Los equipos de Formula 1 llevan desde la semana pasada entrenando y han corrido este domingo en Bahréin, donde ha arrancado la temporada 2023, sin tener en cuenta lo que ocurre en este país del Golfo Pérsico más allá del circuito, ubicado en el desierto de Sakhir. Han pasado casi dos décadas desde que tuvo lugar el primer Gran Premio de Bahréin, en 2004, y las carreras han seguido año tras año –excepto en 2011, por la Primavera Árabe– en medio del silencio impuesto por el régimen del rey Hamad Bin Isa Al Jalifa.
De hecho, desde el intento de revuelta de 2011, aplastado por las fuerzas de seguridad bahreiníes con la ayuda de las saudíes, los derechos y libertades se han visto recortadas año tras año, hasta culminar con la disolución de los dos principales partidos opositores, Al Wifaq, en 2016, y Waad, en 2017, además del cierre de los pocos medios de comunicación independientes.
Desde la revolución abortada, cientos de personas han sido encarceladas en Bahréin por su afiliación política o religiosa, o por expresar sus opiniones libremente e, incluso, a muchos disidentes (activistas, políticos, periodistas, clérigos, etc.) se les ha revocado la nacionalidad como castigo.
Este es el caso del activista Sayed Ahmed Alwadei, director del Instituto de Bahréin para los Derechos y la Democracia (BIRD), que reside en Reino Unido y lleva años trabajando para que la organización de la F1 cambie su política respecto a su país. “Ha llegado el momento de que la F1 aplique sus palabras sobre tener un ‘impacto positivo’ a la hora de tratar con algunos de los regímenes más represivos del planeta, como son Bahréin y Arabia Saudí”, donde se celebrará el segundo GP de la temporada, dentro de dos semanas.
“Blanquear un historial horroroso”
Alwadei afirma a elDiario.es que la dirección de la F1 y de la Federación Internacional del Automóvil (FIA) “tienen la responsabilidad de ejercer su influencia para mejorar la situación de los derechos humanos” en los países donde no se respetan. “Si no lo hacen, deberían marcharse [de esos países] como hicieron de Rusia [tras la invasión de Ucrania], aunque estamos viendo que en ese caso son dobles estándares hipócritas”, agrega.
El activista, que se vio forzado al exilio después de 2011, denuncia que “la presencia de la F1, en este contexto, solo ayuda a blanquear el historial horroroso de violaciones de los derechos en Bahréin y ofrece lo que se percibe como el beneplácito para encarcelar a los disidentes pacíficos y condenar a algunos de ellos a muerte por atreverse a pedir democracia”. Pero, después de tantos años de denuncias, llamamientos y cartas a la F1, la FIA y otras instituciones, Alwadei considera que este año “la presión está aumentando sobre la F1, no solo por parte de los grupos de derechos humanos y los parlamentarios británicos, sino por el que ha sido siete veces campeón del mundo de F1, Lewis Hamilton”.
El británico Hamilton, que corre con el equipo Mercedes, ha abanderado públicamente varias causas, incluida la antirracista Black lives matter, y aseguró que “es necesario hacer mucho más” respecto a los derechos humanos en los países en los que compiten para “concienciar y dejar un impacto positivo”, en la víspera del Gran Premio de Bahréin.
De hecho, Hamilton ha sido objeto de marcaje desde finales de 2022, cuando la FIA prohibió a los pilotos hacer “declaraciones personales, religiosas o políticas que violen el principio general de neutralidad” establecido en los estatutos de la Federación. Posteriormente, el ente que supervisa la F1 ha tenido que matizar esa directriz para acallar la polémica y las acusaciones de suprimir la libertad de expresión de los deportistas, y el propio Hamilton ha afirmado que no se callará.
Quizás, la estrella pueda marcar la diferencia, como indica a elDiario.es Alwadei, y servir de “ejemplo para otros pilotos”, ya que las ONG –como BIRD y muchas otras árabes e internacionales– no han logrado que la F1 se plantee no acudir al circuito de Bahrein y, de hecho, ha extendido su presencia a varios países del Golfo Pérsico en los últimos años: Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Arabia Saudí (el circuito de Yedda fue incorporado en 2021).
