Oscar Camps, fundador de Open Arms: “Hay que abrir todas las vías posibles para la entrada de la ayuda a Gaza”

Mariangela Paone

27 de marzo de 2024 22:09 h

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Las organizaciones World Central Kitchen y Open Arms consiguieron entregar hace dos semanas 200 toneladas de ayuda humanitaria a Gaza por mar, abriendo el corredor humanitario desde Chipre y rompiendo un bloqueo marítimo impuesto por Israel desde 2007. Ahora preparan en el puerto chipriota de Lárnaca una segunda misión. Si las condiciones del tiempo lo permiten y llegan las autorizaciones necesarias, el barco con una carga de hasta 400 toneladas de alimentos no perecederos zarpará desde la isla en los próximos días rumbo a la costa de la Franja.

Desde Lárnaca, el fundador de Open Arms, Oscar Camps (Barcelona, 1963) explica a elDiario.es que este segundo viaje también está lleno de incógnitas, pero están decididos a seguir: “En cualquier momento Israel puede cancelar la misión”. A quienes dicen que la ayuda enviada por mar es solo una gota en el océano de las necesidades de la población de Gaza, mientras Israel mantiene bloqueada la llegada de provisiones por tierra, Camps contesta: “Nosotros solamente aportamos nuestro granito de arena. Siempre hemos pensado que la única solución es la paz, el alto el fuego y que se abran todas las vías posibles para la entrada de la ayuda porque hay 2,3 millones de personas que necesitan de todo”.

¿Cómo fue el proceso de autorización para la primera misión y cómo está siendo ahora?

Ha sido y es un proceso largo. Primero hay que hablar con el Gobierno de Chipre y luego con Israel y con el COGAT [la agencia militar israelí que gestiona las cuestiones civiles de Gaza y Cisjordania], que tiene que autorizar las maniobras que se van a ejecutar. Tienes que exponerles lo que vas a hacer, cómo lo vas a hacer, con qué medios. Tienen que inspeccionar la carga y el barco. Y una vez que salimos estamos a merced de la meteorología. E Israel puede cancelar el viaje en cualquier momento. En el último minuto te puede decir que abortas la misión y que te vuelves. No es tan fácil como la gente se imagina. Hay muchas dificultades y todos son problemas. E intentan por todos los medios que no vayamos, no nos lo ponen fácil.

¿Cómo y cuándo se fraguó la idea de una misión marítima para entregar ayuda?

La primera vez que hicimos una misión marítima con World Central Kitchen [WCK, la ONG fundada por el chef español José Andrés] fue en Ucrania y abrimos un corredor humanitario marítimo por el Mar Negro y el Danubio, hasta llegar a Ucrania. Ese corredor no existía porque el Mar Negro estaba cerrado. Pero al final conseguimos hacer cuatro misiones.

La misión a Gaza surgió después de que el pasado 20 de diciembre, el ministro de Exteriores israelí anunciara en la isla de Chipre, aquí en Lárnaca, la apertura de un corredor marítimo humanitario que salía de la isla y de este puerto y que podía llegar a Gaza. Pero por lo visto nadie se hizo eco de este anuncio y nadie utilizó este corredor, entre otras cosas porque era un anuncio un poco fraudulento. Porque si abres un corredor humanitario desde el puerto de Lárnaca, tienes que decir en qué puerto finaliza. Y si en Gaza no hay ningún puerto ¿cómo abres un corredor humanitario marítimo si no hay puerto?

Entonces yo recibí una llamada de José Andrés a finales de diciembre que me decía que tenía 60 cocinas dentro de Gaza, funcionando con un equipo que había dado 15,20 millones de comidas, pero que no le estaba llegando alimentos, que tenía camiones bloqueados en el sur, que si podíamos hacer algo… Y hablamos de esta vía. El barco había estado retenido en Italia en su tercera detención [administrativa por parte de las autoridades italianas] e íbamos a pararlo para hacer mantenimiento. Pero salió esta oportunidad y vinimos a Lárnaca a presionar a las autoridades, porque queríamos utilizar ese corredor que se había anunciado y estábamos listos para usarlo. Tuvimos que hablar con el Gobierno de Chipre, con el Gobierno de Israel… Eso fue José Andrés, que tiene más bagaje diplomático que nosotros. Tuvimos que diseñar un plan para desembarcar, construir un pequeño espigón en Gaza. Lo construyó el equipo de World Central Kitchen. Nos aprobaron el plan después de discutirlo muchísimas semanas. Y yo creo que siempre pensando en que no iba a poder ejecutarse nunca.

¿Y con qué apoyos habéis contado, también en términos de recursos? ¿Cuáles han sido las dificultades?

