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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Las primeras personas de la caravana migrante llegan a la frontera de EEUU: “Este muro lo voy a pasar”

En los últimos 33 días, han recorrido más de 4.000 kilómetros, han caminado largas distancias con sus niños a cuestas, se han roto de dolor al pensar en quienes han dejado atrás para emprender un éxodo colectivo que es una huida y también un gran movimiento social de denuncia sobre las condiciones de vida y violencia en Centroamérica. A cada nuevo estado alcanzado, han desafiado todos los riesgos y cada una de las amenazas de Donald Trump, que en plena campaña electoral les atacó sin medida. “Invasores”, “criminales”, “matones”, dejó caer el presidente

Los primeros ya han llegado a su último obstáculo. Las primeras 800 personas han alcanzado la frontera de Estados Unidos, que se deja ver entre los barrotes de la verja en Tijuana, México. La avanzadilla acampa y aguarda la incorporación de miles de compañeros que avanzan con rapidez por el noroeste mexicano. Confían en que todos juntos consigan la fuerza o la protección para lograr cruzar el otro lado del muro. “Ahora más que nunca tenemos que estar unidos”, se escucha de forma reiterada entre los integrantes de la caravana.

“He sentido mucho pánico. Nunca había visto un muro tan alto y grande. Pero Dios me acompañará, porque este muro yo lo voy a pasar”, sostiene Aida Olivia, hondureña de 26 años, desde la tienda de campaña verde que ha desplegado junto al extremo del perímetro fronterizo, que finaliza sumergido en el Pacífico. Gerardo lo mira con incredulidad. “Cuando le conté a mi hermana que iba a ir en la caravana, no se lo creía. Mira ahora dónde estoy”, dice el joven guatemalteco, que aspira a trabajar en Los Ángeles de cocinero.

Como Aida y Gerardo, un centenar de migrantes centroamericanos ha levantado un campamento en este punto de la ciudad mexicana. Sus vistas: la ciudad estadounidense de San Diego y un muro de siete metros de altura y más de 3.000 kilómetros de largo, donde equipos técnicos trabajan a toda prisa para colocar alambre de cuchillas en lo alto de los paneles de aluminio. Como anunció Trump, también se ve el despliegue del Ejército. De pronto, al otro lado, un señor pasea a su perro por la orilla de la playa ondeando una gran bandera estadounidense. Marca su territorio y lanza un mensaje, al menos simbólico, al que aspira a pisarlo.

En la zona más alta de la valla, se lee una inscripción: “Ningún obstáculo puede impedir alcanzar nuestros sueños. Somos mexicanos. Somos imparables”.

Pocos esperaban la inmediatez de la llegada de la caravana a Tijuana. Si los 'caminantes' emplearon un mes para recorrer la primera mitad de la ruta establecida, los integrantes de la caravana tardarán entre 24 y 72 horas en atravesar los más de 2.000 kilómetros restantes en la segunda etapa del trayecto. La repentina celeridad se la deben a la red de camiones y autobuses preparada por los gobiernos de los últimos estados por los que han transitado: Jalisco, Sinaloa y Sonora.

Cuando Aida Olivia salió este martes de Guadalajara, casi a la fuerza y agotada, no se imaginaba que tocaría la frontera de EEUU 24 horas después. “El último tramo fue muy sencillo. Subimos en tres camiones y un autobús. Todo seguido. No paramos ni para dormir”, dice quien dejó su país, como tantos, para conseguir un trabajo con el que poder ayudar a su familia, después de que su madre tuviese que trasladarse de barrio y abandonar su empleo, forzada por la extorsión de las pandillas.

El aparente golpe de solidaridad por parte de los tres estados norteños no es analizado como tal por las ONG especializadas. “Los últimos estados no querían que miles de migrantes se quedasen en sus localidades, por eso les pagaron el transporte. Para que pasasen de largo cuanto antes”, sostiene Esmeralda Siu, coordinadora ejecutiva del Coalición pro Defensa del migrante.

Según sus cifras, desde el pasado domingo han alcanzado Tijuana 826 integrantes de la caravana, en tres grupos diferenciados. El Gobierno de Baja California y de Tijuana han preparado un campo de deportes con 2.000 plazas para albergarlos sin separarlos. “Hace mucho frío por la noche. Estamos centrando los esfuerzos en que cedan y quieran dormir en un lugar cerrado”, detalla la especialista.

El primer gran grupo que alcanzó su penúltima parada llegó a Tijuana entre aplausos. Después de desayunar, los cerca de 300 hombres, mujeres y niños caminaron hasta Playas, donde tocaron la frontera por primera vez. Una decena de ellos corrió a escalar hasta la zona superior, donde permanecieron unos minutos con la Policía fronteriza y los soldados estadounidenses expectantes.

Harey quiso imitar a sus compañeros este miércoles. Este menudo hombre hondureño escaló hasta lo alto de la barrera y comenzó a balancear una de las chapas que coronan el límite fronterizo. Un miembro del Ejército de EEUU se acercó con el arma entre sus brazos. A sus pies, los gritos de apoyo se entrelazaban con las reprobaciones de sus compañeros. “¡Por uno vamos a pagarlo todos. Yo vengo aquí para ser pacífico. ¿Cuánto caminaste? ¿Quieres perder todo por una tontería?”, le recrimina otro compatriota poco después de descendiera tierra firme.

