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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Seis historias de migrantes llegados en patera que se habrían quedado en la calle sin la respuesta ciudadana en Madrid

Desde hace un par de semanas, cada día, a partir de las ocho de la tarde, en la parroquia de San Carlos Borromeo del madrileño barrio de Vallecas, los bancos para la oración se repliegan y dejan espacio a los colchones destinados a que un grupo de unos 15 jóvenes migrantes recién llegados tras alcanzar las costas andaluzas en patera puedan pasar la noche.

Antes de dormir, cargan sus teléfonos móviles y aprovechan la conexión wifi para contactar con familiares y amigos. Después llega la hora de la cena. Esta vez han sido Chus y Eva los encargados de cocinar para todos. Entre ellos están Polio, Claude o Adama, llegados en las últimas semanas a las costas españolas.

“La respuesta de la gente está siendo maravillosa”, dice el párroco Javier Baeza. Cuenta que en la última misa compartió con los feligreses y vecinos la situación que están atravesando los jóvenes y, desde entonces, “hay overbooking de gente que se ha ofrecido para cocinar o ayudar de alguna forma”. Personas anónimas que, como Fernando, un bombero madrileño, se ha ofrecido para pasar la noche acompañando a los chavales.

Es, dicen, la respuesta ciudadana frente a “la falta de respuesta” de las administraciones. La protagonizada también por organizaciones como Sercade, Red Faciam o Fundación Luz Casanova, cuyos también voluntarios dan clases de español, acompañan a los migrantes en sus necesidades y en su proyecto migratorio.

“Queremos una acogida digna”

Este miércoles, por segunda semana consecutiva, más de medio centenar de migrantes recién llegados a España después de cruzar el Estrecho, han salido a las calles de Madrid en señal de protesta y para exigir “una acogida digna”, frente a la Secretaría de Estado de Migraciones del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, la Comunidad de Madrid y al Ayuntamiento.

La mayoría de ellos son jóvenes procedentes del África subsahariana que en las últimas semanas arribaron a puertos andaluces y que, según sus relatos, después fueron trasladados por Cruz Roja a ciudades como Barcelona, Bilbao o Madrid. “Muchos nos trasladan su intención de continuar su viaje a otros destinos, donde cuentan con redes de contactos. En estos casos, les facilitamos el traslado a esos puntos”, explicaron fuentes de Cruz Roja consultadas por eldiario.es/Andalucía.

Los que llegaron a la capital denuncian verse envueltos en una situación de extrema vulnerabilidad o de calle, debido a la falta de plazas de acogida de atención humanitaria que el Ministerio de Trabajo y Migraciones tiene previstas para estos casos. Un vacío administrativo que, de momento, según denuncian, tampoco está siendo atendido por la Comunidad de Madrid ni el Ayuntamiento.

Hace una semana los migrantes presentaron en el registro de la Presidencia de la Comunidad de Madrid un documento en el que exponían su situación. Sin embargo, fuentes de la Consejería de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid defienden no ser conocedoras de la situación y señalan que “la competencia en materia de Inmigración y Extranjería es del Estado”, a pesar de contar con la Oficina de Atención al Refugiado de la Comunidad.

Las mismas fuentes apuntan que “al igual que ocurrió con el Aquarius, es el Gobierno central, a través de la Delegación, quien tiene que informar de cuántas personas están en la Comunidad y a qué recursos se les va a destinar para poner a disposición nuestros recursos”. Algo que todavía no han hecho porque, señalan, “no han sido contactados”. Este medio se ha puesto en contacto con el actual Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, encabezado por la Ministra Magadalena Valerio, pero no ha obtenido respuesta.

Desde el Ayuntamiento de Madrid argumentan que, de las tres instituciones a las que los migrantes reclaman una coordinación en la acogida, el consistorio es el “último en la cadena de responsabilidades”. No obstante, reconocen ser conocedores de la situación que califican de “emergencia social”, para la que aseguran estar “buscando alternativas” ante el “límite de capacidad” de los recursos municipales.

No es la primera vez que ocurre. Estas fuentes también señalan que durante el invierno detectaron “retrasos de más de ocho meses en las citas” del Ministerio de Interior, gestionado entonces por el Gobierno del Partido Popular para solicitar asilo o refugio, lo que provocó, dicen, “una emergencia social, ya que los migrantes se vieron en la calle a la espera de ser atendidos”.

Esta situación fue alertada por diferentes colectivos sociales que acompañaban a jóvenes recién llegados en patera, solicitantes de asilo y menores de edad, que, durante varias noches, pernoctaron en la calle por no tener acceso a los albergues que el Ayuntamiento activa durante la campaña del frío, ni a las plazas de acogida humanitaria u otros dispositivos institucionales.

Según la Red Municipal de Atención a Personas Sin Hogar, el 15% de los usuarios son solicitantes de asilo, y más de un 35% son personas migrantes procedentes, principalmente, de las costas españolas. No obstante, tras las quejas, el consistorio madrileño habilitó dos inmuebles vacíos para la acogida.

