El Jeep levanta una gran polvareda roja mientras se adentra por el camino que conduce hacia la Universidad de Agricultura de Morogoro en Tanzania. Allí viven y se entrenan las heroínas de Peter Mushi, las 'HeroRats': ratas gigantes africanas que colaboran con la detección de minas antipersonas gracias a su buen olfato y su reducido tamaño, que evita la explosión, uno de los principales peligros de la lucha contra los restos de conflictos olvidados.
Peter Mushi, de 32 años, es uno de los cuidadores de los roedores. Había oído muchas historias de accidentes relacionados con minas antipersonas, en su mayoría retazos de la guerra civil de Mozambique, terminada en 1992, donde estas ratas han logrado desactivar minas. La Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Terrestres apunta que, desde 1999, estos dispositivos han sido responsables de 73.576 muertes, sin contar las personas amputadas o con heridas. En un año han sido 5.426 víctimas, y una quinta parte se produce en África.
“Las muertes y lesiones son solo dos de las aterradoras causas de las minas terrestres”, explica Havard Bach, experto en desminado en el Centro Internacional de Desminado Humanitario de Ginebra. “Estos artefactos sin estallar hacen que carreteras, autopistas y enormes extensiones de tierra queden inútiles y sin uso. El miedo persiste durante años después de un solo accidente, frenando el crecimiento”.
Mushi reconoce que odiaba las ratas. Ahora lleva trabajando con ellas casi siete años. Al principio fue escéptico cuando el hombre que concibió la idea le habló de sus futuras compañeras de trabajo. “Pensé que estaba bromeando cuando me dijo que podían olfatear minas y restos de metralla. Me sorprendió que las ratas pudieran hacer una cosa así”.
Bart Weetjensel, cerebro detrás de APOPO (acrónimo holandés que significa Desarrollo de Productos para la Detección de Minas Antipersonas), hablaba muy en serio. Fabricar una mina apenas cuesta un dólar, pero limpiarla exige más de 1.000 dólares.
Muy pocos países se pueden permitir los costes que supone localizarlas y extraerlas según los métodos tradicionales (detector de metales, perros adiestrados...), así que Weetjensel decidió contribuir a su mayor accesibilidad con un nuevo sistema: ratas gigantes, concretamente la Cricetomys gambianus, un tipo característico del África Subsahariana, de gran tamaño, que puede llegar a los 80 centímetros (cola incluida), con un gran olfato.
Menor riesgo de explosiones y más barato
Descubrió diversos artículos sobre científicos estadounidenses que en los 70 habían trabajado con ratones para la localización de explosivos en aeropuertos. “¿Y si las ratas pudieran hacer eso?”, se preguntó. El sentido del olfato de las ratas es excelente, son nativas de África, las enfermedades tropicales no les causan problemas y su peso es el adecuado, ya que es inferior al baremo de 5 a 10 kilos necesarios para disparar una mina.
Mushi, que supervisa más de 14 ratas, explica que otra de sus principales ventajas es el coste. “Y esto es muy importante en un continente como África; entrenar a una rata cuesta no más de 4.000 euros, aproximadamente un tercio de lo que cuesta formar a un perro”. Las habilidades se adquieren en apenas seis u ocho meses, “un año para las más lentas”, dicen sus entrenadores.
El entrenamiento comienza a las cuatro semanas de vida, cuando son separadas de sus madres para iniciar un proceso de aclimatación a la presencia humana. En la siguiente fase, los instructores enseñan a los roedores a asociar un sonido de clic con algo sabroso: un plátano o cacahuetes. Estas mismas delicias se utilizan como premio cuando encuentran una mina o las bolas de té con olor a TNT con las que se les entrenan. En la fase final, antes de que sean enviadas a Mozambique, se les realizan varias pruebas en los campos de minas que APOPO tiene en Tanzania.
“Fue difícil convencer a la comunidad internacional sobre la viabilidad de las ratas como detectoras de minas”, reconoce el creador del proyecto, que ahora ha sumado entre sus valedores a la Universidad de Amberes y el gobierno belga, junto con más de 30 grupos, entre ellos el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, la Feria del Desarrollo del Banco Mundial y la Fundación Schwab para el Emprendimiento.
“El método de usar ratas para detectar minas es una realidad que salva vidas”, añade Weetjens. En sus primeros pasos, con cerca de 30 HeroRats acreditadas, han recorrido más de un millón de metros cuadrados de Mozambique y descubierto casi 400 minas y más de 3.000 armas pequeñas y munición u otros artefactos explosivos en un año y medio, por lo que se estima que se beneficiaron directa e indirectamente unas 44.547 personas.
La tarea continúa: la ONU dice que quedan más de seis millones de metros cuadrados aún sin limpiar. APOPO está considerando la posibilidad de que sus ratas se usen en otros países devastados por la guerra, como Angola o Congo. “El beneficio para la población no solo viene por la posibilidad de salvar vidas, también se dan casos de recuperación de terrenos para el cultivo”, dice Weetjens.
Cuando Bart Weetjensel vio en un informe de la Organización Mundial de la Salud que las muertes por tuberculosis podrían cuadruplicarse a 8 millones en 2015, comenzó a pensar qué podía hacer para paliar esa desastrosa situación. La enfermedad es especialmente común en el África subsahariana, donde es la principal causa de muerte en las personas con VIH. A pesar de ello, sólo el 1% de las personas con VIH se realizan una prueba de tuberculosis debido a la falta de disponibilidad de una prueba barata, rápida y precisa.
Weetjens recordó que los antiguos chinos afirmaban que podían diagnosticar la enfermedad de la tuberculosis por el olor de la saliva sobre una llama o roca caliente, de una persona infectada. “Si somos capaces de oler la tuberculosis una vez que ha infectado a una persona con nuestros sistemas olfativos poco desarrollados, las ratas y los perros deben ser capaces de olerlo en una etapa mucho más temprana”, pensó. Él y su esposa, Maureen Jubitana, recogieron muestras y comenzaron a experimentar con ratas de APOPO para identificar el olor de la tuberculosis en el esputo humano. “Fue maravilloso comprobar que consiguieron detectarlo”, dijo Weetjens.
En el último año las ratas han analizado 23.624 muestras recogidas de cinco centros de tratamiento y observación en Dar es Salaam. Se estima que los casos detectados en el último año por las ratas de APOPO impidieron 900 muertes y 13.575 nuevas transmisiones, según la empresa.