Era viernes y fue una noche dura de temporal. Pasada la una de la tarde del sábado 16 de abril apareció el primer mensaje: “Patera con 27 personas (cuatro mujeres y un bebé). Perdida desde anoche en el mar de Alborán. El tiempo no es bueno”. El siguiente mensaje es de poco antes de las siete de la tarde: “Llegan 21 [personas] y los familiares dicen que salieron 27. Esperando confirmar si hubo una tragedia”. La embarcación fue rescatada por Salvamento Marítimo y sus 21 ocupantes fueron trasladados a Motril. Por el camino se quedaron seis que nunca llegarán a ningún puerto ni volverán a tocar tierra firme, ni vivos ni muertos.
“Sí, los familiares nos dicen que han muerto los seis durante el trayecto”, explica Helena Maleno, de Caminando Fronteras. Fue ella la primera en dar la alerta el sábado pasado. “Son dos chicos costamarfileños, un camerunés, uno de Gambia, uno de Mauritania y otro del que desconocemos la nacionalidad”, enumera Maleno.
No están vivos ni muertos, oficialmente. No son una estadística oficial porque en ellas sólo aparecen los rescatados con vida (6.955 en 505 pateras en 2015, según Salvamento Marítimo), pero existen. El año pasado, al menos 195 personas se dejaron la vida intentando llegar a España, la mayor parte en el mar, según el recuento de casos que ha hecho la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), publicado el viernes en el informe 'Derechos Humanos en la Frontera Sur 2016'. De esas 195 personas, se recuperaron 64 cadáveres. Los otros 131 cuerpos siguen desaparecidos y así seguirán.
“Cuando pasan un par de días es prácticamente imposible que queden supervivientes. Quizás, si naufraga la patera entera, puede que haya alguien agarrado a algo que flote, pero cuando son sólo unas pocas personas que han caído al mar, es muy difícil encontrarlas, prácticamente imposible dar con los cuerpos. Nosotros rastreamos cuando tenemos la seguridad de que han desaparecido en aguas españolas”, explica a eldiario.es un especialista que lleva años trabajando en rescates marítimos y que prefiere no dar su nombre.
Hasta que no llegan a puerto, los inmigrantes no pueden explicar qué ha pasado durante el trayecto. La mayor parte de los inmigrantes subsaharianos que salen de Marruecos provienen de países francófonos y en las embarcaciones de rescate no suele haber nadie que hable francés.
A veces tampoco quieren contarlo: “Son muchas horas metidos ahí, sin poder moverse, sin estirar las piernas. Puede que crean que ha muerto uno de ellos y le tiren al mar. Puede que un golpe de mar se los lleve. El espacio es mínimo, son muchos en una patera y una ola les hace caer. En algunas ocasiones, pocas pero puede ocurrir, también puede producirse una pelea por el espacio. Cualquier cosa puede hacerles perder a alguien por el camino”.
El viaje se hace con un teléfono móvil en la mano y una brújula metida en una cajita de madera. La red telefónica va y viene, y muchas veces es difícil mantener la comunicación con una embarcación que ha dado la alerta. Alarm Phone es una de las organizaciones que se ocupa –lo hace desde 2014- de recoger llamadas y mensajes de auxilio procedentes de las embarcaciones y comunicar la emergencia a los servicios de rescate.
“Nosotros monitoreamos y presionamos para el rescate”, explican en Alarm Phone. Con la experiencia que dan 4 años en Marruecos y decenas de viajes intentando alcanzar la costa española, Abdel, un senegalés de 31 años, atiende algunas de esas llamadas: “Les hago preguntas para conocer su posición y doy el aviso. Hay que tranquilizarles, porque cualquier cosa puede hacerte entrar en pánico”.
Abdel no puede recordar cuántos amigos ha perdido en el mar: “Son demasiados”, responde. También le ha tocado la tarea de dar las malas noticias y comunicar la desaparición de una persona a sus familiares. Muchas veces la familia no quiere asumir la pérdida y se agarran a la esperanza porque no hay cadáver: “La embarcación de unos amigos volcó y la Marina marroquí recuperó a cuatro supervivientes. Los otros dos murieron. Cyril, un camerunés, era uno de ellos y tuve que llamar a su hermana mayor. Ella quería ir a España para que le buscaran los servicios de rescate desde allí. Pasaron meses hasta que se dieron por vencidos y le hicieron un funeral ”.
A las tres de la tarde del domingo 17 de abril la operación de rescate de la patera que llegó a Motril estaba cerrada. “Normalmente se abandona la búsqueda cuando sabemos que no vamos a encontrar nada. Es muy complicado verlos”, señala el especialista en rescates. “Yo me he encontrado gente con quemaduras de la gasolina y el agua salada. Es terrible cuando rescatas un cadáver que lleva mucho tiempo en el agua”. Entonces sí, ya pasa a ser una estadística enterrada con un número en lugar de un nombre. De apellido, “Inmigrante sin identificar”.