El trabajo infantil que esconden las baterías de coches eléctricos y smartphones

Sus dolores musculares y problemas pulmonares son demasiado comunes para tener poco más de 10 años. Lo son también los gritos recibidos, los abusos físicos y psicológicos, las decenas de horas de trabajo diario en una mina. El dolar y medio obtenido por cada fatídica jornada de extracción de cobalto, material fundamental para la fabricación de las baterías que acaban siendo comercializadas por una empresa china cuyos materiales, a su vez, acaban abasteciendo a Volkswaguen, Apple, Microsoft, Samsung, o HP, según los documentos a los que ha tenido acceso Amnistía Internacional.

Una investigación de Amnistía Internacional y Afrewach ha seguido el rastro del cobalto obtenido de las minas artesanales de República Democrática del Congo donde centenares de menores son explotados. El equipo de ambas organizaciones ha perseguido los vehículos que transportan el material manchado de atroces vulneraciones de derechos humanos a los mercados donde lo acaban comprando empresas más grandes que, a su vez, aseguran suministrar a conocidas multinacionales.

“Pasaba 24 horas allí abajo, en los túneles. Llegaba por la mañana y me marchaba a la mañana siguiente”, dice Paul, huérfano de 14 años, a los investigadores de la ONG. Lleva trabajando en la mina desde los 12 años, cuando la escuela dejó de formar parte de su rutina. “Mi madre adoptiva quería que fuera al colegio, pero mi padre adoptivo estaba en contra y me explotaba haciéndome trabajar en la mina”.

Según Amnistía Internacional, buena parte del material responsable de los abusos sufridos por menores como Paul acaba en la filial congolesa CDM, propiedad del gigante chino del comercio de minerales Huayou Cobalt, abastecedor de cobalto de tres fabricantes de componentes de baterías de iones de litio: dos con base en China (Ningbo Shanshan y Tianjin Bamo) y una en Corea del Sur (L&F Materials), indican desde AI. En 2013, las tres empresas compraron cobalto a Huayou Cobalt por valor de 90 millones de dólares estadounidenses.

Entonces, Amnistía Internacional accedió a los listados de clientes “directos o indirectos” de estas tres empresas, y encontró marcas reconocidas a nivel mundial: Apple, Volkswaguen, Microsoft, Samsung, Sony o HP.

La organización asegura que ninguna de estas multinacionales ha proporcionado los datos suficientes para poder verificar de manera independiente de dónde procede el cobalto de sus productos. Por esta razón, concluyen que “no tienen en cuenta los riegos para los derechos humanos”.

No pueden demostrar si el origen de la batería de sus productos está en una de esas minas que Mathy describe con horror. Recuerda los maltratos y extorsiones recibidos por parte de los guardias de seguridad de la extracción en 2012, cuando tenía 12 años.

“Ellos pidieron dinero, pero no teníamos. Agarraron a mi amigo y le empujaron hacia un tanque que contenía aceite diesel. Yo corrí. Fui capaz de hui. Tenía miedo, me escapé y me escondí, pero vi lo que sucedido. Lloré...”, relata la menor. Este tipo de extorsiones y abusos son repetidos en otros testimonios presentados en el informe de Amnistía Internacional.

Las condiciones de trabajo descritas por los menores son análogas a la esclavitud. “Todas las tareas realizadas por los niños en las minas les obligan a llevar sacos pesados del mineral. Los niños aseguran llevar bolsas de entre 20 y 40 kilos”, denuncia Amnistía Internacional en su informe. La organización recuerda que llevantar estas grandes cargas de peso de forma habitak “pueden dar lugar a daños a largo plazo, como deformidades articulares y óseos, lesiones en la espalda o musculares”, añaden.

“Hay un montón de polvo y te duele todo el cuerpo”

Löic, otro menor que pasó por la mina, se acuerda del polvo que dificultaba su respiración. “Hay un montón de polvo, es muy fácil coger resfriados , y nos duele todo el cuerpo”, dijo el pequeño en testimonios recogidos por Amnistía Internacional.

“Los fascinantes escaparates y anuncios de las tecnologías de vanguardia contrastan acusadamente con los niños cargados con bolsas llenas de piedras y los mineros que desfilan por estrechos túneles excavados artificialmente, expuestos a sufrir daños pulmonares permanentes”, seapunta Mark Dummett, investigador de Amnistía Internacional sobre Empresas y Derechos Humanos.

“Los abusos que se cometen en las minas son como el dicho de 'ojos que no ven, corazón que no siente', porque en el mercado global de nuestros días los consumidores no tienen ni idea de las condiciones existentes en la mina, la fábrica y la cadena de montaje. Hemos comprobado que se compra el cobalto sin hacer preguntas acerca de cómo y dónde se ha extraído”, sostiene Emmanuel Umpula, director ejecutivo de Afrewatch.