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Cómo se ha instrumentalizado en España el debate sobre la inmigración: “Empezó mucho antes de la llegada de Vox”

Un grupo de inmigrantes pasea frente a un hotel de la barriada de El Toyo, en Almería.

Laura Prieto Gallego

13 de abril de 2024 23:10 h

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La inmigración se ha convertido en la principal baza política para muchos partidos de la extrema derecha. Esta semana, en el Congreso de los Diputados de España, volvió a escucharse un marcado discurso xenófobo por parte de Vox durante el debate de la puesta en consideración de la Iniciativa Legislativita Popular para una regularización extraordinaria de ciudadanos sin papeles. Los parlamentarios de la formación de Santiago Abascal insistieron en ligar sin datos la inmigración con el aumento de la criminalidad y azuzaron mensajes racistas cargados de odio. “Yo quiero que España siga siendo España, no Marruecos, Nigeria o Senegal”, dijo Rocío de Meer, diputada de Vox, el único partido que votó en contra de debatir la medida. “Claro que cambiarán nuestros barrios y claro que generarán víctimas, víctimas de fronteras abiertas”.

Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo se ha asentado el discurso del odio de la extrema derecha en las instituciones españolas? ¿Cuándo empezó a instrumentalizarse la inmigración en España?

La irrupción de la extrema derecha en España fue algo tardía respecto al resto de la UE. Vox no fue noticia hasta su inesperado resultado en las elecciones andaluzas de 2018 y sus posteriores 52 diputados en el Congreso. Esto hizo que durante algún tiempo los analistas dibujaran a España como “una excepción”, también en la polarización del debate migratorio. Pero este proceso podría haber comenzado mucho antes, como apunta el estudio Politización de la inmigración y uso del lenguaje en las élites políticas: un estudio de los discursos en el parlamento español, realizado por un equipo multidisciplinar de la Universitat de València y la Universidad Politècnica de València. 

“Se ha minusvalorado el papel de la derecha tradicional en la politización de la migración”, afirma en conversaciones con elDiario.es Berta Chulvi, profesora de Psicología Social y principal autora de la investigación: “Que Vox tardara algo más en conseguir representación parlamentaria no implica, como se había creído hasta hace poco, que los discursos xenófobos y antiimigración no estuvieran presentes antes”. 

Según la investigadora, de alguna manera, “el Partido Popular ya le había preparado el terreno” a los de Abascal, modelando su forma de hablar en el Hemiciclo: “En determinado momento se instrumentaliza el problema de la migración y se mantienen en esa línea hasta la actualidad, independientemente del número de entradas en el país o del interés que suscite”, agrega. Son las principales conclusiones a las que han llegado tras analizar más de 2.000 discursos que pronunciaron tanto los diputados del PP como del PSOE —los dos partidos que se alternaban en el poder— entre 1996 y 2016: “Hemos elegido este periodo porque abarca una década antes y otra después de un año que hemos considerado clave: 2006”. 

Es el año de la llamada “crisis de los cayucos”. Canarias recibió en esa fecha más de 36.000 personas, un suceso sin precedentes hasta el momento en España. Varios países europeos, entre ellos Alemania, Holanda o Italia, se mostraron reticentes a enviar ayuda al archipiélago y acusaron al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de haber provocado “un efecto llamada” con, precisamente, el proceso de regularización extraordinaria de migrantes sin papeles aprobado por su Ejecutivo en 2005. A estas críticas se sumaron los populares de Mariano Rajoy pidiendo por activa y por pasiva la dimisión del impulsor de aquella medida, Jesús Caldera Capitán, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, adaptando su ya tradicional “váyase, señor González”: 

“Señor ministro, usted dijo que iba a poner el contador de la inmigración a cero y ha fracasado. El contador marca más de un millón y medio. Usted dijo que iba a poner legalidad donde había ilegalidad. Ha fracasado, hoy hay más ilegalidad que nunca. Usted decía que íbamos a ser la envidia de Europa y somos los más criticados. (...) Váyase a su casa, señor Caldera, porque los españoles se lo van a agradecer”, dijo María Salom Coll, diputada del PP, el 13 de septiembre de 2006.

Este es un extracto de una de las intervenciones que han recogido los investigadores como ejemplo del cambio en la estrategia del Partido Popular sobre la inmigración. En ella se aprecian algunos de los elementos que han tenido en cuenta durante el estudio: uso reiterado de apelaciones (señor ministro, usted), negatividad o lenguaje poco analítico.

“El PP actual no es el mismo de antes de 2006”, continúa explicando la experta. De los dos partidos, es el que más fluctuaciones presenta entre un periodo y otro. Por ejemplo, si nos fijamos en una de las gráficas elaboradas por el equipo valenciano, la que explica los resultados del índice “nosotros vs ellos” en dos períodos diferentes, 1996-2005 y 2006-2016, vemos que la recta que representa a los conservadores prácticamente cae en picado a partir de 2006, mientras que la del PSOE apenas tiene variaciones. 