Algunos de los migrantes recién llegados a Madrid

Ante “la falta de respuesta” de los órganos competentes denunciada, vecinos y vecinas de Madrid han decidido actuar. También están dando techo colectivos sociales como Sercade, la Coordinadora de Barrios, SOS Racismo Madrid, la Pastoral Social de Madrid, o la propia San Carlos Borromeo. eldiario.es habla con Polio, Claude, Adama, Mohamed, Aliou o Mahamadi, algunos de los jóvenes acogidos en su parroquia.

Polio: “Al menos aquí hay un lugar para estar”

Camerún, Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos. Esta fue la ruta, marcada por el maltrato y la explotación, que emprendió Polio, un joven camerunés, antes de que llegara a Almería hace 20 días. Asegura que Cruz Roja le facilitó un billete de autobús hasta Barcelona, pero después de dormir varios días en la calle, contactó con otros compañeros de travesía que le animaron a venir a Madrid. “Al menos aquí hay un lugar para estar”, le decían, refiriéndose a la parroquia vallecana.

Claude: “Mi sueño era venir, pero aquí esos sueños han desaparecido”

Hace tres semanas llegaron a Motril 55 personas que, hacinadas en una barca de plástico, aguantaron 10 horas en el agua. Claude estaba allí. Cruzó el mar porque, como él mismo confiesa, “cuando estaba en Marruecos, mi sueño era venir a Madrid, pero una vez aquí esos sueños han desaparecido por completo”.

Cuenta que en la capital se ha visto en situación de calle y ahora tiene un techo y comida en la Parroquia de San Carlos Borromeo “gracias al buen corazón de la gente, pero no puedo vivir aquí toda mi vida”, lamenta el joven de 25 años. “El Gobierno español dice ante la Unión Europea que acoge a inmigrantes, pero no aplica su responsabilidad. Cuando llegamos no somos bienvenidos, espero que esto cambie”, expresa el joven.

Adama: “He visto demasiado horror”

Adama, hijo de refugiados guineanos en Costa de Marfil, salió de su país en 2012 pero no logró alcanzar Tarifa hasta el pasado 29 de junio, después de cruzar el mar. Previamente intentó saltar la valla de Melilla en 10 ocasiones, todas ellas frustradas y marcadas en su cuerpo, plagado de cicatrices. Pero mucho antes, caminó en el desierto durante más de un mes, tras ser “saqueado y torturado”, dice, por grupos rebeldes que actúan en la zona.

“Por el camino muchos murieron o no pudieron continuar porque estaban exhaustos, éramos unas 60 personas y solo lo logramos 40, pero todos queríamos escapar de la muerte”, relata el joven de 25 años. Reconoce que cuando algún amigo le llama porque quiere venir a Europa, le pide que no lo haga. “He visto demasiado horror”, sentencia.

Mohamed: “Pasé dos semanas en Barcelona durmiendo en la calle”

Mohamed habla acelerado, tanto en inglés, como en francés. Le gusta escuchar a sus compañeros. Asegura que nació en 2002 en Liberia y pasó parte de su vida en Guinea. “Tengo 16 años, pero la Policía en Málaga no me creyó”, denuncia el chico. Según su testimonio, llegó a la costa andaluza hace unas semanas, y advirtió a las autoridades de su minoría de edad. Cuenta que no fue sometido a ninguna prueba ósea para corroborar su edad, muy criticadas por las ONG especializadas por su amplio margen de error.

“Desistí y me fui a Barcelona, donde he pasado dos semanas durmiendo en la calle, por eso vine a Madrid”, explica.

Aliou Sala: “Cuando España acogió al Aquarius había esperanza, ahora no”

“Cuando España acogió al Aquarius, después de ser rechazado por Italia, significó un mensaje de esperanza, en la tierra de los derechos humanos como es Europa”, confiesa Aliou Sala, que cruzó el Estrecho y llegó a Tarifa hace dos semanas. “Pero ahora hay desilusión”, lamenta el joven senegalés, después de verse excluido dentro del sistema de acogida humanitaria.

Pese a la situación de desamparo que atraviesa, Aliou se siente “agradecido” por haber encontrado cobijo en “la solidaridad de la gente” que ha respondido a la “inacción” de las administraciones.

Mahamadi: “Asumí el riesgo de morir porque no me queda nada”

Mahamadi fue rescatado el 26 de junio por Salvamento Marítimo en aguas del Estrecho después de remar durante horas junto a otras 12 personas. “No me quedaba otra opción, asumí el riesgo de morir porque si miro hacia atrás, no me queda nada” admite el joven de 29 años, huérfano desde la adolescencia, que se responsabilizó demasiado pronto de sus hermanos, enfrentándose al hambre y miseria instaurados en su país, Burkina Faso.

Después de ser trasladado por la Cruz Roja desde Tarifa a Madrid, se encontró sin un lugar para dormir. “No hay espacio”, le dijeron desde Cruz Roja y Samur Social. “Un día nos dieron un mapa donde marcaban los lugares donde comer, ducharse, etc. y así fue cómo conocí a la gente de Sercade y de ahí llegué aquí”, dice, refiriéndose a la Parroquia San Carlos Borromeo, que ha abierto sus puertas a la acogida, al igual que lo ha hecho un centro social autogestionado y la Parroquia de Nuestra Señora de las Angustias de la capital.