En el cementerio de Santa Catalina de Ceuta, en un humilde nicho condecorado con un ramo de margaritas, descansa Roger Chimi. Su cuerpo fue el primero en aparecer dos días después del fatídico 6 de febrero de 2014, cuando un grupo de personas migrantes trataban de llegar a las costas españolas a través del espigón marítimo de El Tarajal, mientras la Guardia Civil lanzaba pelotas de goma y botes de humo, saldándose con la vida de 14 personas.
Cinco años más tarde, a grito de “Tarajal, no olvidamos” o “España paga, Marruecos maltrata”, medio millar de personas llegadas de diferentes partes del Estado español y otros puntos europeos han recorrido las calles de Ceuta, en lo que han llamado la VI Marcha por la Dignidad. Un encuentro reivindicativo para hacer memoria por las víctimas mortales de la tragedia: Roger, Yves, Samba,Larios, Daouda, Luc, Youssouf, Armand, Ousmane, Keita, Jeannot, Oumarou, Blasie y otra persona no identificada; así como para exigir “justicia y reparación” para los supervivientes, de los cuales, 23 fueron devueltas a Marruecos sin acceso a ningún procedimiento formal.
Precisamente, en la pancarta de cabecera podía leerse: “Ni en caliente, ni exprés. Las devoluciones son ilegales”, una reivindicación presente en todo momento.
Arona, un joven senegalés de 25 años estaba en primera fila de la caminata, alzando su voz con los demás. En esta ocasión, ha viajado desde Madrid, donde ahora vive, hasta Ceuta. “Yo también he pasado por un proceso migratorio y eso mismo me pudo pasar a mí. Es injusto que siga habiendo muertes en las fronteras”, lamenta el joven.
Se muestra nervioso y emocionado. Su mente es ahora una coctelera de recuerdos. Memorias del día en el que otros ocho chicos como él se perdieron en mitad el mar mientras naufragaban en una barca de juguete, en su periplo hasta Europa. Fueron rescatados por Salvamento Marítimo y, aunque no cruzaron al Viejo Continente, fueron transferidos a Ceuta. Durante los 11 meses en los que vivió en la ciudad autónoma, la Asociación Elin fue su refugio. “Era mi casa, el espacio donde la gente me valoraba y yo me sentía útil”, recuerda con emoción su paso por esta entidad que trabaja en la acogida e interculturalidad de las personas refugiadas y migrantes.
Por eso, durante la tarde del viernes, nada más llegar a Ceuta, se sumó a los preparativos de las pancartas que se han podido ver durante la marcha. “Boza significa libertad” o “Stop fronteras”, son algunos de los lemas que muchos chicos y chicas migrantes plasmaron sobre cartulinas en distintos idiomas.
Al final del recorrido, en el Espigón del Tarjal, a los pies de la valla, se ha colocado una placa conmemorativa “en memoria de las quince personas que el 6 de febrero de 2014, en busca de una vida mejor, lo único que encontraron fue la muerte” y se ha encendido una vela por cada una de las víctimas.
“Nos unimos, para exigir, que se cumpla la legalidad internacional, que se haga justicia y que estos hechos no queden impunes”, leía Arona en voz alta el manifiesto, al que se han adherido más de 50 asociaciones y colectivos y que ha dado cierre al acto.
Un encuentro que, dicen, seguirán haciendo “hasta que haya justicia y reparación para las víctimas y familiares del 6F, hasta que no dejemos de ver muerte, violencia, impunidad y vulneración de leyes y derechos humanos cada día en nuestras fronteras”.