“El compromiso desde los pueblos en la defensa del propio territorio, cuando se entiende como parte de la vida, es lo que va moviendo. Esa convicción es la que tenía mi mami”. Así resume Laura Zúñiga, hija de Berta Cáceres cuál era el impulso que le costó la vida a su madre hace un año en Honduras, el país más peligroso del mundo para defender el medio ambiente.
Como Berta, cientos de activistas se enfrentan a la criminalización, el encarcelamiento y la muerte en el mundo. Es “El precio del activismo”, el lema que dio nombre al debate organizado por Greenpeace en colaboración con eldiario.es, celebrado este miércoles en el Palacio de la Prensa en Madrid.
Tras la emisión del corto documental Esperanza, el debate, moderado por Gabriela Sánchez, coordinadora de Desalambre, abarcó desde diferentes prismas los riesgos y amenazas asumidos por los defensores del medioambiente en el mundo, con dos testimonios destacados de quienes ponen su propia vida por delante de una causa: los jóvenes activistas Laura Zúñiga y Camilo Bermúdez, miembro del COPINH, emocionaron a los asistentes, contagiando su fortaleza a pesar de los duros golpes sufridos durante este último año.
“No hay que dejarse invadir por el pesimismo” porque, recordó Laura con una sonrisa, “hay miles de Bertas”.
“Cuando asesinan a Berta quieren asesinar el proceso organizativo de los pueblos”, sostuvo Bermúdez. “El mensaje que se quiere mandar con el asesinato de líderes y lideresas es un mensaje de terror: 'Nadie que se oponga al modelo económico y a las decisiones de la clase política va a quedar vivo”. Tras el asesinato de su compañera, dice, se han encontrado con “una profunda indignación” que se ha traducido en el grito de “Berta no murió, se multiplicó”.
“Hay una intención de impunidad”
Victoria García, portavoz de Amnistía Internacional, reflexionó sobre la impunidad de la violencia contra activistas en Latinoamérica, algo que la ONG investigó en 2016. “Las denuncias de las personas defensoras de derechos humanos y de la tierra quedan impunes. Las investigaciones se inician pero quedan paralizadas. Los juicios son largos y muy costosos emocionalmente”, explicó. “Son personas muy ligadas al campesinado, con una situación económica precaria. No disponen de recursos legales”.
Laura Furones, de Global Witness, arrojó las cifras de la situación a nivel global: 185 defensores de los recursos naturales fueron asesinados en 2015 en todo el mundo, con América Latina a la cabeza. El 40% son indígenas. “Los casos en los que los autores intelectuales acaban en la cárcel son irrisorios”, sentenció.
Que se investigue la autoría no solo material, sino intelectual del asesinato de Berta Cáceres es una de las batallas actuales de su familia. Zúñiga mencionó las irregularidades del proceso judicial. “A pesar de la visibilidad internacional no se ha hecho una buena investigación. Se han seguido mal los protocolos, las pruebas pueden terminar siendo anuladas... Esto implica una intención de impunidad para la autoridad intelectual: que de aquí a dos años, cuando se rebaje la presión internacional, el asesinato quede en la impunidad”, opina.
Sin embargo, el mensaje de fondo fue optimista, de una lucha que continúa sin miedo. “Ellos tienen las armas, el dinero y la impunidad. Nosotros nos tenemos a nosotros, a las organizaciones, los pueblos y nuestra historia. La construcción en colectivo es lo único que nos va a sacar del atolladero. Ahí uno siente alegría.”, añade Bermúdez.
“Algo que recuerdo de Berta es que, a pesar de la mala situación de una organización de base como la nuestra y las amenazas, uno siempre se ríe con los compañeros y crea su propia familia. Esa convivencia hace vivir una alternativa al capitalismo”, asegura el compañero de Cáceres.
Esta forma de entender el activismo fue alabada desde el público en el turno de preguntas y comentarios: “Cuando nos preguntamos qué podemos hacer desde España, yo creo que lo que tenemos que hacer es seguir vuestro ejemplo, volver a lo común”.
“Lo que lleva a ser activista del medio ambiente y de derechos humanos es el convencimiento de que puedes hacer algo para cambiar una situación que te parece injusta”, afirmó Maite Mompó, activista de Greenpeace y autora del libro 'Rainbow Warriors'.
Laura Zúñiga terminó el acto con un agradecimiento: “Es importante seguir visibilizando la lucha y sentirnos acompañadas”. El recuerdo de su madre llenó de emoción el auditorio, que estalló en aplausos tras escuchar, en boca de Zúñiga, una de sus frases más repetidas: “No nos queda otro camino que luchar”.