A pesar de todo, seguimos hablando del Sáhara Occidental
Vivimos tiempos convulsos e inciertos. Son momentos de mirar hacia adentro, los medios de comunicación lo hacen, los partidos y dirigentes políticos lo hacen, la sociedad en general lo hace. Miramos hacia dentro, hacia los problemas internos del Estado. Cada vez, lamentablemente, nos dejamos menos influir, permear o emocionar por lo que acontece más allá de los Pirineos, al otro lado del Estrecho, en el Mediterráneo, al otro lado del Atlántico o en la cara opuesta del Planeta.
Problemas crónicos han pasado de moda estos días y no encuentran sus huecos en la agenda mediática, en el debate continuo de la opinión pública y publicada. Problemas crónicos, que llevaban tiempo sin estar de moda, ahora, más que nunca, se estancan. Se estancan, pero no se resuelven, siguen ahí. Y los problemas estallan, sin solución estallan, antes o después. Es así. Y por ello, ahora, como siempre, pero quizás más que nunca, seguimos hablando del Sáhara. Nuestro problema, nuestra crónica (ir)responsabilidad, su sufrimiento.
Mañana, como todos los años desde hace ya muchos, desde la madrugada, miles de personas se reunirán en ciudades de todo el Estado para subirse a autobuses que, tras horas de viaje, les lleven a Madrid, a Atocha. Mañana, a partir de las 12 horas, miles de personas diversas, de distintos territorios, de distintas ideologías y formas de pensar, de distintas edades, todas juntas marcharán, un año más, calle Atocha arriba, hasta la Puerta del Sol, para reclamar lo que la legalidad internacional reconoce desde hace más de un cuarto de siglo: un referéndum de autodeterminación en el que el pueblo saharaui decida sobre su futuro político, independiente o integrado en Maruecos.
El movimiento solidario con el pueblo saharaui, todas las personas integrantes de las asociaciones que conforman CEAS-Sáhara (Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara) desarrollan una labor durante todo el año de manera voluntaria conjuntamente con la población saharaui que vive aquí. Somos el mayor movimiento de solidaridad hacia otro pueblo de todo el Estado, hay asociaciones en todas las provincias. Los tiempos son duros, pero seguimos, a pesar de todo.
La crisis económica ha recortado brutalmente los presupuestos para la cooperación y volvemos a ingeniárnoslas para sacar dinero de debajo de las piedras, para seguir con nuestra actividad, porque sabemos que el pueblo saharaui nota nuestra ausencia enormemente.
La crisis social hace que, en muchos casos, las múltiples militancias que muchas personas de nuestro movimiento desarrollamos nos fatiguen, no nos permitan estar al 100% en esta lucha. La crisis, que a tantas compañeras y compañeros nos obliga a buscar nuevos trabajos, al pluriempleo, a la precariedad, no consigue vencer nuestras ansias de justicia para el pueblo saharaui. Sacamos tiempo y esfuerzo de donde no lo hay. Seguimos.
Y seguimos porque no contemplamos otra opción. Porque decenas de miles de personas siguen viviendo, después de más de 40 años, en unos campamentos de población refugiada perdidos en medio del desierto, donde nada crece de la arena. La desnutrición infantil, los altos índices de muertes en los partos, la escasez en la cesta básica, la falta de perspectivas y de anhelos para la juventud, el olvido, el exilio… El sufrimiento del pueblo saharaui nos ahoga en la rabia a muchas personas. Y la rabia nos marca el camino para seguir peleando. No hay vuelta atrás.
Seguimos, también, por las decenas de miles de personas que viven en los territorios ocupados por Marruecos del Sáhara Occidental. Allí, al otro lado del muro militar de casi 3.000 kilómetros de longitud y de los millones de minas antipersona: violaciones, desapariciones, asesinatos, matratos, inexistencia de ninguna garantía para el cumplimiento de los derechos más básicos –derechos humanos, políticos, sociales, económicos, culturales-. La ocupación, la violencia, el expolio, la humillación constante, la guerra. Seguimos, a pesar de todo, junto a ellas, junto a ellos.
Y seguimos, con la vergüenza constante de la (ir)responsabilidad que en todo esto tiene el Estado español. Hace ahora 42 años, era noviembre de 1975, que el gobierno franquista, con Juan Carlos de Borbón al frente, en funciones porque el dictador agonizaba, entregaba el Sáhara Occidental, entonces provincia española, a Marruecos. En Madrid se firmaron estos acuerdos ilegales, pues pocas semanas antes el Tribunal de la Haya había afirmado que no existía ningún vínculo de soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.
Los Acuerdos de Madrid, ilegales también porque no han sido reconocidos por Naciones Unidas en ningún momento. El Sáhara Occidental sigue siendo un territorio no autónomo, la última colonia de África. Y España, 'de iure', es la potencia administradora del proceso de descolonización del Sáhara Occidental, así lo entendemos. Y por eso, frente a la inmensa traición, ante el sufrimiento que cuatro décadas después sigue acarreando aquella venta ilegal, seguimos.
Y somos conscientes que denunciarlo implica señalar al núcleo de los actores que han guiado en las últimas décadas a este Estado: Casa Real, sucesivos gobiernos, PSOE, PP… Cuando todo se tambalea, seguimos incidiendo en que este es un asunto que, aunque parezca pasado, está de plena actualidad, por las personas refugiadas y por las que viven en las zonas ocupadas, por su sufrimiento. Seguimos hasta el final, hasta que se haga justicia, a pesar de todo. Ahora toca Sáhara.