Esta fue una iniciativa de World Central Kitchen, a la que nosotros nos sumamos para aportar nuestra experiencia en el mar. Luego, a través de WCK se pidió soporte tanto a Chipre como a Jordania. José Andrés pidió ayuda a Jordania, a Emiratos Árabes Unidos para tener un poquito más de influencia diplomática. Y así se fue fraguando esa primera misión.

Aparte del factor meteorológico, hubo muchas dificultades para el equipo en Gaza que tenía que construir ese espigón, porque Israel no lo estaba poniendo fácil. Había bloqueos de camiones, detenían algunos de los colaboradores… Y eso se retrasó muchísimo. Además, en ningún momento podríamos desembarcar y pisar tierra.

Usted estaba en una de las lanchas auxiliares que escoltaron la plataforma desde el barco a la costa. ¿Qué habéis podido ver desde allí? ¿Seguía habiendo bombardeos mientras se descargaba la ayuda?

El barco estaba aproximadamente a unos 450 metros de la costa, muy cerca. Y las lanchas operaron a cinco, diez metros de la orilla. El escenario era atroz. Había tanques, mucho movimiento alrededor e incluso algún cuerpo en la playa. No solamente veíamos la destrucción, sino que notábamos cómo retumbaba todo.

Sobrecogía estar allí, intentando desembarcar la ayuda, y que de golpe retumbara el cuerpo por la onda expansiva. Y oír el ruido de las explosiones y la cortina de humo negro. Es espantoso. Estás allí y piensas: ¿cuántas muertes está habiendo?

Íbamos con chalecos antibalas y cascos militares, por seguridad, porque nadie va a garantizar la seguridad. Ni siquiera Israel.

En algunas fotos que llegaban desde Gaza el día del desembarco de la ayuda se veía a gente mirando hacia el barco, esperando su llegada. También algunos niños. ¿Qué noticias os han llegado desde las cocinas de World Central Kitchen que han recibido la carga de alimentos?

El cargamento tardó uno o dos días en llegar a su destino, al norte de la Franja. Se confeccionaron aproximadamente entre 550.000 y 700.000 comidas. Así es que ya cumplimos con un objetivo importante que era hacer llegar algo de comida. No importa la cantidad, sino lo que tú puedas hacer con lo que tú tienes. Haces lo que puedes. Nosotros no venimos a aportar ninguna solución. Solamente aportamos nuestro granito de arena. Siempre hemos pensado que la única solución es la paz, el alto el fuego y que se abran todas las vías posibles para la entrada de la ayuda porque hay 2,3 millones de personas que necesitan de todo.

Muchos han alabado vuestra iniciativa, pero también han subrayado que 200 toneladas son una gota en el océano y que la situación catastrófica que vive Gaza necesita la llegada de ayuda por vía terrestre, la más importante y que Israel mantiene bloqueada. ¿Piensa que invertir recursos en buscar vías alternativas pueda desviar la atención de la necesidad urgente de reabrir la entrada de camiones vía tierra?

Si un remolcador del año 74 es capaz de desviar la atención de todos los gobiernos del planeta, de la realidad que está ocurriendo en Gaza, ¡qué responsabilidad y qué privilegio!. No, no creo que sea así. No se nos puede exigir a nosotros la responsabilidad de los Estados y de las propias Naciones Unidas. Somos una pequeña organización con 300 voluntarios y un presupuesto muy pequeño, y hemos hecho lo que hemos podido con lo que tenemos para ayudar. Esperan que nosotros aportemos la solución cuando Naciones Unidas no ha conseguido nada, cuando nadie ni ningún Estado ha conseguido nada hasta ahora. Yo creo que quien critica con el estómago lleno desde el sofá de su casa no es importante. Deberíamos preguntarle a los gazatíes que no comen desde hace mucho tiempo qué opinan de esas pocas toneladas que entraron y que pudieron alimentar a su familia. Habría que preguntarles a ellos, no a los intelectuales de sofá que están en casa.

Justo en esos mismos días en los que vosotros realizabais la misión, Estados Unidos anunció que salía un primer buque hacia el Mediterráneo para preparar la infraestructura que tendrá que permitir la entrada de ayuda vía marítima y que, según algunas informaciones, estaría listo en 60 días. ¿Cómo recibisteis ese anuncio? ¿Qué efecto os hizo mientras vosotros estabais ya llegando a Gaza?

Nosotros hemos hecho lo que hemos podido con nuestros recursos. Nos sorprendió sobremanera cuando estábamos a punto de salir, que apareciera por aquí en Lárnaca  [la presidenta de la Comisión Europea, Ursula] Von der Leyen, sin bajarse del coche y para dar un paseo por el puerto sin ni siquiera saludarnos, mientras anunciaba que éramos la experiencia piloto del corredor marítimo humanitario de la Unión Europea. Aquí todo el mundo se ha apuntado a este corredor, pero sin apoyarnos en absolutamente nada, sin ni siquiera venir a saludar.

