Las casas refugio, un espacio seguro para las niñas que escapan de la mutilación genital femenina

Eloisa Molina

Coordinadora de comunicación de World Vision —

El día 6 de febrero es el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, un día para poner el foco en los tres millones de niñas que cada año están en riesgo de sufrir la mutilación total o parcial de sus genitales. La ablación es una práctica que viola los derechos fundamentales de las niñas y las mujeres poniendo en grave riesgo su salud porque sus consecuencias van desde dolores abdominales, infecciones y problemas en el parto, hasta la muerte por desangramiento. Una práctica que aboca a las niñas a una vida entera de dolor y secuelas tanto físicas como psicológicas.

En el mundo hay 200 millones de mujeres y niñas mutiladas; 44 millones son menores de 14 años con la prevalencia más alta de esta edad en países como Malí con un 73%, Gambia con un 56%, Mauritania con un 54% e Indonesia con un 49%. Ante esta situación, organizaciones no gubernamentales como World Vision trabajan a diario en países con alta incidencia de la ablación poniendo todos los recursos y esfuerzos en frenar esta lacra que pone en riesgo la salud física y mental de las niñas.

Las claves: educación, información y sensibilización

Informar a las comunidades, comadronas, profesores, padres de familia e incluso a las propias niñas sobre las consecuencias que tiene la ablación en la salud de las mujeres es el primer paso para acabar con esta práctica. Pero, ¿alguna vez te has preguntado qué ocurre con las niñas cuando deciden no mutilarse y enfrentarse a su familia y comunidad? Las casas refugio juegan un papel fundamental en estas regiones en las que miles de niñas se encuentran sin opciones ante un rito que su propia familia considera ineludible.  

Las casas refugio son un espacio seguro para las niñas y adolescentes que han huido de la ablación o mutilación genital femenina (MGF). Se trata de una de las actividades realizadas en el marco del proyecto especial de prevención de la ablación que tiene como objetivo tanto dar cobijo a las niñas que no quieren ser mutiladas como asegurar que pueden seguir sus estudios para optar a un futuro mejor. En el centro las niñas reciben el apoyo económico y psicológico profesional y también de otras jóvenes que han pasado por las mismas circunstancias que ellas para poder retomar sus vidas y elegir su propio camino.

“Querían que dejara la escuela y me casara”

“Caminé durante cuatro horas para ir hasta las oficinas de World Vision Kenia ubicadas en Narosura. Buscaba refugio después de huir de casa. Mis propios padres querían que me sometiera a la ablación. Su intención era que dejara la escuela y me casara con un hombre de 66 años. Me convertiría en mujer después de sufrir la MGF. Tenía solo 10 años y el anciano tenía que pagar el precio de una novia”, dice Jane.

“Informé al director de los planes que tenía mi familia de someterme a la ablación. Inmediatamente me llevaron a las oficinas de World Vision Kenia ubicadas en Narosura, donde el personal me ayudó a conseguir una plaza en la casa refugio. Mis padres no sabían de mi paradero hasta que World Vision Kenia les hizo una visita para informarles de la situación”, dice.

El rumor de que Jane estaba inscrita en una escuela pública local rondaba en su pueblo. Fue entonces cuando sus padres hicieron una visita y le preguntaron si podía volver a casa. Una parte del trabajo hay que hacerlo con las familias, para tratar de reconciliar a ambas partes y retomar las relaciones, asegurando siempre el bienestar de las niñas. Jane visita a sus padres una vez al año, solo durante las vacaciones de diciembre, para seguir teniendo un mínimo contacto. Sin embargo, ya nada es lo mismo.

“Mis padres tienen miedo de ser arrestados y encarcelados si me obligan a someterme a la MGF. Eso es lo que me hace ser valiente para ir a visitarlos”, dice Jane.

Ella continúa diciendo que a sus padres les gusta la práctica cultural de la mutilación genital femenina, aunque saben que tiene un impacto negativo en la salud de las niñas. “Queremos que nuestros padres estén más sensibilizados sobre la MGF para detener este ejercicio cultural. Necesitamos a nuestros padres para tener un futuro mejor”, implora Jane.

Jane quiere que le sigan apoyando, quiere seguir estudiando y demostrar que se puede llegar muy lejos, aunque no seas mutilada. Sabe que esto sería un gran ejemplo para otras niñas de su comunidad. Además, sueña con que todas las niñas en su comunidad tengan la oportunidad de no someterse a la mutilación. Esperamos poder cumplir sus sueños.