La peluquería de Getafe levantada por quienes fueron menores migrantes: “Esto también es una forma de luchar contra el odio”

Núria Rius

22 de abril de 2021 01:59 h

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Es domingo al mediodía y la persiana de 'La Pelu de Maakum', en Getafe, ya está levantada. Hoy Otman, un joven marroquí que llegó a España solo cuando aún era menor de edad, está a cargo del negocio. La maquinilla de cortar ya está en marcha y a su sonido lo acompañan los últimos éxitos de reggaeton. Dentro, sentado en una butaca frente a un espejo apaisado, espera su amigo Ismail. Es uno de sus primeros clientes tras la apertura del nuevo local hace poco más de una semana. 

El cartel de la entrada, con grandes letras y un par de tradicionales postes de barbería pintados a rayas, señala que estamos en una peluquería. Pero 'La Pelu de Maakum' es mucho más. El proyecto nació, apoyado por la asociación Makuum Ceuta, como una alternativa de empleo y formación, gestionada por y para jóvenes que, tras migrar solos a España siendo niños, corren el riesgo de quedarse en situación de exclusión en la Comunidad de Madrid. Junto al propietario del negocio, Otman saca adelante buena parte del trabajo. Él fue uno de esos niños migrantes a los que la extrema derecha ha vuelto a colocar en el foco de su discurso xenófobo, en plena campaña electoral en Madrid.

“La peluquería nos da un respiro entre tanto racismo como hay en España”, reflexiona Ismail, también “exmena”, mientras Otman continúa con el corte. “Esto también es una forma de luchar por vidas dignas y contra el odio”, dice el peluquero, ilusionado con su nuevo empleo.

“Lo que más me gusta hacer son líneas como esas”, describe el joven de 18 años, señalando las rayas que decoran el lado derecho de la cabeza de otro de sus amigos, Youssef. Aunque, corre a aclarar, él hace “de todo”: corta, peina, lava… “Lo que quieras”, comenta entre risas. “No me lo corto mucho porque yo lo llevo siempre desordenado”, le dice Ismail. Esta mañana también ha venido a visitarles otro amigo, Hicham, quien no despega la cámara de su móvil de todo lo que va ocurriendo en el local, orgulloso del trabajo de sus compatriotas.

Otman, Youseff e Hichman comparten una trayectoria similar. Dejaron Marruecos hace dos años y llegaron a Ceuta, donde malvivieron durante unos meses. “Me fui en busca de mejores oportunidades. Mi familia era pobre. En Marruecos a lo mejor cobras 80 euros al mes, tampoco tienes posibilidad de estudiar y, claro, así no se puede vivir”, dice el joven peluquero. Su llegada a España tampoco sería fácil. En Ceuta estuvo en un centro de menores del que escapó porque, dice, no lo trataban bien. “Prefieres ir a la calle”, lamenta cabizbajo.

Su día a día consistía, relata, en buscar algo que comer y “escapar de la policía”, hasta que un día consiguió cruzar a la península en los bajos de uno de los camiones transportados por los ferrys que atraviesan el Estrecho cada día. De Andalucía fue trasladado a Madrid, donde ha pasado por varios centros.

En alguno de ellos ya empezaba a apuntar maneras: “He cortado el pelo hasta a 14 compañeros en un fin de semana”, dice riéndose cuando describe las condiciones en las que lo hacía. Ahora vive en un centro de acogida gestionado por una ONG.

La odisea de conseguir un contrato 

“Cuando nos enteramos de que iban a cerrar [la peluquería que había antes] surgió la idea, pero era algo que siempre habíamos tenido en mente”, cuenta Joana, vecina de Getafe y miembro de Maakum, que conocía el antiguo local y a su propietario, Soufian. “Los impedimentos” impuestos a los jóvenes como Otman cuando llegan a España, tanto cuando son menores como cuando ya cumplen la mayoría de edad, explican la necesidad de este proyecto.

Cuando Otman cumplió los 18 años hace cinco meses, fue trasladado a otro centro. “Te ayudan para salir adelante pero no encuentras formas de trabajar y me da miedo que algún día me echen y no tenga aún los papeles en regla. Entonces no puedes hacer nada… Sin un trabajo, no puedo alquilar una habitación. Por eso, ahora, con la peluquería estoy mucho mejor”, dice con una sonrisa intuida detrás la mascarilla.

