Mujeres secuestradas por grupos armados que son utilizadas como esclavas sexuales para “recompensar” a los combatientes. Niños reclutados como soldados para sembrar el miedo en la población civil y facilitar su obediencia. La trata de personas en contextos de conflicto armado está adquiriendo “dimensiones terribles” en todo el mundo, según ha alertado Naciones Unidas esta semana.
“En situaciones caracterizadas por la violencia, la brutalidad y la coacción, los tratantes pueden operar con todavía mayor impunidad”, dice Yury Fedotox, el director ejecutivo de la Oficina contra la Droga y el Delito (UNODC), que ha publicado recientemente un informe que analiza más de 24.000 casos de trata documentados principalmente 2016, aunque también recoge datos de años anteriores en un total de 142 países.
El estudio se centra en el uso de la “esclavitud del siglo XXI” en los escenarios de guerra y violencia, que en 2016 alcanzaron los mayores niveles en los últimos 30 años, según la agencia de la ONU. En ellos, los combatientes utilizan la trata como parte de su estrategia para “aumentar su poder militar y sus recursos económicos” para financiar sus operaciones. Por ejemplo, a través de la extorsión a las familias de las víctimas de explotación sexual u ofreciendo esclavas sexuales como táctica para reclutar nuevos combatientes.
“Los reclutadores de ISIS [a través de las redes sociales] se hacen amigos de las jóvenes, las halagan y elogian, y a menudo abusan de su vulnerabilidad. Una vez que han llegado a los territorios controlados por ISIS, estas mujeres y niñas son entregadas como 'esposas' o esclavas sexuales a los combatientes”, sostiene el documento.
El informe destaca el caso de Nadia Murad, activista yazidí y premio Nobel de la Paz en 2018, que fue esclavizada por el ISIS en Irak. En 2016, la ONU registró cientos de casos de violencia sexual en la guerra de Sudán del Sur, donde las mujeres fueron secuestradas y esclavizadas sexualmente por parte del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán durante más de cuatro meses, en los que también presenciaron el asesinato de otras víctimas detenidas, según el informe.
La ONU también ha documentado la trata dentro de los matrimonios forzados y su uso como parte de la estrategia de los grupos armados en algunos contextos, como el secuestro de cientos de niñas y jóvenes en Nigeria por parte del grupo terrorista Boko Haram, como las 200 menores de la comunidad de Chibok en 2014, con el propósito de casarlas por la fuerza con los combatientes.
En Sudán del Sur, más del 40% de los 376 casos de violencia sexual registrados en el conflicto armado se registraron como matrimonios forzados. En ellos, explican, la esposa es sometida a abusos, violencia y violaciones, lo que lleva a la ONU a analizarlo como una forma de explotación. Este fenómeno, según Naciones Unidas, se ha detectado en la mayoría de los conflictos en África, Oriente Medio y Asia.
A ello se le suma el reclutamiento de menores en las filas de los grupos armados, para lo que utilizan diferentes métodos, como “ejercer presión sobre la población local prometiendo seguridad frente a las amenazas externas a cambio de niños reclutados”. Otras veces, los menores se unen a los combatientes por la falta de otras opciones. En 2016, se documentaron 7.734 casos de niños vinculados a grupos armados. Los más mayores son reclutados para participar activamente en los combates, mientras los más pequeños son utilizados para otras tareas de “apoyo” a sus operaciones como cocinar o con trabajos como la construcción, sostiene la ONU.
De acuerdo con el informe, más de la mitad de los miembros del grupo terrorista Al Shabab, de Somalia, son niños. De la mano del reclutamiento va la coacción a los menores para perpetrar atentados. Es el caso de Boko Haram, que, según lleva tiempo alertando Unicef, ha llegado a utilizar a niños de ocho años en ataques suicidas. El número de ataques cometidos por menores en la región del Lago Chad aumentó de 4 en 2014 a 44 en 2015, según precisa el documento.
En la otra cara de la moneda están quienes viven en las zonas cercanas a los conflictos, como los desplazados y refugiados, que pueden acabar siendo víctimas del trabajo forzoso y la explotación sexual. “Entre los refugiados en campamentos formales e informales y en los contextos urbanos de Oriente Medio, algunas familias han sentido que no tenían otra opción que vender a sus hijas para casarse y obtener algo de dinero para mantener al resto de la familia. Algunos de estos matrimonios tuvieron como resultado que las niñas y las mujeres fueran coaccionadas para la explotación sexual”, explica la ONU.
Según el documento, milicias y grupos criminales han tratado de explotar a los desplazados por los conflictos de Siria, Irak y Afganistán. “En los países que albergan grandes campamentos de refugiados, los refugiados sirios corren el riesgo de ser engañados en condiciones de trabajo de explotación. Los niños que viven dentro y fuera de los campos pueden ser explotados mendigando en la calle”, ejemplifican. A ello se le une el riesgo de convertirse en víctimas de trata durante las peligrosas rutas en busca de refugio seguro, debido principalmente a la falta de vías legales de acceso a otros países. Es el caso de Libia, donde se han documentado numerosos abusos contra la población migrante, entre ellos la venta de esclavos.
La explotación sexual, el delito más frecuente
Si se atiende a los datos globales analizados –los países documentaron un total de 24.687 casos en 2016– la explotación sexual sigue siendo el delito más frecuente, con un 59% de las víctimas detectadas. Pero no es el único, como repiten reiteradamente las ONG especializadas. La trata con fines de explotación laboral, o el trabajo forzado representa el 34% de los casos, por ejemplo, en tareas domésticas o en sectores como la minería y la pesca. La explotación sexual fue la forma de trata más recurrente en todas las regiones del mundo salvo en África y Oriente Medio, donde sobresale el trabajo forzado.
Las estadísticas aportadas por el informe vuelven a constatar que mujeres adultas y niñas son las principales víctimas de la trata en todo el mundo, con un 72% de casos, un 49% y un 23% respectivamente. En Centroamérica y el Caribe se ha detectado a más niñas como víctimas de explotación sexual que en otras partes del mundo, donde suelen ser mujeres adultas.
Por su parte, los hombres representan el 21% de las víctimas y los niños un 7%. Los varones son más de la mitad de los casos de trata para trabajos forzados, aunque el 35% de las víctimas que sufren condiciones laborales de esclavitud son también mujeres y niñas. El estudio recuerda otras formas de explotación a las que son sometidos los menores, como la mendicidad o actividades delictivas en beneficio de terceros.
Asimismo, la ONU recuerda que, aunque la mayor parte de los casos son detectados en los países de origen de las víctimas, los Estados ricos suelen ser destinos habituales de personas que caen en la trata transnacional tras ser engañadas por redes delictivas. En Europa occidental y meridional y los países de Oriente Medio, la UNODC ha registrado una proporción considerable de víctimas de trata de personas procedentes de otras regiones, algo poco frecuente en otros continentes.
No obstante, estas cifras son solo la punta del iceberg, ya que muchas de las víctimas no son detectadas y “no todos los países cuentan con mecanismos adecuados para perseguir este delito”, recuerda la agencia de Naciones Unidas. El estudio concluye que el número de casos documentados ha aumentado –desde algo más de 20.000 en 2014 hasta más de 24.000 en 2016–, lo que, según explican, puede deberse a que los países “cuentan con más medios para detectarlas”: mientras en 2009, solo 26 países tenían instituciones que recopilaban datos sobre trata, en la actualidad son 65 los Estados que dan un seguimiento al alcance de este delito.