“Las dictaduras del Golfo continúan dirigiendo algunos de los regímenes más represivos y violentos del planeta, mientras mantienen los generosos contratos con la F1”, destacan 21 organizaciones, entre las que se encuentra BIRD y Human Rights Watch, en un comunicado publicado en vísperas del comienzo de los entrenamientos libres en el circuito de Bahréin. “Estamos gravemente preocupados por el continuo papel de la F1 en el sportswashing en medio del deterioro de la situación de los derechos humanos en Bahréin”, agregan.
“Bahréin no interesa a nadie”
Giuseppe Dentice, encargado de Oriente Medio del italiano Centro de Estudios Internacionales (CeSi), sostiene que en Bahréin no se puede hablar de sportswashing como tal. Cree, en cambio, que la F1 es un elemento de una política más amplia de “ocultación de la realidad”. En su opinión, el pequeño país del Golfo “no necesita tanto blanquear su imagen, como Arabia Saudí o Qatar” porque “Bahréin no es muy tenido en cuenta en las noticias y el discurso internacionales”.
El régimen de los Al Jalifa “tiene una política mucho menos ostentosa, menos atractiva, y también mucho más atenta a esconder algunos problemas que existen y, sobre todo, desde 2011, hacer olvidar la primavera bahreiní”, que estalló a mediados de febrero de ese año. “Bahréin, quizás también por el desconocimiento (acerca de este país), no interesa a nadie, pero es un ejemplo paradójico de lo que ha sido la política en Oriente Medio en la pasada década”, en la que la ha habido un retroceso progresivo en los derechos sociales, políticos y económicos de los pueblos de la región, explica Dentice.
Además, señala que la situación en el país de “los dos mares” (su nombre en árabe) está muy marcada por “la fuerte contraposición entre Arabia Saudí e Irán, que ha encontrado en Bahréin un campo de batalla” y esa batalla la está ganando Riad apoyando la monarquía suní, que gobierna una población mayoritariamente chií.
Dentice agrega que, aunque el deporte puede ser empleado para “esconder las cuestiones críticas del país” y “al mismo tiempo que esas cuestiones queden expuestas y se hable de ellas, la repercusión es muy diferente dependiendo del país” y Bahréin es una demostración de ello desde 2004. Cada año coincidiendo con el GP de F1, se han registrado protestas y arrestos e, incluso, la muerte de activistas que trataban de aprovechar el momento para llamar la atención de la comunidad internacional y dejar en evidencia al monarca.
El experto en Oriente Medio considera que, si bien el GP puede ser una oportunidad para hacerse oír, los que acuden a competir no son los destinatarios de esas reivindicaciones. “Los pilotos, en este caso, o los deportistas en general, no son los que deben tomar posiciones políticas. El deporte puede mandar mensajes, pero la política es la que tiene que ofrecer soluciones”.
Cuatro detenidos
De hecho, cuatro personas han sido arrestadas este domingo, por protestar en las cercanías del circuito, coincidiendo con el Gran Premio. Según ha denunciado BIRD en un comunicado, entre los detenidos hay dos ex presas políticas, Hayer Mansoor y Nayah Yusuf, y dos familiares de presos: Ali Muhana, padre de un joven encarcelado, y Muneer Mushaima, hermano de un preso que fue ejecutado.
La ONG ha destacado que los arrestos tuvieron lugar a poca distancia de donde estaba teniendo lugar el evento deportivo internacional y que la protesta fue pacífica, con los cuatro manifestantes levantando carteles con sus reivindicaciones, como se puede ver en este vídeo:
Según un comunicado de BIRD difundido este lunes, han sido puestos en libertad después de ser interrogados y después de firmar un documento en el que han tenido que prometer que no volverán a protestar, aunque no se sabe si las autoridades presentarán cargos contra ellos.