“Cargan en la espalda una serie de cosas por las que normalmente un chaval no tiene por qué preocuparse: autorización de residencia, permiso de trabajo, búsqueda de empleo, formación”, agrega Joana.

Uno de los problemas principales es que, a pesar de que las comunidades autónomas tienen la obligación de documentar a estos niños y adolescentes antes de que cumplan los 18 años, en reiteradas ocasiones la Administración no cumple con esta responsabilidad. Esta situación retrasa su acceso al mercado laboral y, por lo tanto, su independencia económica y, en muchas ocasiones, les empuja a la irregularidad al alcanzar la mayoría de edad.

“Todo termina siendo una barrera: si no tienen residencia, no pueden encontrar trabajo y si no encuentran trabajo, no pueden seguir con su vida”, añade Joana.

Actualmente, el Gobierno está tramitando una modificación del reglamento de la Ley de Extranjería para evitar que los niños y adolescentes que llegan solos a España se queden en situación irregular cuando cumplan los 18 años y favorecer su inclusión.

“La Pelu es una puerta para salir adelante”

Tiene pocos días de vida, pero el local ya cuenta con el material imprescindible. Butacas para los que esperan ser atendidos, dos espejos y sillas y una lavacabezas. Además, antes de la inauguración, una treintena de jóvenes marroquíes ayudaron con la reforma. La remodelaron de arriba abajo: “Hemos trabajado duro”, dice Hicham, que no descarta aprender pronto a cortar el pelo. “La Pelu es una puerta para salir adelante y para ayudarnos a conseguir los papeles”.

“La peluquería no es para mí solo”, dice Otman. “Porque yo puedo conseguir mis papeles e irme… Pero no, esto es para que después vengan más chicos”. Por ahora, a Otman lo acompaña y ayuda también Soufian, el propietario del local. “La idea es que el día de mañana esto lo lleven ellos, los gastos, la gestión. No lo dudé, acepté encantado, porque es muy jodido buscar un contrato”, cuenta por teléfono el peluquero, que está convencido que “poco a poco Otman tendrá más clientes”.  

“Está muy bien”, suelta Ismail, mirándose al espejo después del lavado final. Él forma parte además del colectivo ExMenas de Madrid. “No son personas que necesitan solo comer o dormir en algún sitio, sino que necesitan recursos, formación, prácticas, eso son oportunidades y muchos chicos no llegan porque una vez te ves en la calle, ¿quién te confía en ti?”. 

Joana añade que si en Madrid no existe ningún proyecto así es también por las dificultades con las que se encuentran las asociaciones y los jóvenes a lo largo del proceso: desde falta de información, formación necesaria para sacar adelante algo de nuevo o un mejor acompañamiento. “La respuesta suele ser muy asistencialista”, zanja, y apuesta por líneas de trabajo que motiven su autonomía y emancipación.

Todos coinciden en que “La Pelu de Maakum” tiene futuro. Desde la asociación han sufragado los primeros gastos, pero quieren que el proyecto se sostenga en el tiempo, por lo que promueven su financiación a través de una campaña de crowdfunding.

“Cortar el racismo” 

Una pata importante del proyecto es también acabar con los discursos de odio hacia las personas migrantes y, en especial, los adolescentes que llegan solos a España. “Están utilizando miserablemente a los menores con datos falsos que calan en la sociedad”, denuncia Joana. El último ejemplo, uno de los carteles electorales de Vox que ya está siendo investigados por la Fiscalía.

“En esta peluquería le encuentras el sentido a todo en lo que llevamos años trabajando. Se va creando una semilla”, cuenta Joana.

Por hoy Otman ha terminado y volverá de nuevo mañana, a levantar la persiana, “a cortar el pelo y también el racismo”. La idea es dar a conocer el proyecto para que crezca, acercarlo a los vecinos y vecinas de Getafe, animar a la gente a cortarse el pelo mientras llegan a otros jóvenes que se encuentran en una situación similar a la de Otman, Hicham o Youssef.