“La policía nos paró en Niza. Mi mujer está embarazada. La llevaron al hospital porque se desmayó mientras la esposaban. A mi hijo de dos años y a mí nos condujeron a la comisaría fronteriza de Mentón (Francia). Pasamos la noche expuestos al frío y esta mañana nos han hecho retroceder y nos han llevado a Italia, pero no tenemos noticias de mi mujer”. Es el relato de un migrante de Costa de Marfil a Médicos Sin Fronteras.
Unos 94.000 migrantes han llegado a Italia desde principios de 2023, la gran mayoría a través del Mediterráneo, pero no todos ellos desean o acaban quedándose en este país. De hecho, son muchos los que intentan seguir su viaje hacia otros destinos, aunque no siempre es fácil cruzar la frontera italiana.
En la localidad fronteriza de Ventimiglia, decenas de personas tratan de entrar a Francia cada día y hacen frente a devoluciones “sistemáticas e indiscriminadas”, tal y como denuncia Médicos Sin Fronteras (MSF), que ofrece asistencia sanitaria en la parte italiana, junto a otras ONG como Cáritas, ante la falta de recursos de las autoridades locales.
“Las devoluciones ocurren de forma sistemática, sin tener en cuenta las condiciones individuales de cada una de estas personas, tal y como establece la protección internacional” de los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo, afirma a elDiario.es Silvia Mancini, responsable de Asuntos Humanitarios de MSF en Italia. “También son devueltas las personas vulnerables: mujeres embarazadas, ancianos, menores, incluso menores no acompañados que deberían ser acogidos” por Francia.
Irregularidades y falta de asistencia
Además, Mancini relata una serie de irregularidades que ocurren en el lado francés, como la falta de traductores y mediadores, por lo que “las personas no entienden por qué son devueltas”; tampoco se les “escucha” cuando expresan su derecho a pedir asilo. Es frecuente que en la notificación de refus d'entrée (rechazo de ingreso) que las autoridades galas entregan a los migrantes, sus datos personales no sean correctos y, por ejemplo, algunos menores son registrados como mayores de edad para que no cuenten con las garantías de protección que les corresponden, dice la trabajadora de MSF.
Saben que estas personas son muchas y no van a detenerse, por lo que no las incluyen en el sistema de acogida ni les ofrecen servicios
“Las autoridades italianas no se oponen, dejan hacer (a los franceses). Saben que estas personas son muchas y no van a detenerse, por lo que no las incluyen en el sistema de acogida ni les ofrecen unos servicios: las dejan dormir en la calle, abandonadas a su suerte” en Ventimiglia, denuncia Mancini.
Según datos de la Fiscalía de Niza (Francia), recogidos en un detallado informe de MSF, entre enero y mediados de junio de 2023 más de 13.300 personas fueron devueltas o retenidas en la frontera ítalo-francesa: esto es, unas 80 personas al día y un 30% más que en el mismo periodo del año anterior.
Muchas veces las personas que son devueltas a Italia permanecen en Ventimiglia, donde se ven obligadas a dormir en la calle, en edificios abandonados o en cualquier otro lugar inadecuado, quedando expuestas a posibles abusos, a las inclemencias del tiempo, así como a riesgos para la salud porque no tienen acceso a servicios higiénicos básicos, afirman desde la ONG.
Según MSF, solo está operativo uno de los cuatro puntos de asistencia habilitados por las autoridades en esta zona para hacer frente al flujo de migrantes, con una capacidad de unas 15-20 personas cada uno, mientras que en estos momentos puede haber unas 200 personas en Ventimiglia, ya que han aumentado las llegadas a Italia en los últimos meses.
“Ventimiglia es un área congestionada porque las personas se acumulan allí para poder cruzar, son devueltas y se quedan allí, por lo que se crea una situación de estancamiento. Es un cuello de botella”, lamenta Mancini.
El periodo de espera en Ventimiglia afecta aún más a los migrantes, que solo reciben asistencia en las clínicas de MSF y otras organizaciones en ese punto fronterizo. La clínica móvil de MSF en Ventimiglia atendió entre febrero y junio de 2023 a 320 pacientes: de ellos, 215 sufrían algún afección aguda, incluidas infecciones respiratorias, enfermedades de la piel, etc. Además, 14 dijeron padecer alguna patología crónica o enfermedades no contagiosas como diabetes y cardiovasculares.
En su informe la organización destaca que, sin la atención médica adecuada, esas patologías pueden agravarse y aparecer otras relacionadas. Además, los migrantes acarrean secuelas psicológicas tras un largo viaje desde sus países de origen: una travesía por el mar Mediterráneo que en muchas ocasiones resulta traumática y otros incidentes sufridos por el camino, como abusos y violencia sexual, sin contar que una parte de ellos huyen de la guerra, la pobreza o la persecución.
La situación en Ventimiglia es “emblemática”, en opinión de Mancini, y refleja como “Europa falla frente a las necesidades de unas personas que dejan su país de origen por pobreza o situaciones de extrema necesidad, que han vivido situaciones traumáticas y realizado un viaje muy complicado”. “Algunos de ellos han sobrevivido a naufragios y cuando llegan a Europa, en lugar de ser protegidos y acogidos, son expuestos a más riesgos”, dice.