Un grupo reducido de los más jóvenes se dirige de vez en cuando a los soldados estadounidenses con cierta actitud burlesca. “Mira, ahora estoy en EEUU, ahora en México”, decía entre risas un joven hondureño mientras se desplazaba de un lateral a otro como un péndulo. Este tipo de actitudes desafiantes y pacíficas, afeadas por el grueso de sus compañeros, preocupan a la Coalición Pro Migrantes ante el riesgo de consecuencias fatales. “En los últimos días, he recibido varias llamadas de pánico por parte de gente de organizaciones. Creían que algunas de estas bromas podrían acabar con disparos hacia los migrantes”, sostiene la coordinadora de la red de organizaciones.

“Si nos preocupamos es porque no es la primera vez que pasa. Ha habido casos hace unos años de migrantes fallecidos a tiros de los soldados estadounidenses por tirar piedras, cuando obviamente está prohibido. Pero lo tenemos en nuestra memoria, y Trump nos ha recordado que puede repetirse”, indica Siu, en referencia a las declaraciones del presidente, que aseguró que las tropas desplegadas en la frontera podrán abrir fuego en caso de que los migrantes que viajan desde hace un mes en la caravana “lancen piedras”.

Horas más tarde, un grupo reducido de mexicanos antiinmigración se manifestó contra la presencia de los migrantes en la misma zona donde habían instalado su campamento. “¡Primero los mexicanos!”, “¡que vuelvan en los mismos camiones que les disteis!”, gritaban frente a los hombres, mujeres y niños recién llegados. Algunos integrantes de la caravana reaccionaron ante los ataques, por lo que se crearon ciertos momentos de tensión.

No solo reciben rechazo. Esos “ataques no fundamentados” son los que empujaron a una familia mexicana a comprar varias bolsas de plátanos, naranjas y botellas de agua para repartir entre los migrantes acampados. “Cuando puedes hay que añadir. Están diciendo barbaridades para hacer creer que son de una manera que no son”, sostiene Paula Silva, una enfermera de Tijuana, que se acercó la mañana del miércoles a Playas con la intención de ayudar.

En estos días de incertidumbre a los pies del muro, Aida Olivia se impacienta por hacer una llamada. “Qué ganas de decirle ya: ”Ya estoy en EEUU, mamá, lo he conseguí“, dice la hondureña, que desea buscar trabajo en Texas. Se imagina explicando cuanto antes a su hijo mayor que lo logró y que, si no lo trajo, como ella quería, no fue porque no se moría de ganas de llevarlo consigo. ”Le había preparado hasta la ropita, pero recibí una amenaza y me eché para atrás. No me arrepiento, podría haber sido peligroso“, añade la mujer.

La primera caravana migrante salió el pasado 13 de octubre de San Pedro Sula, al norte de Honduras y llegaron a México seis días después desde Guatemala. Han recorrido cientos de kilómetros a pie, haciendo autostop en camionetas o en autobuses para llegar a esta frontera escapando de la violencia o en busca de una vida mejor. El grueso de integrantes aún avanza en distintos grupos hacia Tijuana y a ellos le siguen otras tres caravanas, dos de ellas de salvadoreños, que aún se encuentran lejos de la frontera con EEUU. 

Más de 5.000 soldados desplegados por EEUU

La furia de Donald Trump ante el rápido avance de la primera caravana se ha traducido en el despliegue de más de 5.000 soldados en la frontera sur estadounidense. Las tropas permanecerán hasta mediados de diciembre en la línea que separa California de México como parte del 'Operativo Línea Segura', creado por y para evitar la entrada de los miles de hombres, mujeres y niños que recorren México con la convicción de poder sortear cualquier tipo de obstáculo.

El envío del Ejército a la zona fronteriza vino acompañado de una orden presidencial que impide la concesión del asilo a quien intente acceder de forma irregular a Estados Unidos, una regulación contraria a la normativa internacional que garantiza el derecho a la protección internacional de cualquier persona, independientemente de su situación administrativa. La medida ha sido denunciada en por varias organizaciones de la sociedad civil estadounidense ante la Corte Federal del distrito norte de California.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) también ha dejado clara su oposición a la medida de la Casa Blanca. La agencia de la ONU ha recordado algunas de las razones que empujan a los migrantes centroamericanos, la de siempre: si la vía legal no es posible o suficiente para el número de personas que huye de la violencia o la persecución, estas acudirán a los caminos clandestinos. “En un mundo ideal y predecible, los solicitantes de asilo deberían presentarse ellos mismos en la frontera y pedir protección. Sin embargo, la realidad de los refugiados que huyen es compleja y requiere una estructura de acogida digna”, sostiene ACNUR.

Para defender su respuesta a la caravana, Rodney Scott, jefe de sector de Patrulla Fronteriza en San Diego, comparó hace una semana la frontera estadounidense con la entrada de una casa: “Cuando una persona llega a una casa (ajena) debe tocar la puerta principal y presentarse”, apuntó en rueda de prensa.

Las presentaciones no bastarán. Estados Unidos tiene la llave echada para historias como la de Gerardo o Aida Olivia. La mayoría de quienes tocan la puerta no son invitados a pasar, y en este caso, las señales lanzadas por la Casa Blanca no apuntan a lo contrario.

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Nota: Esta cobertura de eldiario.es en México es posible gracias a la invitación de la ONG Alboan. La organización ha corrido con los gastos del viaje.