Dentro de 110 años, un inmigrante de origen marroquí en Almería crea una obra de teatro sobre la vida de los extranjeros que trabajan en la actualidad en los invernaderos de la provincia, contando cómo dejaron a sus familias y cómo cada mañana esperan en algunas rotondas a que los dueños de las explotaciones pasen y les elijan para trabajar ese día.
La situación es imaginaria, pero encontramos un caso parecido al otro lado del Océano Atlántico. Hace 110 años, fueron 400.000 españoles los que emigraron para trabajar en los cafetales de Brasil en unas condiciones que rozaban la esclavitud. No tuvieron la oportunidad de prosperar de la forma que habían imaginado o que les habían prometido, pero no pudieron volver porque España no hizo nada para su regreso y en Brasil eran considerados mano de obra barata, lo que les impedía un desarrollo económico que les posibilitara la vuelta.
Amparo de Gata, dramaturga, de origen almeriense e inmigrante en Río de Janeiro, ha creado una obra de teatro documental con la que ha dado voz a los protagonistas de este movimiento migratorio importante en cifras, pero prácticamente relegado al olvido. En Camiño do Mar, cuya primera temporada se ha representado en el Instituto Cervantes de Río de Janeiro, De Gata refleja la historia de los miles de españoles que entre 1890 y 1920 viajaron a Brasil con la esperanza de salir de la pobreza.
Los empujó la privatización de la tierras comunales, que hasta entonces pertenecían a los vecinos de los municipios. Se quedaron sin terrenos que poder cultivar para subsistir y el único modo para ganarse la vida que les quedaba en España era ser jornaleros: trabajar un día para poder comer al siguiente, la misma rutina de parte de los inmigrantes que viven actualmente en Almería. A estos jóvenes españoles de zonas agrarias les ofrecían “trabajo y casa en un país con futuro” y veían en ese viaje una alternativa a su precaria situación.
La 'Hospedería do Imigrante'
En su investigación, el Museo del Inmigrante de Sao Paulo fue clave para que De Gata diera con historias significativas y se decidiera, en palabras de la autora, a “dar luz a esos caminos apagados”. Este museo era la antigua 'Hospedería do Imigrante' en la que se quedaban los recién llegados a la espera de que el Gobierno brasileño de entonces y los dueños de las tierras les mandaran a su destino de trabajo.
“Desde la Hospedería los subían a un tren que los conducía a una granja, donde se quedarían a trabajar por años ya que con su llegada el inmigrante quedaba endeudado con el dueño de las tierras. No tenía libertad de decidir lo que hacer o adónde ir”, explica De Gata.
Fotografías y algunas cartas denominadas “de llamada” que suponían el visado de entrada de sus familiares acababan perdidas en el albergue. “Cuando llegaban con la carta, la entregaban en Santos [municipio costero al sur]; era su puerta de entrada al país. Desde Santos, se repetía el proceso, los llevaban a la hospedería para luego ir al campo donde trabajaba el familiar que les había invitado”, narra la escritora.
De entre esas cartas, De Gata ha rescatado algunas que ahora forman parte de Camiño do Mar. Una de ellas le toca un poco más de cerca, la de dos hermanos almerienses que invitaban a sus padres a vivir con ellos en Brasil. Es de 1911 y en el texto pedían que les llevaran desde España “lazos para el pelo, dos escopetas y semillas de cualquier cosa, especialmente cebolla”.
“No parece que estuvieran muy bien allí, si no tenían ni cebollas; ni muy tranquilos, si querían escopetas. Pero incluso así invitaban a sus padres a salir de España y vivir con ellos. La primera vez que leí esta carta no paraba de preguntarme: '¿Cómo sería la situación en su tierra para que se marchasen y no quisieran volver aún con unas condiciones tan difíciles?”, se cuestiona la autora, que lleva siete años en Brasil.
¿Qué impronta deja su propia experiencia en la obra? “Emigrar ha sido para mí uno de los más duros, pero mejores aprendizajes de mi vida. El emigrante siempre vive con cierto amargor de estar lejos de los suyos y siempre será 'un extranjero' en otro país. Pero al mismo tiempo, adaptarte a otra cultura y mirar de lejos tus raíces te abre la visión y el entendimiento de muchas cosas, incluso de ti mismo. A pesar de que el texto de Camiño do Mar es puramente épico, dejo mi esencia cuando hablo de morriña y de lucha. Y creo que podría ser la misma de cualquier emigrante”.
De Gata defiende que cuando una sociedad acoge a población inmigrante, siempre va a haber un aporte de los que llegan. “Los inmigrantes traen nuevas posiciones culturales que, de manera inevitable, hacen replantearse las dinámicas consideradas 'naturales' en el país al que llegan”.
En el caso del fenómeno migratorio que inspiró su obra, destaca el aspecto que más influenció en la sociedad brasileña. Queda reflejado en algunas de sus escenas: el movimiento político obrero en la ciudad de Sao Paulo, liderado por portugueses, italianos y españoles, que culminó en una huelga general en 1917, a partir de la cual se conquistaron derechos como la jornada laboral de ocho horas.
“La migración es cíclica”
Aquella carta firmada por los hermanos andaluces recuerda que Almería es una tierra no solo de inmigrantes, sino también de emigrantes, en pleno impulso del discurso xenófobo en la provincia, con el ascenso de la formación de extrema derecha Vox en algunas localidades como El Ejido como telón de fondo. En este escenario, la autora ve necesario “llevar el conocimiento de nuestra historia a la población” y lo considera “fundamental para entender nuestro pasado y poder tener un pensamiento crítico de nuestro presente”.
De Gata, que recuerda su infancia en una Alpujarra almeriense que abrazaba a los que venían de fuera – entre ellos inmigrantes marroquíes o senegaleses que acabaron siendo amigos de su familia – quiere llamar a la reflexión a quienes se oponen a recibir a inmigrantes en su tierra. “La experiencia que representa la carta no es algo tan lejano. Podrían ser nuestros abuelos o bisabuelos”, señala.
“No debemos olvidar que el movimiento migratorio en nuestra historia es cíclico. No hace tanto tiempo, estuvimos en una situación parecida a la de las personas que quieren entrar en nuestro país: una situación de miseria sin futuro y un país que no se preocupa por ellos. Esa desesperación la han sentido también nuestros familiares jóvenes que con la reciente crisis tuvieron que irse. Si se reflexiona desde ese punto, no se puede argumentar en contra de la inmigración”, sentencia.