y esto tiene consecuencias directas en la educación de nuestros hijos. En las escuelas con alumnado mayoritario gitano, cada año la rotación del profesorado es total. No quieren a nuestros hijos y además, son conscientes de que no les beneficia a su currículo. Mientras se siga sin establecer una política encaminada a combatir el fracaso escolar, están perpetuando el statu quo. Con un 67% del fracaso escolar en la población gitana sostenido a lo largo de la historia de la democracia española, se han de facilitar mecanismos para revertir la situación. Estos datos los tienen en el Ministerio de Educación y en todas las consejerías de educación, pero les da igual. La exclusión es un negocio, y si está basada en motivos raciales y étnicos, es más perdurable. Un blanco puede dejar de ser pobre, pero los que no somos blancos no podemos dejar de no ser no blancos.

En la actualidad, cobra fuerza el debate sobre la recopilación de datos desglosados en raza y etnia para conocer la diversidad social y las condiciones de vida de las poblaciones racializadas, pero también plantea peligros…

La sociología y las técnicas demoscópicas permiten hacer investigaciones cuantificando problemas sin necesidad de vincularlo al padrón, porque asociar este a categorías étnicas sería un error, pero conocer la composición de la sociedad a nivel local, autonómico, provincial, edad, nivel de estudios, salud… es fundamental. No se hace porque evidenciaría el racismo y a quién se beneficia de él. Evidenciaría, por ejemplo, el engaño que es señalar que la educación es nuestra salvación cuando la práctica totalidad de la población universitaria gitana, leída como gitana físicamente, por sus apellidos o por vivir en un barrio cuya dirección pueda denotar su gitanidad, acaba trabajando para una ONG, viviendo de la venta ambulante o en el paro.

En pandemia, ¿cuáles son los principales problemas que afronta la población gitana?

En primer lugar, como no hay datos desglosados por etnia, no sabemos si la incidencia de la propia enfermedad es mayor o menor respecto del resto de la sociedad. A nivel económico, los mercadillos de venta ambulante han estado mucho tiempo cerrados. Durante el tiempo que les permitieron abrir, lo han hecho bajo condiciones tremendas que no se han impuesto a otro tipo de comercios, como por ejemplo que solo se permita la apertura de un tercio de los puestos. No ha habido ningún tipo de ayuda para ellos. La gente dedicada a la recogida de chatarra no ha vuelto a salir a la calle. Quienes se dedican a la música, que son una buena parte de la población gitana, llevan mucho parados. Lo mismo con los feriantes. Todas las posibles salidas están cerradas. La situación es muy complicada.

¿En qué se traduce que el Estado español no otorgue al pueblo gitano su condición de minoría étnica o cultural?

El máximo pronunciamiento oficial es habernos dejado en el limbo y fuera de la Constitución. Los padres constituyentes no han echado cuenta nunca de la situación del pueblo gitano. No hay tampoco en la actualidad un reclamo social. La articulación de la población gitana en España es mínima, como ya hemos dicho antes, hay mucho asociacionismo y ONG, pero no tienen unos objetivos de lucha ni antirracistas, ni políticos. En el mejor de los casos, hacen asistencia social. La población gitana española sobrevive al día, no se les puede pedir más. No podemos pedir que todos vayan como Silvia y yo haciendo pedagogía, mostrando otras formas de vivir distintas a las que nos imponen. La inmensa mayoría de la población gitana está en riesgo de pobreza extrema. 

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