Este índice hace referencia al número de veces que se utiliza la primera persona del plural frente a la tercera, por tanto un resultado negativo significa que prepondera el uso de “ellos, aquellos”. “Estos datos, aunque puedan parecer abstractos, son muy reveladores porque este índice está relacionado con el discurso del odio”, dice la experta. “En este caso no sólo analizamos qué ha pasado entre una franja de tiempo y otra, sino qué cambios hay entre estar en la oposición y estar en el Gobierno. En el PSOE apenas los vemos, por eso se mantiene en la mitad de la gráfica y prácticamente en horizontal, pero el PP cambia completamente su estrategia discursiva, la suaviza mucho en el Gobierno y la radicaliza cuando pierde el poder”. 

¿Hay una relación entre volumen de inmigración y polarización? 

Más allá de la crisis de los cayucos, en los años anteriores el flujo migratorio ya había sido especialmente alto. Entre 1996 y 2006 el número de extranjeros nacionalizados en el territorio pasó de 542.314 personas a 4.144.166 en 2006. Sin embargo, no era un tema de gran interés en la opinión pública ni de confrontación excesiva de los grupos políticos. Solo encendieron el caldero algunos hechos puntuales, como los asesinatos de El Ejido del año 2000 que generaron un estallido de violencia racista durante tres días.

No pasó lo mismo de 2008 en adelante. A partir de ese año el número de llegadas a España comenzó a estabilizarse y en 2010  incluso se redujo. La atención de la ciudadanía por el tema fue paralelamente decreciendo, pero no lo hizo de la misma manera el número de debates dedicados a esa cuestión, que se mantuvo elevado en los años posteriores a la crisis. El estilo del debate tampoco volvió a ser el mismo. 

Chulvi recuerda una intervención del 18 de septiembre de 1996, el primer año en el que ellos empiezan a contabilizar discursos. Lo pronunció Jaime Mayor Oreja, diputado por Álava: “Tenemos la suerte en esta Cámara de que no haya ningún grupo político con sentimientos xenófobos; creo que no puede decir lo mismo ningún parlamento europeo (...) pero eso de dejar caer que un grupo es más o menos radical que otro, o más xenófobo, es mala política para España, sobre todo en materia de inmigración, donde nos vamos a necesitar en los próximos años, gobierne quien gobierne”.

“Sería imposible escuchar ahora algo así”, asegura. Un estudio similar, que mencionan los autores en su bibliografía, llegó a resultados similares analizando los efectos de la crisis de refugiados de 2015 en Europa. En esta investigación, publicada en el año 2022, se fija la primera década de los años 2000 como punto de inflexión en la forma en la que se habla sobre los extranjeros. Además, se señala que “no fueron los partidos de derecha radical los que provocaron el cambio en la retórica sobre la inmigración”, sino que los partidos de centro-derecha también produjeron estos cambios “a menudo antes de verse sometidos a una fuerte presión por las nuevas corrientes conservadoras”. 

La crispación aumenta en la oposición

El mensaje cambia en función del sillón en el que uno se sienta”, sentencia Chulvi. Es algo que se aprecia en los seis índices que se han planteado a lo largo del estudio. “Aunque el PP cambia mucho más su tipo de discursos, ambos lo hacen”, añade. 

Los populares son los que más varían en su léxico entre los años que pasaron en la oposición, de 2004 y 2011, frente a los que gobernaron, tanto con Aznar, como con Rajoy. Para llegar a esta afirmación, durante la investigación se han clasificado todos los discursos en dos estereotipos: el de los migrantes como víctimas, más utilizado por el PSOE; y el que los ve como amenazas, el preferente del PP. “Ambos, por su ideología, se orientan más hacia un lado u otro, pero nos ha llamado la atención que el PP, cuando está en el Gobierno encasilla más al extranjero como víctima que el PSOE cuando está en esa posición”. La autora no se atreve a determinar el motivo exacto por el que esto sucede, aunque intuye que se debe al juego político y a las responsabilidades que luego cada uno debe asumir cuando tiene el bastón de mando. 

La forma en la que han clasificado los textos dice mucho del léxico que utilizamos todos en el día a día, y en el imaginario sobre los extranjeros que se genera en la opinión pública. Gracias a la Inteligencia Artificial han puntuado cada palabra utilizada, en cada uno de los más de 2.000 discursos recogidos, en función de cuántas veces se utilizan bajo el prejuicio de “amenaza” o de “víctima”. Por ejemplo, palabras como “muerte”, “tragedia” o “racismo” se utilizan siempre en oraciones del segundo tipo, mientras que “repatriado”, “patera” o “ilegal” se pronuncian más en frases de “amenaza”. Otro elemento que han tenido en cuenta es el uso de los pronombres de segunda persona, o cuántas veces y en qué momento se pronuncia más “tú” y “usted”. “Es similar a señalar a alguien con el dedo cuando se habla, por lo que abunda en las intervenciones desde la oposición”, explica la profesora. 

Por último, han querido saber, en base a una serie de algoritmos, en qué situaciones se recurría más a discursos “poco analíticos” ( con un lenguaje simple y sin muchos datos) y en qué circunstancias solían tener un tono considerado negativo. En ambos casos, asegura la principal autora, aumentan desde la oposición, aunque “cada vez es más frecuente encontrar discursos emocionales y de confrontación”.

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