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El McPopulismo

Steve Bannon, exestratega del presidente de Estados Unidos.

Ana González-Páramo

Fundación porCausa —

Desde 2016, asistimos al casting para una obra coral de nacionalismo romántico. En la prueba desfilan los populismos xenófobos, que entran en escena bramando e interrumpiendo el orden demócrata liberal, el tradicional eje derecha e izquierda y un marco de convivencia que creíamos perdurable. Surgen como héroes del pueblo frente a villanos de toda índole, enemigos de la patria y del pueblo virtuoso: el pluralismo, el multilateralismo, la democracia representativa, la prensa independiente y, sobre todo, las migraciones como depredadores del pueblo. La obra se estrena el 26 de mayo en Bruselas pero promete gira mundial.

A pesar del relato épico y pretendidamente nacional, los populismos xenófobos se mueven impulsados por un entramado internacional de ideólogos, financiadores y organizaciones que promueven desde plataformas, redes y medios digitales los mismos mantras y mensajes. Ahondan en la desinformación y la polarización de nuestras sociedades, para orquestar campañas y mensajes que cambien nuestras percepciones y valores.

Estos movimientos no son ni frescos, ni espontáneos. La Fundación porCausa investiga el auge de estos partidos desde 2017 y acaba de publicar un informe sobre “la franquicia antimigración”. En una interpretación libre y visual de esta técnica de marketing, el informe demuestra cómo este movimiento organizado trata de expandirse y penetrar en nuevos mercados. Steve Bannon, asesor de la campaña presidencial de Donald Trump y fundador de Breitbart News y de Cambridge Analytica, lo llama “evangelizador”, pero es más que una misión, es un negocio que ofrece servicios técnicos, financieros, votos y poder.

La franquicia procura conocimientos técnicos (cómo ganar elecciones, polarizar la sociedad y las redes, contaminar las campañas con micro-segmentación de mensajes), medios (narraciones tóxicas, noticias falsas, bots, trolleo), propiedad intelectual (Make America Great Again o Hacer Grande España otra Vez), modelo de negocio (retórica populista y contagio de otras fuerzas políticas), marcas (antimigración, nacional-populismo, xenofobia, identidad) y derechos de penetración en diferentes mercados nacionales.

The Movement, la fundación europea creada por Bannon lo describe abiertamente en sus estatutos. En una reciente entrevista a El País, Bannon admitió que “los detalles cambian en cada país, pero la filosofía es la misma: llevar la toma de decisiones cerca de la gente, soberanismo, seguridad y economía. (….) A eso lo llamo colocar el producto”.

Pero la franquicia no es solo The Movement. Su Junta directiva es mucho más amplia y tiene sedes en Londres, Washington, Bruselas y Moscú. Más de 20 partidos antimigración en Europa actúan o aspiran a ser representantes de esa marca. Para vender el producto al gusto del cliente local, la franquicia permite cierta adaptación a las peculiaridades, idiosincrasia y folclor local. Es el McPopulismo. El informe de la Fundación porCausa analiza en detalle los casos de tres países con diferentes niveles de implantación en las instituciones: Italia, con ellos en el gobierno; Países Bajos, con una gran fuerza parlamentaria; y España, con Vox a punto de irrumpir en las Cortes y en el Europarlamento.

¿Pero qué vende esta franquicia? Su imbatible marca blanca es la antimigración, que implica un rechazo general a las sociedades multiculturales. Su propuesta es levantar muros, frente a las personas, pero también frente a iniciativas de gobernanza regional o global. También ante cualquier solución transnacional a problemas transversales como la lucha contra el cambio climático. Estos partidos están unidos en el rechazo a la migración, pero profundamente divididos acerca de cómo gestionarla, especialmente cuando se trata de acoger refugiados. La demonización del migrante como amenaza a la paz social, la identidad cultural y el orden social persigue atemorizar a la sociedad.

