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“Los niños refugiados tenían crisis de pánico, sin poder respirar y con los ojos muy irritados”

Un grupo de refugiados se aleja del gas lanzado por la policía de Macedonia en la frontera de Idomeni, en territorio griego.

Patricia Ruiz

La mañana del lunes amanece con relativa calma en Idomeni, pero Jonas Haguensen, portavoz de Médicos Sin Fronteras, contesta a nuestras preguntas con prisa, acelerado. Aún conserva la tensión del día anterior en el hospital del campamento de refugiados, cuando las instalaciones se llenaron de gente intoxicada, con los ojos rojos, problemas respiratorios, moratones y golpes. La policía macedonia había lanzado material antidisturbios de forma indiscriminada contra mujeres, hombres y niños.

En la mañana del domingo, un grupo de refugiados y migrantes protestaron frente a la alambrada que compone la frontera entre Grecia y Macedonia, pidiendo desesperadamente que les dejasen pasar para poder seguir su huida hacia el norte de Europa. Un rumor falso les había asegurado que las autoridades macedonias abrirían la valla, pero la negativa de estas desató la frustración y provocó que algunos intentaran cruzar por la fuerza. Fue entonces cuando la policía de Macedonia respondió lanzando gases lacrimógenos y pelotas de goma hacia el otro lado de la valla, donde había también niños.

Las consecuencias de la represión policial, que Grecia considera “inaceptable”, han dejado huella en el campamento de refugiados de Idomeni.

¿Puede describir la situación que se encontraron el domingo?

Desde primera hora de la mañana la gente se empezó a amontonar frente a la valla, pidiendo a los agentes de Macedonia que abrieran la frontera. Algunos lanzaron piedras e intentaron romper la valla, porque querían cruzar. La policía, desde el otro lado, respondió lanzando gases lacrimógenos y pelotas de goma. Todo esto continuó durante unas seis horas, en las que la gente iba y venía. Algunos se alejaban para poder recuperarse un poco de los efectos de los gases y los golpes, y volvían hacia la valla para seguir intentando cruzar.

¿Cómo se sintieron las consecuencias en la clínica de Médicos Sin Fronteras?

No paramos. Atendimos a unas 300 personas en las dos clínicas que tenemos en el terreno. Aproximadamente 200 de ellas por exposición a los gases lacrimógenos y, el resto, por heridas causadas por las pelotas de goma y las caídas. También atendimos a diez personas que habían recibido fuertes golpes, y que aseguraban que habían sido agredidas directamente por la policía de Macedonia dentro de la frontera. En total, mandamos a siete personas al hospital local porque tenían lesiones mucho más graves, como fracturas o heridas abiertas.

El pánico que se generó hizo que mucha gente corriera huyendo sin control, lo que provocó que se cayeran unos encima de otros. Algunos se aplastaron, otros se hicieron heridas... y además de los heridos físicos, tuvimos que asistir a unas 30 personas psicológicamente con el equipo de servicios sociales, porque estaban en estado de shock.

¿Entonces asegura que había personas con heridas causadas por pelotas de goma? La portavoz de la policía macedonia ha afirmado a AFP que en ningún momento se utilizaron este tipo de elementos porque están prohibidos en su país.

Lo que aquí podemos asegurar es que atendimos a personas que tenían heridas provocadas por el impacto de balas de goma, yo mismo atendí a muchas. Pero es que, además, hemos visto con nuestros propios ojos las pelotas de goma en el suelo del campamento de Idomeni, en territorio griego, y escuchábamos los disparos.

Hemos visto imágenes de niños afectados por los gases lacrimógenos. ¿Atendieron a muchos?

Sí, sí, desde luego. Atendimos a un número elevado de mujeres y niños afectados por los incidentes. Unos diez o quince niños que socorrimos en la clínica tenían menos de cinco años, y aproximadamente otros treinta tenían entre cinco y quince años. Estaban asustados, no podían respirar y tenían los ojos muy irritados.

Sinceramente, es muy impactante ver a niños huyendo en estado de pánico con gases lacrimógenos en sus ojos, a madres llorando asustadas por sus bebés, e incluso a mujeres embarazadas que vinieron a la clínica porque habían huido de los gases y se habían caído al suelo y recibido golpes.

¿Cómo está la situación ahora?

Relativamente tranquila, dentro de la tensión que se viene avecinando en los últimos días. Algunas personas se subieron a un vagón de tren para protestar y varias se amontonaron de nuevo frente a la valla, pero la policía de Macedonia hoy no ha respondido, lo que quiere decir que los refugiados no deben haber vuelto a intentar cruzar.

¿Tienen algo que ver las protestas con los falsos rumores y la falta de información?

La tensión está relacionada principalmente con las condiciones en las que está viviendo esta gente. En las últimas semanas la situación en los campos ha empeorado y las condiciones de vida son realmente pobres, por lo que es lógico que no aguanten así mucho más tiempo. Pero también tiene que ver, como dices, con la falta de información. Aquí nadie recibe información real por parte de las autoridades griegas, no saben a dónde se supone que irán a partir de ahora, ni qué pasara con ellos, por lo que la frustración es constante.

¿Qué futuro les depara a todas estas personas que están ahora en los campos de Pireo e Idomeni?

Desde luego que necesitan una solución que a día de hoy no existe, porque nadie se la está dando. Creo que lo que aconteció el domingo muestra de una forma muy evidente esa falta de soluciones. Se les está negando un presente y un futuro a todas estas personas, y la responsabilidad de todo ello no le corresponde únicamente al Gobierno griego, es una responsabilidad colectiva. Es una obligación de toda Europa dar a las más de 50.000 personas migrantes y refugiadas que se encuentran ahora mismo en Grecia, una solución efectiva y real. Hoy, aquí y ahora.

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