Europeos, refugiados y emigrantes marchan juntos en Calais

La luz del faro de Calais amaina al tiempo que despuntan los primeros rayos del sol y brotan los puestos de pescado y fruta en el mercado de la Plaza de Armas. Sin embargo, los comerciantes saben que este sábado tendrán que cerrar antes que de costumbre. Las manifestaciones son habituales en esta localidad costera del norte de Francia, pero la de hoy será más grande de lo común.

A unos tres kilómetros de esta pequeña localidad costera del norte de Francia se encuentra la conocida como Jungla de Calais, un campamento en el que más de 7.000 emigrantes y refugiados sobreviven a la espera de cruzar a Reino Unido, al otro lado del Canal de la Mancha. El Eurotúnel que conecta Francia e Inglaterra se encuentra a cuatro kilómetros, mientras que desde el puerto de Calais parten a diario varios ferrys cargados de camiones de transporte.

“No somos animales”

Los primeros autobuses procedentes de París, Londres, Bruselas y otras ciudades europeas empiezan a llegar al campamento de chabolas cargados de ciudadanos que vienen a solidarizarse con los miles de sirios, afganos, sudaneses y demás nacionalidades que sobreviven en la Jungla. Pasado el mediodía y bajo una fuerte presencia policial, una multitudinaria marcha emprende la ruta hacia la ciudad. “Queremos libertad y dignidad, no somos animales”, “vuestras fronteras nos matan” o “la jungla no es vida” son algunas de las consignas que pueden leerse y escucharse entre los dos mil ciudadanos de distintas razas y orígenes que secundan la manifestación, según los 18 colectivos organizadores solidarios con los migrantes.

El ambiente está muy tenso en Calais desde que a principios de esta semana el gobierno francés inició la desmantelación de una zona de la Jungla próxima a la carretera. “El objetivo del Gobierno francés es reagruparlos y reducirlos a unos 2.000”, afirma Philippe, un bretón que llegó hace siete años como voluntario.

El gobierno francés se defiende de las críticas explicando que ha construido un campamento de containers con más comodidades, pero los refugiados se quejan de que para entrar deben registrar sus huellas dactilares. Saben que si alcanzan suelo británico y los detienen, sus huellas dactilares les delatarán y serán expulsados de vuelta a Francia.

Nuevos ataques a migrantes

El frío invernal de esta localidad de 30.000 habitantes no merma la indignación de quienes llevan meses malviviendo en chabolas y tiendas de campaña. Tampoco los brotes de xenofobia que protagoniza una parte de la población local y que han dado lugar a los enfrentamientos violentos contra refugiados y emigrantes en los últimos días.

El grupo de extrema derecha 'Calais en cólera' dejó algunas de las imágenes más impactantes de los últimos días al asaltar a varios migrantes durante la noche mientras intentaban abordar camiones para entrar en Reino Unido. Este colectivo anti inmigrantes presume en Facebook de haber colaborado con la policía para dispersar a los habitantes de la Jungla.

“Los sin papeles tenemos que apoyarnos”

Hadi Kul Bahar es un anciano afgano que se define como el patriarca de sus compatriotas en el campamento de migrantes. Aunque ya tiene permiso de residencia, Bahar hace de enlace con las autoridades y trabaja como voluntario con los refugiados y migrantes porque afirma tener “un compromiso emocional con ellos, ya hemos vivido demasiado sufrimiento”. En la marcha lo acompaña Sumare, un senegalés que vive en París a la espera de obtener los papeles para poder quedarse en Francia.

“Nosotros los 'sin papeles' tenemos que apoyarnos porque en un lugar u otro estamos todos en la misma situación”, afirma Sumare, que además pide que ya que no les dejan pasar por lo menos les permitan quedarse y regularicen la situación de quienes están atrapados.

Aunque la mayor parte del trayecto de la manifestación discurre con tranquilidad, algunos choques entre vecinos y manifestantes ponen en riesgo la manifestación de este sábado soleado y frío. La policía interviene con rapidez, consciente de que la chispa de la violencia puede prender a la mínima. Algunos habitantes de Calais graban desde las ventanas de sus hogares. “Ya no nos sentimos en casa (...) muchos británicos vienen a traerles ayuda pero no los quieren allí”, opina Marion, vecina de Calais, mientras que su marido afirma que no entiende por qué no se manifiestan en sus países contra los conflictos armados, añadiendo que Francia también estuvo en guerra y los franceses no “ocuparon” otros países.

“Estamos aquí para demostrarle a la opinión pública que hacinar a la gente solo alimenta el odio (...), vienen buscando refugio”, explica Michel, un manifestante procedente de París. “Los calesianos solo conocen los campamentos a través de la tele”, añade Philipe.

Arrestos y gases lacrimógenos

Al finalizar la marcha un grupo de migrantes se acerca hasta el puerto para entrar en un ferry que está a punto de partir. Tras forzar la valla y en compañía de algunos manifestantes, un centenar de migrantes consigue entrar en el barco según explica Alain Pogolat, del Nuevo Partido Anticapitalista. La policía entra en acción y varias bombas lacrimógenas estallan en el puerto.

Tras expulsar a quienes consiguen subir a bordo, los agentes detienen a cinco manifestantes y los organizadores retrasan el viaje de los autobuses que vuelven a sus ciudades de partida. Hasta mayo de 2014, los emigrantes y refugiados que llegaban a Calais se instalaban en varios campamentos improvisados a las afueras. Las expulsiones ordenadas por el gobierno de Francois Hollande y el creciente uso de métodos violentos por parte de las autoridades hicieron que muchos se reagruparan en la que ahora se conoce como Jungla de Calais.