Se colgó con la manguera de la ducha. Tenía 15 años y vivía en Estados Unidos, donde 63.000 menores sufren abusos sexuales cada año. Se llamaba Audrie. Sin embargo, para ella, “la violación no fue lo peor, lo que vino luego fue el verdadero infierno”.
También para las familias de Marina y María José, las dos jóvenes argentinas de 21 y 22 años cuyos cuerpos fueron encontrados martirizados, metidos en bolsas de plástico negras y abandonados entre unos matorrales en Ecuador.
Que te toquen, te insulten, te acosen, te violen y te maten por ser mujer es la más horrible de las acciones que un ser humano puede emprender sobre otro. Pero que además la sociedad lo ignore, lo defienda e incluso a veces lo justifique, es además de incomprensible, inhumano.
1 de cada 3 mujeres será violada, abusada o golpeada a lo largo de su vida
Mujeres que además de ser violadas y abusadas serán señaladas, insultadas y acusadas. Te mataron por ir sola, por llevar la falda corta, por estar donde no debías, por estar con quien no debías. Te mataron porque te lo buscaste. Y además de convertirte en una muerta, te convertiste en culpable.
La defensa social del machismo se hace visceral en estos casos pero la realidad es que la sociedad impone sobre la mujer el yugo de la represión en todas las formas posibles y en todos los ámbitos posibles. Es lo que llamamos la violencia social hacia las mujeres, una violencia que además de serlo en sí misma ayuda a perpetuar otras muchas formas de violencia, imponiendo la desigualdad de género como sistema. En el hogar, en el trabajo, en calle… desde la cultura de los cuidados hasta la cultura de la mujer perfecta.
La sociedad machista roba a las mujeres la libertad para realizarse como personas de forma libre, roba a las mujeres la libertad para decidir no solo cómo vivir si no cómo ser. Se nos dice cómo vestir, qué decir, cómo decirlo, a qué dedicarnos… se nos dice hasta qué sentir. Y así, cuando somos acosadas y abusadas, se nos obliga a sentir vergüenza. Una vergüenza que nos cala hasta los huesos y nos oprime hasta suicidarnos. Por eso en El Salvador, la principal causa de mortalidad materna entre las adolescentes es el suicidio. Niñas primero violadas y luego señaladas hasta el suicidio.
Pero ya basta. No es sencillo. Basta de mantener una sociedad en la que las mujeres son obligadas a casarse, en la que las mujeres ven cómo mutilan sus órganos sexuales, en la que las mujeres no pueden opinar, salir de la casa, elegir su trabajo… Basta de mantener una sociedad en la que cuando dos mujeres salen juntas se dice que “van solas”. Una sociedad en la que una mujer después de ser violada o maltratada tiene que justificarse. Una sociedad en la que las niñas tienen que aprender a defenderse porque se dice que los hombres son violentos “por naturaleza”.
En cada día, cada hora y cada segundo de nuestra vida, debemos decodificar este sistema machista y reconstruirlo desde la igualdad y la libertad. Y hay mujeres que lo hacen. Bokiya, con tan solo 13 años, rompió la tradición en Etiopía de verse casada forzadamente. Karla, tras haber sido violada, disparada y encarcelada se convirtió en la voz de la libertad de género en El Salvador. Layan, refugiada siria en Líbano, maltratada y enferma tuvo el valor de denunciar… Ellas son algunas de las mujeres que tras el miedo y la violación de sus derechos se levantaron y se convirtieron en mujeres #LibresDeViolencia.
Desde InspirAction, junto a la cantante Rozalén, hemos querido rendirles un homenaje lanzando la campaña “Libres de Violencia” con un poema creado expresamente para la ocasión por Inma Luna y Miguel Ángel Vázquez. Te invitamos a escuchar el poema recitado por Rozalén, conocer más de cerca las historias de algunas de estas mujeres y unirte para que la voz de estas mujeres y la de muchas otras pueda llegar a cada rincón del mundo y ayudar a construir un mundo basado en la justicia de género.
Cristina Porras es responsable de comunicación digital en InspirAction