Una vez sembrado el miedo y cuando ha calado bien la sensación de excepcionalidad y de amenaza, cualquier medida para restablecer el orden será bienvenida. Desde la violación de los derechos de los migrantes, al incumplimiento de obligaciones internacionales sobre asilo y refugio o de rescate en el mar, hasta banalizar la muerte de miles de inocentes en fronteras cada vez más lejanas.

Los propios ordenamientos, con la creciente fusión de leyes penales y de extranjería, colaboran en la estigmatización de la persona migrante restringiendo derechos (como el sufragio o la atención sanitaria), criminalizando la asistencia humanitaria a migrantes en situación irregular o creando desconfianza en la ciudadanía a la hora de interactuar con ellos.

En un ecosistema digital que fomenta la polarización y la desinformación, el McPopulismo galvaniza las distintas retóricas nacionalistas y rechaza la pluralidad, ya sean minorías, partidos tradicionales o prensa independiente. El proyecto comparte mensajes, retórica, campaña, enemigos y aliados. Como concesión, se permiten adaptaciones nacionales al folclore, historia o cultura local, el modelo económico, la religión o la organización territorial. Todo en aras de penetrar en el mercado local, pero en la senda marcada desde fuera.

España fue hasta hace unos meses parte de la excepción ibérica a estos movimientos. Hoy tan solo Portugal, Irlanda y Luxemburgo pueden presumir de estar libres de partidos xenófobos. A pesar de una crisis brutal con insoportables tasas de paro, pobreza y corrupción, hasta las elecciones andaluzas de diciembre de 2018, los partidos y grupos xenófobos luchaban por sobrevivir en la marginalidad institucional.

Vox es el producto de la suerte de un contexto favorable de polarización y exacerbación política, pero sobre todo del McPopulismo. De la mano de Rafael Bardají, antiguo asesor de Aznar muy bien situado en los círculos de la Alt Right, el partido se deja asesorar por su amigo Bannon, mientras ideológicamente se inspira de los populistas ultracatólicos de Polonia o Hungría. España no se ha hecho intolerante y antimigración de la noche a la mañana, ni Abascal habría llegado nunca solo tan lejos. Todo está muy bien organizado.

Con esta perspectiva de expansión, las elecciones al Parlamento Europeo del 26 de mayo serán la puesta de largo de la franquicia antimigración. Ante las expectativas de éxito, el objetivo se hace más ambicioso: no piensan en obstruir a la élite de Bruselas, sino en convertirse en su nuevo establishment. De los 27 Estados miembros del Consejo Europeo, asumiendo que habrá Brexit, al menos once están gobernados en coalición o con apoyo de partidos xenófobos. A comienzos de 2017, tan sólo gobernaban en Polonia y Hungría. Esta fuerza constituye un importante poder de veto en el seno de la máxima institución política de la UE, con el que bloquear una mayor federalización de las políticas europeas. 

Si estos partidos llegan a obtener el 25% de los 705 escaños del Parlamento Europeo, como sugieren algunas encuestas, no solo propagarán sus ideas, sino también su capacidad de bloquear, ya sea en política exterior, en la reforma de la eurozona o ante la infracción grave de los valores de la UE (Artículo 7 del TUE), como en los casos actuales de Polonia y Hungría, y próximamente Rumania.

Aunque los partidos populistas antimigración parecen dispersos y divididos, la potencial derrota de la Gran Coalición de socialdemócratas y conservadores es un objetivo goloso que puede unir a la tropa. Salvini, muñidor incansable de la franquicia, avalado en las encuestas por sus planteamientos extremos como gobernante, su pericia comunicativa y el apoyo de Bannon, se erige como líder de la “Primavera Europea” populista.

Pero el McPopulismo no es solo europeo. Como cualquier proyecto empresarial de éxito, es ambicioso y tiene vocación mundial. Ya cuenta con sedes en América, Oriente Medio y Asia donde, en muchos casos, ha elegido modelos de negocio menos democráticos y más fáciles de gestionar. Esto es solo el comienzo.

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