Álex es el seudónimo bajo el que se esconde un joven guineano que oculta su identidad por seguridad. Tiene 26 años y se le entrecorta la voz cuando resume los últimos dos años de su vida: “Abandoné mi país en 2019 y he llegado a Canarias este año”.
Desde que dejó N’zérékoré, su ciudad natal en Guinea, hasta que ha llegado a Fuerteventura. Entre el punto de partida y su destino ha tenido que sobrevivir de las limosnas en Dakar, Nouakchott, El Aaiún, Rabat y Dakhla, y ha arriesgado su vida en el mismo océano donde murió su mejor amigo.
Él no es el único que en los últimos años abandonó Guinea Conakry rumbo al Archipiélago español. En 2020, 1.464 guineanos atravesaron la ruta canaria de enero a septiembre, convirtiéndose en la cuarta nacionalidad más numerosa entre los migrantes llegados a las islas el año pasado, según los últimos datos disponibles de Acnur.
La inestabilidad, la corrupción del anterior gobierno, los conflictos étnicos-religiosos forman parte de las causas citadas por los migrantes llegados a Canarias en los últimos años. El pasado 5 de septiembre, el teniente coronel Mamady Doumbouya, comandante de las Fuerzas Especiales de Guinea-Conakry, junto con 500 hombres, protagonizaron un golpe de Estado en el país. Entraron en el Palacio Presidencial de Sékhoutouréya y capturaron al presidente Alpha Condé, terminando así con 11 años de régimen
Alex observaba con preocupación desde Canarias las noticias que recibía desde Guinea-Conakry, pero también esperanzado ante un posible cambio en su país. “Con el anterior presidente Alpha Condé había mucha represión y el presidente arrestaba a todos los que iban contra él”, explica ilusionado ante una posible transformación política en Guinea.
Según Amnistía Internacional, durante su mandato se cometieron múltiples violaciones de derechos humanos, como “prohibir las reuniones pacíficas, cerrar Internet, causar lesiones o la muerte a manifestantes por el uso excesivo de la fuerza y detener arbitrariamente a cientos de activistas de la oposición política y la sociedad civil”. En un informe publicado en 2020, la ONG documentó los homicidios de al menos 50 personas en el curso de manifestaciones contra la reforma constitucional emprendida y aplicada por las autoridades en 2019 y 2020.
En este país de África Occidental hay más de 24 grupos étnicos. Los predominantes son los fulani, maninka, soussou, kissis y kpelle. Álex pertenece a la etnia Kpelle que practica la religión cristiana y que mantiene un conflicto étnico-religioso con la tribu Konianke, generalmente musulmanes. En 2013 su padre falleció en el marco de las luchas étnico-religiosas. Su muerte, junto con la difícil situación política de Guinea, empujaron al joven a abandonar su hogar rumbo a Europa. “Decidí migrar antes de terminar como mi padre” aclara.
Desde principios de 2019, Álex ha sobrevivido en las calles de Senegal, Mauritania, Marruecos y el Sáhara Occidental. “En el trayecto viví las dificultades de la vida, trabajé duro, pedí dinero en la calle... En Marruecos me hice un amigo de mi país, éramos como hermanos, estuvimos juntos casi 2 años y decidimos ir juntos a Canarias. Él fue primero pero su barco naufragó y murió”, explica con un fino hilo de voz.
“Se llamaba Guitembert, tenía 28 años, nos lo pasábamos bien juntos y ahora estoy aquí y siento que vine en su lugar (…) una cosa que me gustaba de él es que nunca se enfadaba con sus amigos”, recuerda. En 2020 se dejaron la vida en el océano Atlántico, intentando llegar a Europa, un total de 849 personas, según el informe anual de CEAR 2021. Entre ellas el mejor amigo de Álex.
Este año, las cifras apuntan a un dramático aumento de las muertes en el mar. La ruta canaria cerró el mes de agosto con 379 muertes, 12 cada día, según datos de Naciones Unidas.
Álex no olvida el día en que Salvamento Marítimo encontró su cayuco a la deriva, sin gasolina, en el que viajaba junto a 8 mujeres, 2 bebés y 23 hombres. “¡Ayúdame, por favor, vamos a morir!”, decía cuando observó el barco de rescate y explica que estaba muy asustado. “Es el mayor riesgo que he corrido en toda mi vida”.
“Muchas de estas personas nunca han accedido a servicios normalizados y no entienden que se puede solicitar ayuda a nivel psicológico”, explica Juan Ramon Benítez, que desde 2019 trabaja en el Servicio de Atención Psicológica de CEAR en Canarias. “Cuando ven a otros compañeros que han podido solventar su duelo migratorio o duelo vital (…) ven que hay una herramienta que es eficaz”.
Benítez cuenta que la ayuda psicológica se brinda de forma individual o con talleres grupales. Las patologías más frecuentes son el duelo migratorio, duelo laboral, trastorno del sueño, reajuste de nuevos códigos de relación, trastornos de estrés postraumático, fobias a determinados sonidos o lugares debido a todos los años que dura el complicado trayecto migratorio hasta que pisan territorio español.
Desde Guinea, Fidele, de 28 años, se plantea migrar como lo hizo Álex. “Por el momento, nada ha cambiado positivamente, pero la junta en el poder asegura que la situación cambiará”. El joven quiere salir de Guinea, cuenta, aunque todavía no tiene claro su destino: “Aquí estamos sufriendo”.
Tras pasar 26 días en Canarias, Álex viajó en avión a la península, pero su objetivo es llegar a Francia: “Aquí la posibilidad de trabajo es muy difícil, ni siquiera los españoles tienen trabajo”. Es optimista, dice: “No me queda otra”.