Un refugiado iraní se encuentra en estado crítico tras prenderse fuego este miércoles en protesta por las condiciones en las que viven los solicitantes de asilo en el centro de detención que Australia gestiona en Nauru, un país del Pacífico Sur.“Estamos cansados, esta acción les probará lo cansados que estamos”, gritó el hombre, de 23 años, momentos antes de inmolarse, según un vídeo difundido por los medios australianos.
La inmolación coincidió, según la emisora australiana ABC, con la visita a las instalaciones de tres representantes del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), quienes presenciaron los hechos. El ministro de Inmigración de Australia, Peter Dutton, ha declarado a la prensa que el refugiado iraní “se encuentra en un estado muy, muy grave” y que “el pronóstico no es nada bueno”.
Las autoridades australianas tienen previsto trasladarlo en las próximas horas a un centro médico adecuado, pero han advertido de que tan pronto se recuperé volverá a Nauru, al centro que aloja a 468 solicitantes de asilo bajo un régimen abierto.
No es la primera vez que solicitantes de asilo retenidos en ese centro se han autolesionado o intentado hacerlo en protesta por el trato que reciben y a principios de mes se produjeron unas protestas muy violentas. El ACNUR critica desde hace tiempo las condiciones “inhumanas” que existen en los centros de detención que Australia mantiene en Nauru y Papúa Nueva Guinea.
El Gobierno de Nauru, por su parte, ha atribuido la acción a una “protesta política” y ha asegurado que los refugiados intentan influir en las directrices de inmigración de Australia.
La externalización de los centros de migrantes
Estos emplazamientos fueron creados por el Gobierno conservador del primer ministro John Howard en 2001 con la llamada “Solución del Pacífico”, que buscaba desviar a terceros países de la región el creciente flujo de “migrantes y solicitantes de asillo que intentaban alcanzar las costas australianas.
Este tipo de acciones es denominada por ONG críticas como “externalización de fronteras”, en la que también se enmarcaría el actual acuerdo entre la Ue y Turquía que pretende devolver desde las islas griegas a todos los migrantes a Turquía.
En 2008, el Gobierno laborista del primer ministro Kevin Rudd, pero su sucesora y compañera de partido, Julia Gillard, los reabrió en 2012. Miles de emigrantes se embarcan cada año en Indonesia para pedir asilo en Australia, pero la mayoría son interceptados por los guardacostas australianos y reubicados en terceros países.
La política migratoria de Australia ha sido muy criticada por organizaciones de derechos humanos. En 2014, un vídeo lanzado por el Gobierno en el marco de una dura campaña contra la migración irregular despertó la polémica. “De ningún modo. No lograréis que Australia sea vuestro hogar”, rezaba su eslogan, con el objetivo de evitar que los migrantes y potenciales refugiados se embarquen hacia su país.
Muchas de las personas que viajan a Australia huyen de conflictos como los de Afganistán, Darfur, Pakistán, Somalia y Siria, y otros escapan de la discriminación, como las minorías rohinyá de Birmania (Myanmar) y bidún de la región del Golfo Pérsico.