Está sentado sobre la valla de Ceuta y repite una palabra: “Asilo”. Salif atiende la llamada de eldiario.es desde lo alto de la alambrada sobre la que espera que alguien le escuche desde las tres de la madrugada. Dice que está agotado, que la Guardia Civil está abajo, que su amigo ya ha sido devuelto a Marruecos y que él no quiere volver. “Quiero pedir asilo en Europa”, afirma, agotado, a sus puertas.
“Es duro. Estoy muy cansado. Tremendamente cansado...”, decía el joven chadiano por teléfono, dos horas antes de ser finalmente trasladado a un hospital ceutí. Tratando de mantener el equilibrio desde los cuatro metros de altura de la valla que separa Ceuta de Marruecos, Salif relataba las razones que le empujaban a permanecer más de 10 horas frente a la ciudad autónoma. “Quiero llegar a Europa para mantener a mi familia, para trabajar. En Chad hay violencia y no hay trabajo”, explica Salif, de 19 años.
Según Amnistía Internacional, en 2015 el grupo yihadista Boko Haram intensificó sus ataques en la capital, Yamena, y en el entorno del lago Chad. “Mató a 200 civiles durante el año y saqueó y destruyó propiedades privadas e instalaciones públicas”, recoge su informe anual. La ONG calcula que la violencia empujó el desplazamiento de aproximadamente 70.000 personas. Se desconoce la zona de donde procede el joven que suplica asilo en la valla de Ceuta, datos como este deberían ser estudiados en una hipotética solicitud de protección a la que, de momento, no puede acceder.
Partió de Chad hace un año y dos meses y llegó a Marruecos con la intención de llegar a la ciudad española frente a la que estuvo horas y horas sentado. “Hemos subido dos personas, pero mi compañero ha bajado esta mañana. Los guardias (civiles) le han abierto la puerta y le han devuelto a Marruecos”, decía cuando aún temía correr la misma suerte.
Finalmente y contra todo pronóstico, logró entrar en Ceuta: Salif descendió de la valla y, debido a su débil estado de salud, la Guardia Civil avisó a la Cruz Roja Española. “Tenía heridas y estaba muy, muy cansado después de tantas horas ahí arriba. Ha sido trasladado al hospital”, dicen fuentes de la institución humanitaria.
Las devoluciones: práctica habitual
El Gobierno devuelve en caliente a Marruecos a todas las personas que saltan las vallas de Ceuta y Melilla. El Ejecutivo regularizó el rechazó en frontera el año pasado pero en la práctica no cumple los estándares de derechos humanos incluidos en su propia normativa, según Acnur. “La enmienda a la ley de extranjería, aprobada en marzo de 2015, por la que se establecía un régimen especial para Ceuta y Melilla mediante la introducción de la figura del 'rechazo en frontera' no avala las devoluciones automáticas”, denuncia la Agencia de la ONU. Este fin de semana se produjeron este tipo de rechazos en la frontera ceutí.
Las devoluciones en caliente impiden de facto el acceso al asilo de la persona expulsada. Esta es devuelta sin haber tenido la posibilidad de registrar una petición de asilo, sin ser informado de este derecho ni optar a la asistencia letrada garantizada por ley. Por eso Salif lo gritaba. Consciente de sus escasas posibilidades llamó desde lo alto de la alambrada al colectivo Caminando Fronteras, cuyda portavoz, Helena Maleno, lanzó la denuncia.
“Pido ayuda para entrar en Europa. Quiero llamar a Cruz Roja”, repitía el joven chadiano, que afirmaba estar situado en la alambrada más próxima al lado marroquí, lo que limitaba aún más las posibilidades de permanecer en España -aunque la custodia de esta zona es competencia de las autoridades españolas-. Conocedora de las habituales devoluciones en calientes ejercidas por la Guardia Civil en Ceuta y Melilla, la letrada Patricia Fernández, de la ONG Coordinadora de Barrios expuso por escrito el caso de Salif a la Delegación del Gobierno en Ceuta y solicitó la garantía del “acceso a los recursos legales y humanitarios de atención a personas solicitantes de asilo”. Ni Delegación del Gobierno en la ciudad autónoma ni la Guardia Civil han atendido las llamadas de eldiario.es.
Salif estaba muy cerca de España, llevaba 15 horas muy cerca, mirando a una Guardia Civil de la que no se fía, buscando chalecos rojos de unos voluntarios de Cruz Roja que no aparecieron hasta que los agentes decidieron activar el protocolo. El joven chadiano pensaba que en realidad estaba lejos: “Ayudadme, por favor. Estoy muy cansado”. Pero lo consiguió. Hoy Salif duerme en Europa.