Maltrato de los más vulnerables
“La policía nos paró en el tren en Mentón. Nos obligaron a pasar la noche en un contenedor (de mercancías) pero mi hermana estaba aterrorizada: tiene 10 años y sufre discapacidad. Sufrió violencia en nuestro país, por eso decidí marcharme con ella. Me siento responsable por lo que le ocurra y no consigo entender por qué nos tratan de esta manera. Esperaba que en Europa las personas con discapacidad pudieran recibir una mayor asistencia”, relata un migrante procedente de Guinea Conakry.
Esperaba que en Europa las personas con discapacidad pudieran recibir una mayor asistencia
El hombre hace referencia a los contenedores de mercancías habilitados en la parte francesa de la frontera que sirven de alojamiento para aquellos migrantes que son parados por la tarde y son retenidos durante la noche, hasta ser expulsados al día siguiente, tal y como explica MSF en el informe. Estas personas quedan privadas de su libertad durante horas, encerradas en los contenedores, con poca o nada de agua ni comida.
“Francia no está respetando una serie de normas internacionales respecto a la protección de los refugiados”, afirma Mancini.
Por su parte, la abogada Anna Brambilla, de la Asociación para Estudios Jurídicos sobre la Inmigración (ASGI, por sus siglas en italiano) declara a elDiario.es que “se dan intentos de eludir las normas y aplicaciones erróneas de las normas” por parte de las autoridades de ambos países.
En el caso de los menores, “la ley francesa no prohíbe que sean devueltos, pero la devolución tiene que contar con unas garantías, que no suelen cumplirse”, explica la abogada. Denuncia que, en los últimos años, “Francia escribe en el refus d'entrée la fecha de nacimiento de un adulto” para no tener que cumplir con esas garantías y no tener problemas a la hora de devolver a los menores a Italia.
“Los franceses también devuelven a personas que ya han solicitado asilo en Italia y esto representa otra irregularidad, deberían ser devueltas según el reglamento de Dublín”, agrega Brambilla. Por su parte, la policía italiana que recibe a los migrantes a su regreso “muchas veces, ni siquiera se da cuenta de que son solicitantes de asilo” cuando comprueban sus datos.
Si, como ocurre en muchos casos, abandonaron el centro de acogida al que ingresaron nada más llegar a Italia para cruzar la frontera con Francia, no aparecen como solicitantes de asilo, sino en situación “irregular” y son tratados como tal.
Es una cadena de violaciones que empieza, a menudo, desde el desembarco en Italia y continúa hasta el cruce al otro país
La abogada de ASGI, asociación que está presente en Ventimiglia desde 2015, considera que “la responsabilidad es de ambas partes (Italia y Francia). Es una cadena de violaciones que empieza, a menudo, desde el desembarco en Italia y continúa hasta el cruce al otro país”.
Devoluciones con base legal
Sin embargo, Brambilla detalla que las devoluciones tienen base jurídica y hay que buscarla en el acuerdo bilateral de readmisión entre Italia y Francia de 1997, y en el reglamento de las fronteras del espacio Shengen. De acuerdo con ese último, Francia reintrodujo el control de sus fronteras en 2015 por motivos de “seguridad nacional”, tras los atentados terroristas del 13 de noviembre, que dejaron 130 muertos en total y centenares de heridos.
“Esos controles pueden ser introducidos en casos excepcionales y por un periodo de máximo dos años”, indica, sin embargo, se han ido renovando hasta ahora alegando tanto el riesgo por terrorismo como la crisis migratoria. La abogada destaca que son “legítimos” y están amparados por el Consejo de Estado francés (máximo tribunal administrativo del país).
Después de varios años, en la actualidad, los controles fronterizos se llevan a cabo “de forma más o menos sistemática, pero se trata de controles basados en la etnia y, por tanto, discriminatorios”, esto es, si una persona racializada trata de cruzar la frontera, “es parada automáticamente” por los agentes franceses, dice Brambilla, que ha hecho ese recorrido recientemente.
“El problema es que muchas personas se van a Francia porque, en estos momentos es difícil entrar en el proceso de asilo en Italia”, lamenta la abogada. “En Ventimiglia suele haber personas que llevan en Italia poco tiempo y que, tras llegar por mar o por tierra, se han ido (a la frontera) o, después de un mes en un centro de acogida, se han salido. Está claro que su objetivo es llegar a otro país, sea Francia, Alemania... También hay personas que llevan más tiempo en Italia, entonces sus razones son diferentes: a lo mejor las han echado de un centro, no tienen derecho a acogida, depende del recorrido de cada uno en Italia”, asegura.
También desde MSF, Mancini señala que Italia no suele ser el destino de muchos migrantes por diferentes motivos. “Según la nacionalidad y la lengua que hablen, eligen ir a un país u otro (...) los de Costa de Marfil y otras ex colonias prefieren ir a Francia. No solo por el idioma, sino también porque tienen amigos o parientes en los que apoyarse”, agrega.
La trabajadora humanitaria dice que son muchos los que alegan que el idioma supone una barrera importante y se quejan de que no reciben clases de italiano al llegar a Italia, lo cual les impide interaccionar y, más adelante, conseguir un trabajo: “El idioma es importante, no se sienten bien acogidos en Italia, no ven perspectivas de trabajo concretas, mientras que esperan que en otros países pueda haber más oferta y, por último, cuentan los vínculos con familiares y con amigos en otros lugares”.
Pero, ante todo, pesa su sueño o el objetivo que se fijaron cuando decidieron emigrar: “Cada persona que se marcha y abandona su país tiene un proyecto migratorio que ya ha sido imaginado y, si muchos de ellos han imagino un proyecto que les lleve al norte de Europa, van a intentar alcanzarlo”.