El anuncio de Biden en su discurso sobre el Estado de la Nación de que se iba a hacer un puerto también creo que es un poco oportunista, de cara a su campaña electoral. Aquí no sabemos nada ni de Estados Unidos ni de la Unión Europea. Bueno, sí de la Unión Europea, sí. Porque Chipre forma parte de la Unión Europea y el Gobierno de Chipre sí que nos ha apoyado. Pero nada más. No hemos tenido contactos con nadie aparte del embajador de Emiratos que vino a saludarnos y del ministro de Exteriores de Chipre

Sobrecogía estar allí, intentando desembarcar la ayuda, y que de golpe retumbara el cuerpo por la onda expansiva. Y oír el ruido de las explosiones

¿Con las autoridades españolas habéis tenido algún contacto en estas semanas?

No, no hablamos nunca con las autoridades españolas. No hemos tenido nunca ocasión de hablar con las autoridades españolas.

Es una iniciativa que, imagino, también quiere tener un valor simbólico, de querer demostrar que se puede romper el bloqueo…

Sí, ya lo hicimos en Ucrania en su momento y allí también incluso Naciones Unidas nos decía que no era seguro, que cruzar el Mar Negro no era lo adecuado, que no se podía hacer. Y sí se pudo, asumiendo riesgos y asumiendo responsabilidades, que es nuestra obligación como organización humanitaria. Ahora decidimos que había un corredor que se había abierto, que había un anuncio político. Y nos acogimos a ese corredor y empezamos a presionar para que este corredor se pusiera en marcha. Solucionamos la última milla, que era el gran problema, al no tener puerto de llegada. Presentamos un proyecto, lo aprobaron y nos dejaron probarlo. Hemos demostrado que funciona. Se ha abierto el corredor y lo puede aprovechar cualquier otra organización o cualquier Estado que quiera hacerlo.

¿Os han contactado otras organizaciones para sumarse?

Sí, nos han contactado varias grandes organizaciones para sumarse. Están trabajando en ello.

El anuncio de Biden en su discurso sobre el Estado de la Nación de que se iba a hacer un puerto también creo que es un poco oportunista, de cara a su campaña electoral

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha tardado más de cinco meses en aprobar una resolución de alto el fuego con la abstención de Estados Unidos, que envía ayuda por el aire mientras sigue mandando armas a Israel. ¿Cree que puede cambiar algo a partir de ahora?

Creo que es un acuerdo necesario que nos marca la necesidad urgente de ampliar el flujo de ayuda humanitaria, de reforzar la protección a los civiles en toda la Franja de Gaza y además reiterar la exigencia de que se levanten todas las barreras a la prestación de ayuda humanitaria, que pueda llegar ayuda a gran escala. Pero es importante el llamamiento de que el alto el fuego vaya más allá del periodo del Ramadán, y que se convierta en permanente. Lamentablemente es una responsabilidad de los Estados. Naciones Unidas poco más puede hacer. Pero es un primer paso. Como nuestro primer paso es abrir ese corredor que parecía que no existía. Veremos cómo reacciona Netanyahu, que de momento ya ha anulado el viaje de la delegación israelí a Washington. No sabemos qué va a pasar, e igual no tenemos autorización ahora para poder hacer este segundo envío. Pero hay que estar aquí, hay que seguir. Se nos conoce por nuestra perseverancia.

Durante vuestro primer viaje hacia Gaza buscando la ruta del Open Arms en las aplicaciones que monitorean el tráfico marítimo en el mapa aparecía un desvío a Líbano. ¿Qué ocurrió?

La ruta fue manipulada. No sabemos por quién. Nos quedamos sin AIS [el Sistema de identificación automática, que transmite la posición de un barco]. Tuvimos que navegar con la carta náutica porque no teníamos electrónica. No sabemos por qué motivo estábamos en un blackout. No sabemos qué pasó pero jamás hemos estado en Líbano. No pasamos nunca por ahí ni pasamos cerca siquiera. Era rumbo directo al canal de entrada a Gaza.

Teniendo en cuenta los riesgos que hay hasta el último minuto de que paren la misión, ¿sigue mereciendo la pena? ¿Merece la pena invertir tantos recursos en una misión que se puede abortar hasta el último minuto?

Claro, sí. Hay que intentarlo todo. Ya nos ocurrió en el 2019 en Italia, con Salvini. Estuvimos allí esperando para poder entrar en Lampedusa más tiempo de lo que hemos esperado para entrar en Gaza. Ahora, ¿vamos a dejar morir a la gente teniendo la comida a bordo? No. Si está en nuestras manos, lo vamos a intentar hasta el final.